La visita del Papa Francisco a Brasil para las Jornadas Mundiales de la Juventud ha dejado una impronta que la historia juzgará en su magnitud con el correr del tiempo.
Pero algunas acciones del Sumo Pontífice pueden ser hoy, sin embargo, analizadas dentro del contexto de la inmediatez.
Francisco se ha desempeñado por estos días no sólo como la máxima autoridad de la religión que representa a millones y millones de hombres y mujeres en el mundo sino también como un hombre político.
Muchas de sus definiciones se han encuadrado en ese ámbito y muchas de sus acciones también.
A conciencia ha enmarcado su discurso dentro del espacio religioso en sus homilías y en el terreno político en sus mensajes.
Ha generado por otra parte un vínculo de apertura para la reflexión entre el evangelio diario, palabra de Dios, para los católicos, y su meditación y vínculo para el aquí y ahora.
En un territorio en donde los evangelistas ganaron en los últimos años adeptos, se movió como pez en el agua con los medios de comunicación social.
La Iglesia Católica siempre fue reacia a utilizar las herramientas que día a día se iban creando para enriquecer la comunicación entre los pueblos.
Francisco tomó cuenta de esto y uno de sus grandes méritos fue que se animó a cambiar y no sólo eso sino que él, que proviene de un ámbito de reflexión como el de los jesuitas encabezó esa transformación retomando un camino que el Joven Juan Pablo II había ejercitado pero que en su largo Papado y por el atentado que sufrió había decrecido en su práctica.
Francisco volvió a hacer que esa Iglesia se visualizara no sólo para sus fieles sino para el mundo entero.
Los millones que estuvieron en Río de Janeiro se multiplicaron en las pantallas de la televisión del mundo.
Logró también que se personificara a América.
La ubicó a los ojos de todos en tiempo y forma.
Dijo: Esta es América, la mostró en sus fortalezas y debilidades.
Les habló a los que la conducen.
Criticó duramente la corrupción y les entregó una llama encendida a los jóvenes.
Puso en práctica todas las enseñanzas de los grandes líderes.
Tomó una responsabilidad al frente de la transformación que cree que el mundo necesita y para eso no sólo apeló al mensaje religioso sino también a un fuerte y claro mensaje político.
Como para que no quedaran dudas, por último, dio la primera conferencia de prensa que un líder religioso diera.
Se la concedió a los periodistas que viajaron en el mismo avión siendo representantes de los más diversos medios, de países diferentes y sin ningún tipo de condicionamiento.
Volvió a demostrar la importancia que para él adquirió la utilización de los medios de comunicación.
Se atrevió desde la oralidad a la palabra escrita que recorrería en horas el mundo.
Nada será igual en la comunicación para la Iglesia Católica desde ahora.
También desde ahora los comunicadores tendremos un desafío: lograr que los otros líderes religiosos respondan las mismas genuinas inquietudes que le fueron planteadas a Francisco para que también puedan ser escuchadas por el mundo como lo fueron las de un Papa que todos sentimos que es un poco de todos.
Carolina Perin
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