"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

jueves, 2 de febrero de 2012

La distancia imperceptible



Cuenta Pierre Bergounioux en Una habitación en Holanda (Minúscula, traducción de David Stacey) que el cardenal Richelieu prohibió los duelos en uno de sus primeros edictos.
Las cosas estaban cambiando en la Europa de principios del siglo XVII y empezaba a resultar bochornoso que la nobleza resolviera sus conflictos bajo aquella fórmula tan primitiva: puesto que me has ofendido, te mato (o, en el peor de los casos, me matas).
Bergounouix explica que se estaba produciendo entonces una reforma de la economía afectivo-pulsional y se refiere al sociólogo alemán Norbert Elias, que analizó cómo estaba surgiendo "un tipo aristocrático de racionalidad comparable a la racionalidad burguesa" porque subordinaba "el comportamiento presente, las reacciones afectivas inmediatas, a un objetivo lejano”.
Bergounioux (Brive-la-Gaillarde, 1949) se ocupa de René Descartes en esa breve y fascinante novela.
Para entender mejor el contexto en el que surgió su filosofía, se fija en esta suerte de detalles.
Europa estaba saliendo de un pantano en el que llevaba chapoteando mil años, explica, y empezaban a consolidarse los Estados nación.
El autor francés alude a Shakespeare y Cervantes, que murieron cuando Descartes tenía veinte años, y escribe que los tres, aunque no se conocieran, anuncian un nuevo tipo de hombre:
"Si en algo difiere de sus antecedentes históricos, es un ser consciente de sí mismo, capaz, incluso en los peores ataques de furia o de desesperación, en el exceso de su alegría o al sufrir afrentas, de mantener, como en el ojo de un huracán, la imperceptible distancia respecto a todo y respecto a sí mismo, el ‘juicio sereno’ en que consiste, según otro filósofo inglés, David Hume, la razón"

Para estos nuevos caballeros carece de sentido jugarse la vida en aquellos viejos y sangrientos lances de honor, los duelos.
Para situar mejor lo que significa esa filosofía que se dispone a colocar la razón en el centro de todo.
Una habitación en Holanda arranca en Roma, hacia el año sesenta antes de Cristo, cuando César se interesa por la Galia y decide conquistarla.
A un ritmo vertiginoso, Bergounioux cuenta las batallas de aquellos remotos tiempos por hacerse con el poder en el centro de Europa y señala cómo, con Adriano, los barracones de esclavos de aquella civilización empiezan a vaciarse y se inicia esa "larga fase de ruralización que se llama Edad Media".
A partir de la entrada de los bárbaros en Aquitania hacia el año 400, "el viento de la historia sopla del norte y el este durante mil años": se imponen los barones feudales, se generaliza la servidumbre, impera la ley sálica.
Pero las cosas empiezan a cambiar al final de aquella larga temporada y en los ducados, principados y ciudades de Italia se inventa el Renacimiento. Montaigne, con su interés por el saber y las cosas espirituales, pasa por ahí y anuncia otro viraje.

Es el que provocará poco después Descartes, que nace en marzo de 1596 en La Haye. Bergounioux, que hasta entonces ha avanzado dando unas mayúsculas zancadas sin que se le moviera un pelo cuando liquidaba unos cuantos siglos en dos pinceladas, de pronto se vuelve moroso y se entretiene con un jovenzuelo de dieciséis años al que le encanta quedarse en la cama por las mañanas mientras sus compañeros de los jesuitas van a clase.
Lo hace por su débil salud y porque le encanta ocuparse de las "lindezas" de la poesía.
Un día que el profesor de matemáticas se queda atascado con un problema, sus compañeros tienen que ir a buscarlo a su habitación para que acuda presto a resolver el entuerto.
En 1612 se instala en Bretaña: monta a caballo, aprende a manejar la espada.
Luego viaja a París. Se alista en 1617 en las tropas de Maurice de Nasssau; en 1619, en las del duque de Baviera; en 1621, en las del conde de Bucquoy.
Vuelve a Francia en 1622, pasa una temporada en Italia (1623-1625) y, en 1629, se instala en los Países Bajos hasta 1649, el mismo año en que lo retrata Frans Hals (en la imagen) y uno antes de su muerte, en febrero en Estocolmo.
Es ahí donde va a ir tomando forma en sus escritos cuanto ha ido mascullando hasta entonces.
"Yo, que estoy seguro de que soy, no soy, propiamente hablando, más que una cosa que piensa, es decir un espíritu, un entendimiento o una razón", escribió en El discurso del método, que apareció en 1637.
La novela de Bergounioux insiste en mostrar a un tipo de vida intensa tuvo que buscar la vida tranquila de los Países Bajos para poder pensar.
La tranquilidad de los márgenes frente al ruido de las capitales.

No está de más volver a Descartes para recuperar esa distancia imperceptible.
Urge en tiempos de agitación, sofoco e indignación.

El rincón del distraído - José Andrés Rojo

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