"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 23 de septiembre de 2013

El fastidio

Se define como disgusto, desagrado, hastío, repugnancia que causa una cosa.

También como enfado y cansancio.
Y lo fastidioso como aquello que enfada, es inoportuno y causa disgusto, desazón y hastío.

En este mundo que vivimos, son innumerables las veces que hemos sentido fastidio, como así también la que hemos sido fastidiados, y a veces a conciencia o no, la que hemos fastidiado a los demás.
Esta actitud del espíritu tiene que ver con la forma de vida, con estar conforme o no con la existencia, lo que sucede a nuestro alrededor, lo que hacemos, lo que logramos, lo que proyectamos.
Hay un convencimiento casi general, que la relación con el fastidio, se debe a factores externos del medio o de otras personas, que nos afecta, del cual no somos nosotros responsables y que nada tiene que ver con lo que somos o lo que deseamos.

Pero en principio, se crea o no esta explicación, el fastidio tiene que ver con una disconformidad interior, con un enojo desde nosotros y hacia nosotros mismos, por no poder o no saber cambian la situación que nos desvela y nos acongoja, que nos hace mal y no permite que vivamos en plenitud y de una forma adecuada.

Es un signo de impotencia, o también a veces de cobardía, por no decidirse a cambiar, a tratar de evitar las consecuencias de lo que sucede, con una posición distinta a la asumida hasta entonces, porque si nuestra respuesta va a ser la misma, inexorablemente se repetirán los hechos que nos molestan.

Tres causas inciden sobre nosotros para provocar el fastidio:
Nuestros propios hechos,
los hechos de los otros,
y las circunstancias exteriores de la vida que nos toca vivir.

El más profundo es el que corresponde a nosotros, ya que sabemos cual es el motivo, está en nuestro interior, conocemos y provocamos su manifestación y por alguna causa voluntaria o traumática, continuamos provocándolo en lugar de buscar soluciones al mismo.

A veces por temor al cambio, otras por comodidad y las mas de las veces por lo desconocido, pero es una actitud especulativa del espíritu que se ha apoltronado y no quiere variar la situación de aparente comodidad en la que se encuentra.

También puede suceder que exista cierta cobardía en nuestro proceder, que nos inmoviliza y no permite que cambiemos el rumbo que está siguiendo nuestra vida.

En algún momento la situación se hace intolerable y la ruptura es imprescindible, pero de forma traumática y no siempre de la mejor manera ni con el mejor cambio.

Los hechos de los otros inciden en nuestra vida, en mayor o menor medida de acuerdo a la cercanía o al afecto que le tengamos a quienes los provocan.

Hay una sensación de impotencia, porque no podemos obligarlos, y nuestra prédica para evitarlos no es comprendida.

El mundo post moderno lleno de egoísmos, soberbia y desconocimiento de la solidaridad ayuda a que tanto nosotros como los demás, pensemos primero en lo que nos conviene, sea bueno o no, adecuado o inadecuado, conveniente o pernicioso, y no tengamos en cuenta al otro.

A veces por el parentesco o la cercanía familiar producen situaciones que exceden el fastidio para convertirse en desesperantes y trágicas.

La relación de pareja, y las relaciones entre padres e hijos y entre hermanos son las que más frecuentemente están al alcance de estos procesos.

Sólo una gran humildad, una gran paz interior y una tolerancia sobre abundante, hace posible que puedan sobrellevarse.

Las circunstancias exteriores de la vida muchas veces no condicen con nuestras apetencias, nuestros deseos o nuestros proyectos.

Estamos disconformes con el lugar que vivimos, la forma y el habitat que ocupamos y la relación y el trabajo que debemos hacer.

Por años hay gente que sufre estas frustraciones y vive en permanente estado de fastidio y rebelión interior.

Pero no hay otra solución que vivir armoniosamente y en un estado de amor, hacia nosotros, hacia los otros y hacia lo que nos toca vivir.

Poniendo todo nuestro empeño y toda nuestra capacidad en tratar de mejorar y cambiarlo, pero aceptando nuestras propias debilidades, las decisiones de vida de los otros, y las circunstancias que no podemos cambiar.

Amemos lo que tenemos, con todo nuestro corazón y toda nuestras fuerzas y respetemos a nuestros hermanos tal como son, y el fastidio saldrá de nosotros y podremos ser felices.

Elías D. Galati





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