Por Mary Anastasia O'Grady
Una economía libre está en riesgo cuando no se responde a una exigencia de igualdad con una defensa de la libertad.
Los comunistas no se están tomando Chile.
Pero cuesta saberlo a juzgar por el frenesí mediático en Santiago en torno a la líder estudiantil de 23 años, y comunista declarada, Camila Vallejo.
Desde el año pasado, este bebé de pañal rojo, cuyos padres eran partidarios de Salvador Allende, ha liderado multitudes de manifestantes que exigen una educación universitaria gratuita, la nacionalización de la industria cuprífera y el fin del modelo económico liberal.
Lo que no deja de asombrar es que haya conseguido poner a la defensiva al gobierno de centro derecha encabezado por Sebastián Piñera.
Qué algo así suceda en Chile, uno de los ejemplos favoritos de reforma económica liberal, es en un inicio todo un misterio.
La respuesta, la cual sirve de advertencia a los estadounidenses, podría encontrarse en el ambiente político e intelectual de Chile, el cual está desesperadamente carente de voces que defiendan la moralidad del mercado y la santidad de los derechos individuales.
Aunque los beneficios materiales de la economía de mercado se han acumulado por décadas, Chile se ha visto inundado intelectualmente por las ideas izquierdistas.
El principio común es que la desigualdad económica es inmoral y el Estado tiene la obligación de corregirla.
En vez de luchar contra esta invitación a la tiranía, la derecha a menudo le cede la supremacía moral a quienes la proponen. Piñera es uno de los culpables.
Sus tibias medidas de respuesta, diseñadas para satisfacer a los elementos moderados de las brigadas igualitarias están socavando la libertad chilena.
También están socavando su poder al hacerlo ver débil e incompetente.
A los chilenos no les interesa el comunismo.
Eso quedó claro cuando Vallejo regresó después de un viaje a Cuba a principios de mes y declaró que Fidel Castro es "un gran visionario" y que sus reflexiones constituyen "luz y esperanza" para Chile.
Ella apareció como un títere de Castro y su popularidad cayó.
Las cosas empeoraron cuando la bloguera cubana Yoani Sánchez señaló lo ridícula que se veía la "rebelde" chilena en Cuba, siguiendo las órdenes de la dictadura.
Como buena alumna, Vallejo aprendió rápidamente.
Explotar la sensación de que la clase es excluida de los derechos que le corresponden es una apuesta segura para un demagogo en ascenso.
Cuando 10.000 estudiantes se lanzaron el miércoles a las calles de Santiago para renovar sus demandas por universidades gratuitas, Camila volvió a la carga.
"El pueblo de Chile está por seguir defendiendo el derecho a la educación", declaró.
Hace 20 años, apenas 200.000 chilenos tenían acceso a la educación superior.
Hoy, la cifra es de casi 1,2 millones. Sin embargo, muchos estudiantes no terminan la universidad, según Rodrigo Troncoso, analista del Instituto Libertad y el Desarrollo en Santiago.
Asegura que esto significa que terminan con enormes deudas en carreras mal remuneradas.
Un gran número de familias chilenas desea que el gobierno les solucione el problema.
No obstante, aunque eso podría explicar el clamor por expandir los beneficios educativos, no explica el funesto nivel de popularidad de 29% de Piñera, quien obtuvo 44% en la primera ronda de la elección presidencial.
El Producto Interno Bruto se ha expandido a más de 6% durante los últimos dos años, mientras que los tecnócratas del gobierno han trabajado para incrementar la inversión, generar más energía y reducir la intervención estatal.
La meta es convertir a Chile en un país desarrollado para 2018.
La posición del país en la encuesta Hacer Negocios del Banco Mundial se deterioró entre 2006 y 2010, pero el declive fue revertido en los últimos dos años y Chile ascendió del puesto 53 al 39.
Otros objetivos de Piñera incluyen reducir el tiempo de espera para los estudios de impacto ambiental, eliminar las redundancias regulatorias, reducir los aranceles a la importación y abrir los puertos de mar y aire a la competencia extranjera. El número de días que toma formar una empresa ha bajado de 27 a siete y pronto será reducido a uno.
Todo esto creará un Chile más dinámico, pero no perdurará si el país no está convencido de que lo que está haciendo a Chile grande también es algo bueno.
Piñera podría jugar un papel importante en este sentido, pero la defensa de la libertad no es su fuerte.
En 2010 canceló la construcción de una planta operada con carbón debido a la presión de los ambientalistas en vez de defender el estado de derecho.
Un aumento "temporal" del impuesto a las empresas de 17% a 18,5% después del terremoto de 2010 ahora subirá a 20% y se volverá permanente.
Los recortes de impuestos para individuos que buscan compensar esos incrementos podrían ser rechazados en el Congreso, donde la coalición gobernante no tiene la mayoría.
También está su reforma educacional, la cual trata de aplacar a los partidarios de Vallejo sin ceder a su exigencia de un sistema universitario gratuito.
Garantiza becas para el 60% más pobre de la población y préstamos con un interés de 2% real para todos, salvo el 10% más rico.
Los tecnócratas podrían ser felicitados por mantener a raya las demandas de una educación superior gratuita, teniendo en cuenta las presiones políticas.
Pero la razón por la cual Vallejo los tiene a la defensiva es un problema más de fondo.
Si Piñera desea solucionarlo tendrá que convertirse en un defensor de la libertad.
O'Grady@wsj.com
Fuente: The Wall Street Journal
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