"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 15 de febrero de 2015

El mal de Verbitsky

Jose Benegas

La señora no tiene ninguna cosa llamada mal de hubris/hibris.
Lo que tiene es mal de Verbisky.
Este señor es un constructor de realidades paralelas con invención de fantasmas malos que justifican crímenes de montoneros y demonios que no los dejan matar o robar. 
La señora se subió a ese relato y forma de construir realidades paralelas, pero ella no es la inventora, ni lo son sus lacayos.
Apenas quedó envuelta porque su marido descubrió que el método era ideal para llegar al “éxtasis” de la fortuna personal.

El problema del país con los kirchner, es el problema del país con Verbisky, un titiritero que antes de manejarla a ella, manejó a todo el pensamiento políticamente correcto (lo que incluye al 99% de la prensa), utilizando la culpa social proveniente del relato de que hubo una “generación maravillosa” que “murió por sus ideas”, cuando en realidad mató.
Y no lo hizo por sus ideas, lo hizo para conseguir el poder absoluto, impulsada por el resentimiento metido en su cabeza por curas tercermundistas.

No me meto ahora con la forma en qué se les respondió, sino cómo, a partir de eso, Verbitsky y sus cómplices armaron la fábula de haber sido ellos las víctimas del baño de sangre que armaron.
A partir de ahí se le permitió tomar posiciones de poder en todos los rincones del estado, como auditor moral de los derechos humanos, a un tipo involucrado como terrorista.
Entraron en la administración central, en las fuerzas armadas, en la policía, en la justicia y en el aparato deseducativo.
Siempre con el relato justiciero falso de un grupo de sátrapas cínicos, violentos y mentirosos.

Verbitsky nos explicó que privatizar era pecado, que el mercado era malo y que todos los que querían libertad eran genocidas, sospechosos de ladrones, poco serios, faranduleros rodeados de minas rubias que se hacían las tetas y hasta grasas que mezclaban pizza con champan.
Tiñó todo de cualquier cosa, igual que lo hace este gobierno ahora, que cuando quiere acabar con las críticas lo llama política de “todas las voces”.
Verbitsky le explicó al país la década del 70 y también la del 90, en esta etapa es el gran explicador de lo que algunos tardíos oportunistas descubren como el “relato”.

La señora no ha sido enloquecida por sus pastillas, sino por la mentira y la afección argentina a la mentira, en la que vive desde que empezó a dejar de matarse.
Uno ve a esos jovencitos corruptos ejercer la realidad paralela, en lugar de discutir.
No existe con ellos diálogo, se han hecho expertos en desbaratar el contacto con la realidad, como método de poder.
Disfrutan del abuso psicológico sobre sus interlocutores como si fuera inteligencia.
No más que lo que lo hace un idiota armado.

Como la tapa de Página 12 de hoy.
Ayer mataban por la espalda, eran capaces de ultimar a un profesor en su auto con toda su familia adentro, secuestraban y ponían bombas.
Cuando se les respondió, se presentaron como hippies idealistas que querían un mundo mejor, al que unos militares nazis querían terminar.
Y no lo hicieron por o a partir de los métodos ilegales para combatirlos, sino de entrada, aún con todas las instituciones funcionando.
Ni lo circunscribieron a terceros que la ligaron por rebote, sino que glorifican en monumentos a sus asesinos caídos.
Ahora roban como desaforados y cometen delitos en público, pero cuando se los denuncia es un golpe de estado.
Si seguimos así un día se hablará de la teoría de los dos demonios, para prohibir mencionar con el INADI lo que han robado y decir que los únicos demonios eran Nisman y Pollicita.
En tribunales se bajarán las fotos de ellos para poner las de D’Elía y Esteche.

Decían que estaba mal combatirlos de modo ilegal y estoy de acuerdo.
Cuando se los combatió de modo legal también se hicieron víctimas y mataron a sus jueces, descalificando a la Justicia.
Ahora no se combate sus crímenes de modo ilegal, pero igual descalifican a la justicia llamándola “corporación judicial”.
Se lo hace con fiscales, jueces y denuncias, de las que pueden defenderse pero, en lugar de hacerlo, atacan.
Es el trabajo de la permanente resignificación, al modo del ministerio de la verdad orwellinao.
Antes para las bombas, ahora para las bóvedas. 
Pero es lo mismo.

El problema no es la historia en sí, sino si de verdad queremos liberarnos de esta tendencia macabra.

El único secreto es sumar gente dispuesta a manejarse con la realidad en un país que ha resuelto estar loco para no sentir culpa, y cuyo producto es el engendro que gobierna y todo su séquito de miserables.

¿O qué más tienen que hacer para que nos demos enterados de que mienten?

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