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viernes, 29 de noviembre de 2013

¿Otra oportunidad para Pichetto?

Por: Carlos Mira - Publicado: 29/11/2013 - EDITORIALES

El senador Miguel Angel Pichetto tomó la palabra en el Senado y adelantó que votaría positivamente la reforma del Código Civil y Comercial porque ese era un proyecto de su gobierno.
Pero advirtió que no lo compartía.
Le imploró a la Cámara de Diputados que lo modifique y dejó en claro que su voto lo emitía sólo por obedecer órdenes.

Se trata de una de las confesiones más lacerantes de cómo se entiende la democracia en la Argentina:
Según las mismas reglas que rigen una barraca militar; por las leyes del mando y la obediencia, por la existencia de jefes que ordenan y soldados rasos que obedecen.

El senador Pichetto además de resignar sus deberes -porque él juró por la Constitución -no por el estatuto del FPV- le endilgó a otros que tomen las responsabilidades que él rehusó cumplir.
Le pidió a y deseó que, los diputados modifiquen el proyecto que su pusilanimidad no se animó a rechazar, y no fue fiel a lo que su conciencia le indicaba como lo mejor para la república.

Con sus palabras, el senador por Río Negro seguramente cree que recibirá el apoyo de todos aquellos que consideran que el cambio del código es en muchos aspectos -no en todos- pernicioso para el país.
Pero no.
Al contrario, probablemente haya sido el blanco de las críticas de todos:
De aquellos que aguardaban, como mínimo, su voto en silencio y de los que creen que efectivamente lo aprobado daña los derechos civiles, las libertades individuales y generan una relación desigual entre el Estado y los ciudadanos más profunda aun que la que ya verificamos todos los días.

Si Pichetto tenía esos temores debió exponerlos clara y categóricamente y luego, apoyado en esos argumentos, votar en contra, más allá del partido al que pertenezca.

Lo que vimos fue un caso de disciplina partidaria llevado al extremo.
Pero la pregunta más inquietante es cuántas veces se repiten estos casos en el Congreso,
cuántas veces los argentinos nos debemos aguantar que nuestros representantes hagan una reducción de su trabajo como tales para pasar a representar la voluntad de una sola persona y no la de los millones que los votaron.

Se trata de interrogantes respecto de los cuales todos sabemos sus respuestas: ese mecanismo es la regla... Votar a conciencia es la excepción.

¿De qué vale entonces tener un Congreso de 329 miembros?,
¿por qué no elegir uno que tenga tantos miembros como partidos o agrupaciones políticas en donde esos “representantes” votarán a mano alzada lo que les indiquen los caciques de sus sectores?,
o mejor aun, ¿para qué tener Congreso si el resultado de las votaciones puede conocerse de antemano según sea el número de representantes que cada agrupación tiene?
Para eso que solo valgan las órdenes de los jefes.
Todo el proceso se simplificaría y el país se ahorraría una tonelada de dinero presupuestario.
Total, de todos modos, las decisiones no cambiarían.

Obviamente que cierto grado de organización debe de haber en lo que nosotros llamamos “bloques” y lo que los norteamericanos llaman “party lines”.
Pero una cosa es eso y otra es transformarse en un zombie levantador profesional de manos que alza su voto aun cuando su estómago y su conciencia le digan otra cosa.

¿Podrá dormir con la conciencia tranquila la gente como Pichetto?
Seguramente si.
Su tranquilidad le viene aportada desde otros lugares más que desde sus conciencias.

Pichetto deberá preparase para otras próximas obediencias.
Ayer ingresó al Senado la nómina de jueces que la Sra de Kirchner propone para integrar la Cámara de Casación Penal.
Todos son miembros de Justicia Legítima la agrupación de legistas kirchnerista.
La mayoría son de cuna marxista, como Eduardo Barcesat el abogado que increíblemente se hace llamar a sí mismo “constitucionalista” cuando si la Constitución fuera una persona moriría por el solo hecho de enterarse de que Barcesat es uno de los que la estudian.
Barcesat promovió la reforma para permitir la reelección de CFK,
representó al Estado en las audiencias por la ley de medios y patrocinó al gobierno en el caso Papel Prensa y a Victor Hugo Morales -también marxista- en su causa con Hector Magneto.

Alan Lud es abogado de las Abuelas de Plaza de Mayo y Gustavo Ferreyra es un discípulo del abolicionista del Derecho Penal Eugenio Zaffaroni.
Los demás son en su mayoría profesores universitarios, muchos en el área constitucional con lo cual uno va entendiendo también por qué teniendo la Constitución que tenemos estamos como estamos.

Pero volviendo al hilo central de este comentario, ¿qué hará Pichetto con estos nombres?
El senador que seguramente apoya a “su” gobierno en las negociaciones por YPF y que en su momento votó su confiscación, ahora estará frente al brete de nombrar a jueces cuya formación es exactamente la contraria a la corriente filosófica que ilumina la Constitución.
Seguramente su mano respetará la disciplina partidaria y más defensores del Estado colectivista pondrán sus pies en los estrados de la Justicia.
En ese momento de nada valdrán los amagues que hoy entusiasman a un conjunto de crédulos inocentes.

Efectivamente en algunos círculos financieros cuya ilusión asombra, se cree que el gobierno ha iniciado un camino para recomponer racionalmente la economía y las relaciones financieras con el mundo.
Su entusiasmo nace del acurdo con Repsol.
A partir de allí imaginan otras etapas que incluyan el arreglo de la deuda aun en default, el Club de Paris y la recomposición de relaciones con el FMI.
Mientras el gobierno llena de colectivistas los juzgados que en el futuro entenderán en las causas que involucren a sus clientes.

La Sra de Kirchener parece decir “sigan creyendo en estos espejitos de colores superficiales mientras yo sigo trabajando en los cimientos para que no quede en pie ni una sola columna de libertad….
cuando tenga en mi poder esas bases estructurales de la república y mi avanzada maneje la justicia y la confección de las leyes, me reiré de sus ilusiones ‘pro-mercado’”.
Cristina parece hoy una presidente que actúa en un segundo plano, con una zapa ideológica a la que no renuncia, mientras otros hacen un trabajo superficial de distracción y disimulo.

¿Votará Pichetto y los demás “pichettos” a estos jueces?
No habrá allí oportunidad para “tirarle el muerto” a los diputados, porque los acuerdos de los jueces los otorga solo el Senado.

Tal y como vemos la realidad, quedan pocas dudas de que esa infantería del colectivismo se instalará prontamente en los sillones de los jueces.

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