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Caricatura de Alfredo Sabat

viernes, 11 de noviembre de 2011

La autocrítica parcial de ETA

Luis Rodríguez Aizpeolea es un veterano periodista vasco afincado desde hace 22 años en Madrid.
Siguió de cerca la transición política en Euskadi hasta finales de los 80, y las vicisitudes políticas de La Moncloa desde la última etapa de Felipe González. Tras muchos años de perseverancia, ha tenido la satisfacción de poder firmar la noticia de su vida: el anuncio del cese definitivo de ETA
La autocrítica parcial de ETA
Por: Luis R. Aizpeolea

Tres semanas después de que ETA anunciara el cese definitivo de la violencia en un escueto comunicado, la banda reconoce, en una entrevista explicativa, que el terrorismo ya está agotado.
Admite, incluso, que tras la ruptura de la tregua de 2006 se equivocó, al continuar con el terrorismo,  y que la izquierda abertzale tenía razón cuando apostó por las vías pacíficas y políticas en aquel momento.
Es lo más importante del texto de ETA porque ratifica que el proceso de final definitivo que ha abierto no tiene marcha atrás.
Y frente a toda su historia anterior, no fija condiciones de ningún tipo.
Vinculado a ello, confirma que su final es el resultado de un proceso unilateral, que no ha tenido negociaciones con el Gobierno y que se ha apoyado en expertos internacionales para declarar su final.
Otro aspecto interesante es la confirmación de que delega en la izquierda abertzale las cuestiones políticas, cuyo núcleo es el derecho a decidir, y que no tutelará ningún proceso político.
Se  limita a atribuirse  la gestión del futuro de sus presos y sus prófugos.
Y para ello reclama algún tipo de negociación sobre estas cuestiones con el futuro Gobierno.
Y adelanta otra novedad, el reconocimiento de la reacción del líder de la oposición, Mariano Rajoy, a su comunicado de cese definitivo.
ETA precisa, asimismo, su  oferta  de prioridades para después de las elecciones del 20-N, en línea con la izquierda abertzale: el futuro de los presos, la legalización de Sortu y, a más largo plazo, el reconocimiento del derecho a decidir.
Esta dos últimas tareas admite que corresponden a la izquierda abertzale y, por tanto, ni pone condiciones ni fija plazos.
El punto más débil del texto es el tratamiento a las víctimas del terrorismo.
Queda aún lejos de admitir el daño causado. 
Lo enmarca en un análisis político general del “conflicto vasco”.
Se ve que mantiene un debate interno no resuelto.
ETA trata, también, de iniciar una tarea imposible, el relato justificativo de la continuidad del terrorismo, tras la llegada de la democracia en 1977.
Según ETA, su continuidad ha implicado que el derecho a la autodeterminación sea asumido por numerosos vascos.                                                                    
Es también curiosa la manera en que admite que el terrorismo está ahora agotado.
En vez de reconocer abiertamente que la ilegalización de Batasuna con la Ley de Partidos, primero; y la deslegitimación social sufrida por su ruptura unilateral del proceso dialogado de 2006, después, dejó a ETA sin margen de maniobra ni política ni operativa, hace una auténtica cabriola.
Dice que es el Estado el que la quiso reducir a ser una organización terrorista y  ETA responde que  no lo admite porque es “una organización política”

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