"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 16 de marzo de 2014

Del rojo al amarillo

José Antonio del Pozo

Torrente era senador y, para más inri, socialista
Sí, si, mucho forrarse a base de bien Segura, cardenal también de los Indignados, sirviéndose de una mofa de la más baja estofa de un imaginario policía facha, pero la cruda realidad demuestra que el verdadero Torrente era senador, y que era además –oh, San Pablo Iglesias mío- socialista.
¿Menguará en algo esa terca realidad la leyenda propagandística que acompaña a los aviesos fachas y a los filántropos socialistas?
En nada, pues de mantener bien férrea esa ingeniería simbólica en las conciencias ya se ocupa el hegemónico mester de la Progresía –controlan la mayoría de los libros, de las pelis, de las canciones que se hacen- y su delicado encanto bienpensante.
Mejor, mucho mejor entonces remirarle los ojos a Ana Oramas, que a este Torrente socialista. Sólo la lírica puede un poco salvarnos, lector, I promise you.  

¿Sería el ejemplar episodio del senador socialista liándola parda en el burdel parte de la catarata de orgasmos democráticos que Zerolo nos aventara al inicio de la legislatura?
Quizás, quizás… quizás.
El factótum del socialismo canario, Jerónimo Saavedra, en frase más propia de uno de esos estereotipados fachas que nos ponen en todas las películas y series, agarra, va y afirma que “no se puede reprochar a un político que celebre el fin de carrera de su hijo en un prostíbulo”.
Como lo oyes, que es que los progresistas se atreven con todo.
Le han hecho dimitir, pues hay comicios a la vista, pero en nada se le ha visto al progresista senador contrito y avergonzado.
No finjamos, por otra parte, indignación:
El senador Curbelo, -qué ojo el de quien lo eligió para tan alta magistratura- sus exabruptos portuarios, sus modales de matachín tabernario, su tan soez habla, su paranoia conspiranoica, el descontrol antisocial de su conducta, su bárbaro desparrame, esa calaña, en nada nos inmutan.
Los pestilentes efluvios del buen Curbelo son la peculiar fragancia de aquestos Tiempos de la Mugre.
Es seguro que en La Noria y el Sálvame se rifan ya al sucesor de  NachoPolo-NachoPolo.
   
Qué fácil sería ahora relacionar el caso Curbelo-los orgasmos de Zerolo-las niñas que quieren ponerse tetas de la Aído-los talleres promasturbatorios de la junta extremeña y los videos porno para niños del tripartito catalán con Saló y los últimos ciento veinte días de Sodoma, todo en un ramillete de hojas putrefactas ahora que el zetapeísmo se desvanece en el fétido viento que le es propio.

No merece la pena, lector.
Recordar, sí, que Bibiana Aído, esa celosísima defensora de la dignidad de las mujeres, debió, nada más pisparse del “asunto Curbelo”, plantarse de oficio con cien miembras de las suyas a la entrada de la sauna de marras y blandir allí ante el energuménico senador unas bien afiladas tijeras a lo Lorena Bobbit.
No para cortar ningún miembro, no, no para sancionar, como gritaban hace poco las feministas, lo que sin duda merecía una violación –y la prostitución, la esclavista trata que hay tras ella, en muchos casos lo es-, no, tijeras bibianas allí sólo para amedrentar un poco a la Bestia, a la senatorial Bestia, digamos.

Dejarle al menos el número de aquel estelar invento bibiano, el “teléfono para hombres”, el que, como Aído dixit, “les ayude a canalizar su agresividad”. 420.000 euritos costó el telefonito de la esperanza bibiana. Hubiérase así redimido Aído del mal trago social que su “millonario” enchufe en la ONU a todos nos ha dejado.
Y es que quizás en Aído retumbe el latido de un misterio más formidable aún que el del gomero senador desquiciado en el burdel.    
     
Pero a uno -te lo confieso a ti, lector, que pese a todo me sigues, a quién si no- el torrente Curbelo y su caso le trajeron de nuevo a la memoria… a la impar Ana Oramas, la guapa e inteligente diputada, canaria como el buen Curbelo, de cuya adoración zetapeica el otro día hacíamos glosa aquí.
Díjole entonces Ana, con indecible melancolía adherida al afortunado acento, al indiscutible Presidente: “usted y yo nos perdimos muchas cosas de las vidas de nuestros hijos…  -
y aquí de golpe el tono se le tornó cantarín y ensoñador a Ana-
…pero la vida que le viene ahora tiene un montón de momentos, y agárrelos fuertemente, y lo va a disfrutar y se lo merece, se lo merece a nivel humano y a nivel personal…
Y me dije, ostras, qué te apuestas que el tosco Curbelo estaba eso mismo escuchándole a Ana, y que, como delendum zapaterismus est, así y para sí mismo se tradujo él, como rijoso trasunto de burdel, la urgencia de vivir y de exprimir, y al lado del propio vástago, sangre de la propia sangre, claro, antes de que se vaya al garete todo, el esencial néctar de la vida.
Y pensé luego, a lo Alberti, se equivocaba el buen Curbelo, se equivocaba.

¿A que sí, Ana?  

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