Enfermo o sano, Chávez manda, también desde Cuba, adonde se ha llevado un equipo para seguir gobernando a distancia.
Sin fecha de regreso, Hugo Chávez retornó a Cuba para someterse a una nueva operación, en la que le extirparon un segundo tumor. La nueva lesión cancerosa lo obligó otra vez a llevar las riendas –nunca soltarlas– de la revolución bolivariana lejos de Venezuela.
Pedro Dutour / PI
La despedida –organizada por el oficialismo– que brindaron los seguidores a un emocionado Chávez camino al aeropuerto de Caracas, pareció un cortejo no fúnebre pero sí un extraño desfile (¿qué celebraban?) en el que un prócer se va pero no se va, dejando como estela extrañas sensaciones.
Por si acaso, y en un año de elecciones presidenciales, el mentor del “socialismo del siglo XXI” se llevó a parte de su equipo para seguir gobernando desde la capital cubana.
No hay tiempo para dar señales de debilidad.
El presidente Chávez lleva 13 años en el poder y piensa ganar en las elecciones del 7 de octubre al candidato opositor, recientemente elegido, Henrique Capriles, al que ya llamó “cochino” cuatro días antes que le diagnosticara al mandatario otro tumor en el abdomen.
Como el secretismo rige en torno a la salud del comandante, no se sabe a ciencia cierta qué padece en realidad.
La popularidad de Chávez entre los venezolanos se encuentra aún en torno al 60%, y los analistas discrepan sobre si la enfermedad perjudica o no su aspiración a un nuevo mandato de seis años
Siempre bajo los focos
Para los venezolanos ha sido un tiempo en el que vieron cómo su vida se redujo a una persona.
Chávez acumuló poder en todos los estamentos de la sociedad –política, economía, justicia, instituciones– y se empeñó en que su figura fuera tan notoria como una estrella de televisión.
Por ese medio, y también a través de la radio, los ciudadanos han visto y escuchado eternas emisiones llenas de folclóricos discursos.
Por medio de ellas, el mandatario marcó a fuego la agenda política. Lo que hace que sea muy difícil imaginar una Venezuela sin Chávez.
Incluso enfermo, el jefe de Estado se lleva siempre los focos.
Chávez sufrió la recaída poco más de una semana después del nombramiento de Capriles como candidato único de la oposición.
Cuando se abría la competencia y una campaña electoral –en apariencia– más equitativa, el mandatario voló una vez más a Cuba para ser operado por tercera vez en ocho meses.
Al parecer, las cuatro sesiones de quimioterapia realizadas en La Habana y Caracas entre julio y setiembre no brindaron los resultados esperados.
Fuente:
El Diario Exterior
Pero enfermo o sano, él manda. No conoce otra conducta, otro procedimiento. Mientras dure la convalecencia –que no tiene fecha final, aunque en la despedida dijo que iba a estar el 7 de octubre– gobernará desde La Habana, la ciudad latinoamericana revolucionara por excelencia, cerca de los hermanos y amigos Castro, quienes les aseguran discreción y seguridad frente a molestos periodistas. El Parlamento avaló el mandato a distancia por tiempo indefinido, como ocurrió el año pasado.
Órdenes desde La Habana
“Me llevo a un ‘grupo de comando’, digámoslo así, con la ministra [de la Presidencia] Erika Farías, otros ministros, el jefe de la casa militar, mi equipo cercano”, dijo Chávez la víspera de su partida. El presidente negó delegar los poderes a Elías Jaua, su vicepresidente, a quien nadie ve como posible sucesor en caso de que algún día –el chavismo cree que nunca– falte el líder bolivariano. Jaua solo quedó facultado para presidir el Consejo de Ministros y transmitir las órdenes que llegaran desde la isla caribeña. Supuestamente, la Constitución venezolana dice otra cosa –que el vice debe presidir en estos casos–, pero los legisladores oficialistas entienden que no se trata de una “ausencia temporal” sino de un simple viaje.
Con esa cabeza de campaña electoral permanente, Chávez no perderá contacto con el pueblo venezolano, que se divide casi por partes iguales entre amores y odios, entre los que reciben cuantiosos subsidios con la marca indeleble de los petrodólares y entre los que más sufren de la alarmante inflación y la rampante violencia. El presidente se llevó a La Habana cámaras, micrófonos, equipos de transmisión, técnicos. El cordón umbilical invisible que une a Cuba con Venezuela se hará más nítido con los futuros discursos de Chávez desde la isla en dirección a la república bolivariana.
El mandatario está convencido de que los rumores sobre la gravedad de su enfermedad engloban una conspiración contra su persona y gobierno, que son versiones inventadas por la oposición y por los medios de comunicación tanto venezolanos como foráneos. El chavismo también promete mantener el pulso en las redes sociales, especialmente desde la cuenta de Twitter, @chavezcandanga. El poder acumulado en 13 años no permite ninguna distracción.
Si hoy fueran las elecciones, un Chávez curado y en Caracas, más el aparato estatal a su disposición, vencería a Capriles. Su popularidad entre los venezolanos se encuentra aún en torno al 60%. Los analistas discrepan sobre si el actual escenario mancilla o no la aspiración del mandatario de lograr un nuevo mandato de seis años. Lo cierto es que las proyecciones de cara a los comicios de octubre están ahora condicionadas. Pese al supuesto éxito de la operación, Chávez no puede evitar esa incertidumbre.
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