Por Susana Merlo
Campo 2.0
“¿Quién vio un dólar?” es una frase, ahora famosa, atribuida al General Juan Domingo Perón, inspirador y maestro de varios de los funcionarios actuales, que está cobrando particular vigencia en los últimos días.
Es que como resultado de no pocos excesos, y de algunos fracasos no previstos (como los menores ingresos que tendrá la actual cosecha a causa de la sequía), parece que los números oficiales se complicaron bastante, lo que habría disparado la orden de conseguir superávit comercial –dólares– a cualquier costo.
Pero a veces los excesos son malos y el remedio es peor que la enfermedad.
En este caso, la simplista reacción de los burócratas fue: “cerremos las importaciones”. Se supone que con eso se gastan menos dólares, aunque no parecen haber tomado en cuenta que también se para la producción, y es lo que está ocurriendo.
Es bien sabido por “casi” todos, que si no se importa, tampoco se puede exportar.
No existen los países autosuficientes que no necesiten traer “de afuera” algunos insumos y, en todo caso, difícilmente otro país les compre si a la par no les compran a ellos.
Una “balanza bilateral” equilibrada, como le dicen.
Pues algunos funcionarios locales, parecen haber dejado de lado totalmente estos postulados de la economía y de las relaciones internacionales, para cumplir inmediatamente con el mandato superior, y lo único que están generando así es un desaguisado que no tiene precedente, y con un nivel de contradicción difícil de explicar (por lo incomprensible).
¿Cómo se podría definir el hecho de que mientras en todo el mundo considera al “turismo” como uno de los servicios centrales y que más beneficios netos puede dejar, en Argentina se esté impidiendo que grandes cruceros amarren en nuestras costas?
Es casi tan ilógico como cuando se cerraron totalmente las exportaciones de carne vacuna en marzo de 2006.
Pero lo más grave es que parecen haber aprendido nada de esa traumática experiencia, pues no hubo casi correcciones, al margen de las que impuso por la fuerza el propio mercado.
Tanto es así que desde entonces Argentina fue retrocediendo, perdió buena parte de su rodeo, y hoy tanto Uruguay como Paraguay exportan más carne al mundo que nuestro país...
Éste año no va a llegar ni a 200.000 toneladas, después de haber apuntado al millón de toneladas en los ‘90.
Pero el otrora “granero del mundo”, devenido luego en la “góndola del mundo”, tampoco puede exportar libremente ni trigo, ni maíz, ni leche…
Y como le falta energía e insumos, hasta la protegida industria automotriz ahora se ve en figurillas para acceder aún a los mercados cautivos del Mercosur como es Brasil.
Obviamente en este contexto la voz de los clientes y socios del exterior no se hizo esperar, y los reclamos se multiplican, tanto desde la región, como desde Europa, y hasta desde los Estados Unidos.
Pero, mientras se “desechan” graciosamente mercados tan estratégicos y claves para el futuro argentino, algunos funcionarios se van a vender a “Angola” (¿?)
Y, al tiempo que se recortan las posibilidades de colocar carne o lácteos, o panificables, básicamente alimentos, se lleva en misiones comerciales a países casi ignotos y de escaso potencial comprador a empresarios de “La Saladita”, tal vez para que vendan textiles truchos, o a los que armaron los programas de dudoso resultado: “Carne para todos”, “Milanga para todos”, etc., que fueron para menos que unos pocos, aunque probablemente muy exitosos para cada uno de ellos.
¿Cómo se puede elaborar la contradicción de cerrar las posibilidades de los productos más emblemáticos y competitivos del país en los mejores y más codiciados mercados (como la Cuota Hilton de carne vacuna a Europa que se va a incumplir en este período por sexto año) para intentar colocar productos de segunda, que sin ayuda no compiten ni el mercado interno, y en plazas que tampoco son determinantes?
Es lógico que los clientes del exterior no puedan entenderlo, y mucho menos los inversores.
¡Que decir si ni siquiera nosotros lo logramos entender!
Por eso cuesta tanto intentar una explicación cuando se dice que el Gobierno quiere un superávit de US$ 12.000 millones…
¿Vendiendo qué?, ¿con qué capitales?, ¿con qué producción sin insumos?, ¿con qué tecnología?
¿Con la de Tierra del Fuego?
En ese caso, a la pregunta del General, “¿Quién vio un dólar?”, habría que contestarle,
¡A este paso, nadie!
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