"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

miércoles, 23 de octubre de 2013

Una historieta surrealista y argentina

Libros en agenda

Por Silvia Hopenhayn  | Para LA NACION

Cada noviembre, un Copi.
Es lo que viene haciendo la editorial El Cuento de Plata.
Y es una alegría argentina.

Ya el año pasado publicó, para estas fechas, Los pollos no tienen sillas,
con la presencia estelar de la señora sin nombre, la mujer a veces bella, horripilante, virgen o erotómana, madre, hija, viuda; en fin, ella:
La mujer sentada (y el pollo, álter ego de su creador, una especie de Clemente afrancesado).

Así se refería Copi (1939-1987) al personaje de su historieta:
"La mujer sentada no es ni siquiera un personaje, es más bien un estado de ánimo, no es ni siquiera un estado de ánimo, más bien es una manera de mirar las cosas.
Es alguien que está sentado, es una mujer pero no tiene edad.
Un día ella es marquesa, al día siguiente es una portera, al otro no es nadie, al otro es una vieja, al otro una abuela que tuvo 90 hijos y después es una católica virgen y después una puta.
Ella ni siquiera tiene nombre; sí a veces tiene un nombre, pero lo olvidó enseguida, y al otro día tiene otro".

Ahora la misma editorial lanza una nueva serie de La mujer sentada, por primera vez en español y en graciosa traducción del poeta Silvio Mattoni
(Copi publicaba estas tiras en francés, en Le Nouvel Observateur, en los años 60 del siglo pasado).

Ya ver a esta dama en la tapa, frente a su calidoscópico espejo, con esas cinco líneas de pelo, nos invita a visitarla.
Porque de eso se trata.
Si una mujer permanece sentada (porque está enferma, protesta o la abandonaron) es siempre motivo de alguna visita.
A veces, el pollo, un caracol enamorado, su hija que se metamorfosea, un chancho ardiente, su marido Horacio, que vuelve luego de 20 años de haberla dejado, y que en otras ocasiones se desentierra (ya muerto) para arrebatarle una mandarina.

Copi consigue no darle forma definitiva a nadie, aprovechando la cualidad del trazo.
No hay camino trazado cuando se es un dibujo.
¡Qué privilegio!
¡Y qué bien lo aprovecha Copi!
Hasta lo vuelve filosófico, sin caer en la introspección, que tanto aborrecía.
A modo de ejemplo, transcribo el "chiste" de la página 64 (sin el dibujo, tan límpido y locuaz):
- "Odio el lenguaje", dice la mujer sentada.
- "¿Por qué?", pregunta el pollo.
- "¡Me ocupa buena parte del dibujo! Si nunca me puedo parar, ¿de quién es la culpa?...
¡Del lenguaje!", se queja la mujer sentada.
- "Pero el lenguaje le permite expresarse", dice el pollo.
- "¿Expresarme, yo? Ja, ja, ja. ¿Qué expreso yo? ¡Nada!", replica la mujer sentada.
- "Es verdad", asiente el pollo.
- "¡Porque además sólo me hacen decir pavadas... esto me pasa por trabajar para un dibujante intelectual!", cierra la mujer sentada.

Una de las versiones de su inmovilidad aparece en esta tira, cuando cuenta que su marido le dijo:
"Siéntate ahí, en esa silla, ¡vuelvo a buscarte enseguida!".
Y ahí se quedó, para todos nosotros, una chimentera surrealista balconeando el mundo.

La mujer sentada , de Copi, nos permite anticipar la liviandad del verano con humor ácido y generoso.
Y también hacer una sentada cómica y crítica (¡reflexiva al fin!)
Antes de levantarnos a votar este domingo.

© LA NACION

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