Un libro recientemente publicado por un psicólogo norteamericano que enseña en la Universidad de Harvard, Steven Pinker, ha reabierto el viejo debate acerca de si el acceso de la mujer al timón del poder político puede o no conducir al mundo hacia relaciones más pacíficas y menos violentas.
Emilio J. Cárdenas
El Diario Exterior
Hablamos del titulado: “Better Angels of Our Nature”.
Para Pinker la respuesta es claramente afirmativa.
Para otros la cosa no es tan directa, ni tan sencilla.
No todos los estudiosos están necesariamente de acuerdo con Pinker.
En rigor, la respuesta depende más bien de cada caso, de cada momento y del respectivo personaje.
No obstante aquello de Anatole France, cuando dijo que
“la mujer tiene un solo camino para superar al hombre: ser cada día más mujer” parecería ser cierto.
Los escépticos sin embargo recuerdan que tres grandes mujeres, todas colosales a su manera, que gobernaron a tres grandes países en momentos bien complejos, como fueron: Indira Ghandi, Margaret Thatcher y Golda Meir llevaron a sus respectivos países a la guerra. Y es también cierto que quizás las mujeres en general parezcan prima facie más pacíficas que los varones porque en los hechos estuvieron menos tiempo en el timón del poder.
Los hombres suelen parecer más duros, cuando de tomar decisiones se trata.
Las mujeres, en cambio, utilizan mejor su poder “blando”. Sus atractivos personales, entonces. Pero no hay que caer en los estereotipos.
Particularmente cuando en una era en la que la información llega a todos por igual, como nunca hasta ahora, las decisiones importantes que se toman son cada vez más compartidas y menos autoritarias.
El margen para el capricho se ha achicado.
Aunque esto no ocurra ciertamente en todas partes.
La Sra. Cristina Fernández de Kirchner, por ejemplo, no es precisamente una persona fácil de asimilar con ningún estereotipo.
En sus decisiones es autoritaria, vertical y no escucha razones sino cuando coinciden con su visión de las cosas.
De pacífico, su andar político tiene poco y nada.
Siembra resentimientos.
Enfrenta, insulta y divide. Impertérrita, amenaza e intimida sin que le tiemble el pulso.
Puede ser ruda, descarada y hasta firme y dura como pocos.
De utilización del poder “blando”, entonces, poco y nada en su caso. Hoy está aparentemente enfrentada con todos aquellos que en vida de su marido la “ningunearon”.
A la manera de revancha.
Como para demostrar que el poder es y fue de ella.
Compartido en su momento quizás.
Pero con ella jamás ausente del proceso con el que los gobiernos fijan sus rumbos, como algunos creyeron.
Por lo demás, en torno a la Señora de Kirchner ha estado siempre presente una aureola de corrupción que ha afectado a demasiados de sus colaboradores cercanos.
El episodio de la valija repleta de dólares que llegara desde Venezuela de la mano de un tal Antonini Wilson en tiempos del financiamiento de su campaña electoral nunca se aclaró.
El último estallido de este tipo lamentable de episodios tiene que ver nada menos que con su Vice-presidente
Amado Boudou, a quien se vincula con la sospechosa compra de una empresa calcográfica que hace enormes negocios con el gobierno nacional, imprimiendo moneda.
Quizás haya entonces más de ecuación personal de lo que hasta ahora se ha tenido en cuenta, cuando de aplaudir o criticar una gestión se trata.
Una mujer incompetente o corrupta en el gobierno no es muy diferente a un hombre incompetente o corrupto, en su misma posición.
Ambos están destinados a equivocarse y cometer costosos errores.
Entre los 1.941 altos dirigentes de países independientes, sólo 27 son mujeres.
La mitad de ellas ha llegado al poder del brazo de sus maridos, a su sombra o con su protección.
Sólo un 1% de las mujeres que llegan a lo más alto del poder político pueden decir que nada tienen que ver con alguna variante del nepotismo y que llegan exclusivamente por sus propios méritos personales.
Volviendo a la Sra de Kirchner, también puede señalarse que no siempre las mujeres son más sensibles o emotivas que el hombre.
Ante un horrendo accidente ferroviario ocurrido hace pocos días en la ciudad de Buenos Aires, ella decidió continuar de vacaciones, como si nada hubiera pasado.
Una actitud de insensibilidad personificada.
La sensibilidad social, queda visto, no es necesariamente característica particular de todas las mujeres.
Hay quienes simplemente no la tienen.
Y que pueden ser tan indiferentes al dolor humano como quizás lo sean también algunos hombres.
En síntesis, la calidad de un gobernante depende, creemos, mucho más de la persona en sí misma, que del género que pueda tener.
No hay pautas inexorables.
Y todos pueden acertar o equivocarse, de medio a medio.
Quienes, sean ellos hombres o mujeres, tienen menos cualidades personales, menos experiencia real, y peor formación y educación individual, presumiblemente son más proclives a fracasar que a distinguirse cuando el destino de pronto les depara tener que gestionar la cosa pública.
Emilio J. Cárdenas
Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas
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