Espero que no se vea en la censura al discurso de una mujer, por importante que la Señora sea, algo machista.
Es verdad que ella es, por decirlo a lo Ricky Martin, una mujer especial, como caída de otro planeta más inhumano aún que éste, que así es Mónica. Mónica Oriol es Presidenta del Círculo de Empresarios, consejera de Indra y, según leo en ABC, presidenta de Seguriber Umano, empresa encargada de la seguridad exterior del Madrid Arena el día de la luctuosa avalancha.
Sólo ya por eso, de haber en ella alguna molécula de humanidad, debería, en fin, guardar cierta ponderación al manifestarse.
Pues se ha despachado encima la Señora, en tanto que representante de su empresarial círculo, con una crueldad que es sangrante, la propia sólo de una avaricia desalmada y de un agiotista sin entrañas, peor incluso que el Mr Scrooge dickensiano:
-“Tenemos un millón de personas así, sin formación alguna, y un salario mínimo que te obliga a pagarles, aunque no valgan para nada, un dinero que no producen”.
Mire, Mónica, se puede y se deben combatir con determinación, aunque te suponga a menudo el ir a contracorriente y sentar plaza uno como enemigo del Pueblo, los dogmas socialistas, los letales automatismos del Estado del bienestar y los desastrosos efectos no visibles que una legislación paternalista y buenrrollista acarrea a medio plazo para las libertades y la prosperidad de una sociedad; lo que nunca se puede hacer es manifestar ese brutal desprecio, prueba de una insensibilidad inhumana entendible sólo en un vil chupasangre.
Es que es además una odiosa falsedad esa de que hay un millón de personas que no sirven para nada.
Aquí lo que Shakespeare pensando sobre los judíos, fíjese usted, para todos dejó, doña Mónica:
“Si nos pinchan, ¿acaso no sangramos?
Si nos hacen cosquillas, ¿acaso no reímos?
Si nos envenenan, ¿acaso no morimos?
Y si nos agravian ¿no debemos vengarnos?
Si nos parecemos en todo lo demás, nos parecemos también en eso”.
Su cruel estupidez, su pérdida del elemental respeto, doña Mónica, sirven sólo para dar alas a los borrokas, que al menos para destruir sí que ellos sirven, y a los enemigos de la economía libre, tan numerosos aquí.
No son los empresarios como usted a los que este anónimo bloguero defiende, desde luego.
No vale pedir luego someras disculpas.
Una persona responsable bajo ningún concepto puede producirse con esa intolerable crueldad en público.
Debería haber dejado ya usted su cargo.
Debería ya, el Círculo empresarial que a usted la aúpa, haberla descabalgado de su cúspide.
De lo contrario corroborarán una vez más que forman parte todos ellos de la Casta dominante...
Ese círculo siniestro que sobre los lomos de los demás viven, y a quien usted, al parecer, arde en deseos de hincarles más y más las espuelas.
José Antonio del Pozo
José Antonio del Pozo
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