Cristina relega a los peronistas al rol accesorio, con participación decorativamente secundaria.
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
En vida de Néstor Kirchner, El Furia, el núcleo duro del kirchnerismo cabía entero en un Renault 4 L.
Eran cinco o seis, con De Vido y Cristina incluidos.
En la versión cristinista, patológicamente renovada, se derivó en un Frepasismo Tardío.
Con contados peronistas infiltrados. Encuadrados y de aplauso rápido.
Sin embargo, Cristina -a quien llaman La Tía- se encuentra en condiciones de llenar el estadio de Vélez.
El Renault 4 L quedó atrás, donde se juntan las paralelas.
“Conste que llenamos Vélez sin recurrir al aparato del PJ”.
Los superadores del Frepasismo Tardío se jactan.
Desde la poderosa infantería mediática. Van “por todo” y no detienen su crecimiento.
“Nunca Menos”.
Avanti, Morocha.
Con impunidad intelectual, se permiten el lujo de refundar la mitología transferible.
Independientemente del peronismo.
Separados de la matriz original. Les molesta.
Los neofrepasistas del cristinismo se sitúan “más allá” de los “esquemas tradicionales”, que “se desean desplazar”.
Se deschavan, con un infantilismo estremecedor, desde Tiempo Argentino.
Es el diario que superó, en obsecuencia y bajada de línea argumental, a la Secretaría de Estado de Página 12.
De pronto, el cristinismo actúa como si hubiera conquistado la existencia propia.
Ya no se limita a ser ninguna sumatoria de sellos sin reconocida trascendencia.
Es autosuficiente para colmar las gradas de un estadio.
Resultan inquietantes, tan sólo, para los distraídos.
Contienen una formidable caja de resonancia mediática sostenida, en su parte mayoritaria, por los recursos oxigenantes del estado.
Con un innumerable ejército de periodistas militantes que ni siquiera sospechan que sus sueldos suelen originarse entre las vertientes de los fondos reservados.
Los que suelen distribuirse, según nuestras fuentes, desde la inagotablemente superavitaria Cooperativa de Crédito de la calle 25 de Mayo.
Efemérides
La Tía ya dispone de su calendario de efemérides flamantes.
La elección del 27 de abril, como fecha del acto confirmatorio de Vélez, alude a la derrota honorable del extinto Néstor Kirchner, transcurrida el 27 de abril del 2003.
De cuando El Furia salió segundo. Detrás de Carlos Menem.
Por entonces Menem era un septuagenario romántico.
Enamorado.
Como un incauto consciente, supo entrar, como un gorrión, en la trampera que le tendió Eduardo Duhalde.
El enemigo íntimo.
Fue durante la perversidad de aquel congreso de Lanús.
Máximo prócer de la extinguida civilización duhaldista, Duhalde, El Piloto de Tormentas
(generadas) es el verdadero artesano.
El fundador real del kirchnerismo que lo aniquiló.
El Piloto estaba empecinado en evitar que fuera Menem, el enemigo íntimo, el triunfador del 2003.
Finalmente, sin segunda vuelta, el ganador iba a ser el segundo.
Su pollo:
Kirchner.
El Furia irrumpía con el mérito grandioso de ser un desconocido.
Cuando los conocidos eran, en bloque, culpables. Sospechosos.
O podía haber sido ganador, también, el tercero.
El injustamente olvidado Ricardo López Murphy.
Una de las mentes mejor organizadas de la Argentina del desperdicio.
Pero fue Kirchner.
El que iba a mandar, dos años después, a los cuarteles de invierno, a Duhalde, el tutor fundacional.
Irresponsablemente Duhalde lo hizo presidente a Kirchner y le dejó, por si no bastara, el legado de tres baluartes.
El diluido Roberto Lavagna, el último ministro de Economía.
Se incineró por la trascendencia de un posterior paseo innecesario por los jardines de Olivos.
El ex Gordo Ginés “González García”, que hoy dilata su neutralización (iniciada por Graciela Ocaña, e instruida por El Furia), como embajador en Chile.
Y Aníbal.
Es el animador de concursos de cantores y gran maestro de ceremonias, quien después de manejar (con Kirchner) la seguridad del país, durante siete años, iba a ser desplazado y sin explicaciones.
Hacia el Senado.
Donde Aníbal ejercita, aún, las admirables dotes culturales de vendedor de biblias.
En una sociedad de ateos.
No obstante, Tía Cristina se atreve a tergiversar el significado del 27 de abril.
Para presentarlo, socialmente, como una fecha digna de ser conmemorada.
Sin siquiera mencionar, en su discurso, a Duhalde.
El Padrino que los puso arbitrariamente. Con el dedo.
Del mismo modo que la Tía lo impuso a Boudou, El Descuidista.
“Caro, pero el peor”.
Desaires
La fantasía del cristinismo, hoy poderosamente avasallante, va a durar lo que el peronismo dormido, en definitiva, consienta.
Aunque este peronismo sea, infortunadamente, de látex.
Al cierre del despacho, y a través de los máximos representantes, se prepara una cumbre en el Chaco.
Pero el peronismo de látex se conforma con mantener el rol accesorio.
Con tener una participación implacablemente decorativa. Tristemente secundaria.
Mientras tanto, desde la prensa oficial, se ufanan del desplazamiento.
Se festejan, hasta la imprudencia televisiva, los desaires.
La Tía Cristina, desde el sustancial Frepasismo Tardío, les muestra, a los peronistas, que ya no los necesita. Ni de adorno. Ni siquiera para movilizar.
Le basta con la militancia juvenil y el pobrerío sistemáticamente organizado.
Con las “organizaciones sociales” del Barba Pérsico y del Chino Navarro.
Y con la saludable incorporación de los jóvenes de La (Agencia de Colocaciones) Cámpora.
Resultan indispensables para dejarlos afuera, sin el menor juego, a los peronistas tradicionales “del aparato”.
Excluidos del ámbito de las decisiones. Y hasta del relato.
“Callan hacia afuera y conversan hacia adentro”.
Como se reflejó en “Resistencia, mantenimiento y hartazgo”
Final con escombros
La Unión Cívica Radical, que signa la oposición numerológica, ya dejó de ser una prestigiosa ONG (Organismo No Gubernamental).
Para transformarse en un montón de escombros captados. Controlados.
Niños envueltos entre la mermelada de la estrategia neo-frepasista. Que los contiene.
Como en 1999.
Con otra conducción.
La Tía.
Por su parte, el macricaputismo se reduce.
Persiste estampillado como una eterna carta de intención.
Acotado a la gestualidad de presentarse como la esperanza blanca del repuesto.
Es entre los escombros del interior del peronismo de látex donde debe posarse, otra vez, con mayor rigor, la atención del observador.
Porque en el peronismo de látex reside la identificación de la alternativa.
Perfectamente también puede diluirse.
Sobre todo si sus gobernadores, y mini-gobernadores “del aparato”, se conforman con participar, desde un lugar tangencial, en la mesa.
Donde se distribuyen, sin ir más lejos, los cubiertos.
Para el próximo banquete de YPF.
A Daniel Scioli, el líder de la Línea Aire y Sol, es al que se percibe como el más torpemente hostigado.
Y se le abrevia la noción del tiempo.
Como al trío que conforman Massa, Urtubey y Capitanich.
Los plazos los amurallan.
Sus estrategias tienen poco que ver con la ansiedad social. Y sus señales.
Los peronistas, sean “del aparato” o no, deben optar.
Se alejaron de los márgenes de la vacilación.
De la especulación por el destino personal.
Se animan a representar políticamente el hartazgo creciente del considerable sector de la sociedad dividida, que ya no soporta, casi tanto como ellos, las petulancias e imposturas del cristinismo.
O siguen así, en la cola, apretujados adentro del látex.
Con la cabeza gacha, el abrazo fácil y el aplauso competitivo.
Predispuestos.
Hacia la Tía.
Oberdán Rocamora
para JorgeAsisDigital.com
Continuará
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