Se encontraba en un lugar extraño....
No sabía exactamente como había llegado allí.
Muchas veces se decía que la vida lo
había llevado por sus caminos, pero se resistía a aceptarlo, porque desde su
juventud creyó en la libertad y, en la propia decisión, y consentirlo
contradecía sus principios.
Sospechaba que algunos hechos y
comportamientos tuvieron como efecto que se alejara de su hábitat natural y
apareciera en este hábitat que en sí no hubiera
deseado.
Además la sociedad cambiaba
rápidamente, aunque no se tomara conciencia.
Pero él que provenía de otro lado,
se daba cuenta y palpaba con mayor exactitud los
cambios.
Cambios que en su mayoría tampoco le
gustaban y a los que no se acostumbraba, pero debía adaptarse a riesgo de quedar
al margen.
Se sentía desenfocado, y se notaba
en la forma de comunicarse en sus relaciones con los demás, que eran casi
intrascendentes, con muy poco diálogo y sin comunicación, sobre todo de su
parte, y de sus pensamientos, ya que temía no ser comprendido y hasta raleado de
los grupos con los que interactuaba.
Tenía una deficiencia física que lo
condicionada y hacía todavía más difícil la integración y la fluidez de sus
amistades.
Observaba que había muchas cosas por
hacer, que no se hacían y que era factible
hacerlas.
Algunas las había hecho en otras
épocas, pero era otro tiempo, otro entorno y sentía que era otro, que ya no
tenía las ganas, el empuje y las fuerzas de antes.
Día a día veía como se repetían,
como quedaban situaciones inconclusas que pasaban a su lado, y a las cuales no
podía ignorarlas y hacerse el distraído.
Pareciera que en un momento hubo un
quiebre en su vida, que no había terminado de digerir, que no había resuelto y
que le pesaba en su espíritu.
Que había perdido la alegría, la
felicidad de dar, de ayudar al otro y de sentirse capaz de
ayudar.
La felicidad…
Que cosa tan grande y
que sentía tan lejana, quizás porque hubo muchas pérdidas en su vida, algunas
comprensibles, pero otras no.
Se debe ser feliz, pero como
lograrlo, parecía imposible aunque no quería reconocerlo porque siempre predicó
que era una obligación ser feliz.
Caminaba por las calles sin saber
que buscar o a la mejor buscándose a sí mismo.
De pronto divisó una iglesia, y
entró en ella.
Había gente, un pesebre al lado del
altar y un hombre vestido con ropas ceremoniales que hablaba de un niño que
había nacido hace muchos años, pero que su nacimiento se repetía todos los años
en el corazón de los hombres.
Que ese niño era Dios, y que había
asumido la condición humana por un acto de amor infinito, hacia la creatura que
había pecado.
Que no sólo había perdonado sino que
se había disminuido tomando su carne, y que en su vida habia sufrido toda clase
de humillaciones, hasta la muerte.
Por que no hay mayor amor que dar la
vida por el que se ama, y Él amaba a todas las
criaturas.
Sintió que había todavía demasiado
amor en su vida, y que tenía mucho que dar.
Que no podía perder los días que le
quedaban de vida, preocupado y ensimismado en lo que no entendía o no estaba de
acuerdo.
Que era el momento de dar, todo lo
que tenía en un acto de amor y solidaridad.
Porque si la vida no es un acto de
amor no vale la
pena vivirla...
Elías D.
Galati
No hay comentarios:
Publicar un comentario