"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

sábado, 18 de junio de 2016

Asalto a la Justicia

Relato de la reunión del Juez Adolfo R. Vázquez con Néstor Kirchner
Una mañana, en pleno juicio político contra el ministro Eduardo Moliné O’Connor después de la renuncia del presidente de la Corte: Julio Nazareno, recibí una llamada de mi amigo Jorge Antonio, a quien conocía desde mi juventud cuando militaba en el gremialismo, invitándome a concurrir con urgencia a su casa, en la calle Paraná 1279.
Al llegar me sorprendí al encontrarlo sentado en el living, junto al presidente Kirchner.
Me invitó a tomar asiento y me preguntó qué podía servirme.
Le pedí un mate cocido y, acto seguido, me interrogó en forma directa sí estaba dispuesto a colaborar con el gobierno.
Le respondí entonces que nuestra Corte nunca había interferido con ninguno de los gobiernos y que n uestra función era tratar de ayudar en todo lo que fuera posible.

A continuación me dijo que lo más importante era que se convalidara una nueva ley que declaraba la nulidad de las leyes anteriores de Punto Final y Obediencia Debida que había dictado el Congreso.
Y, además, el gobierno necesitaba reestructurar la deuda, para lo cual había que apoyar la pesificación cambiando los votos de la Corte en ese sentido.
Sus palabras fueron:
-          Yo tengo dos amigos en la Corte, y al que más afecto le tengo, es a Ud., a quien conozco de muy joven, tal como se lo dije al presidente, y señaló a Kirchner.

Yo estaba bastante confundido pero atiné a decirle que en la feria del 2002, el doctor López y yo (los otros ministros que habían adherido) habíamos preparado la causa Smith.
Que en lo relativo a las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, la Corte se había expedido en reiteradas oportunidades declarando su constitucionalidad  desde la época del presidente Alfonsín, criterio que se mantenía hasta el momento.
Añadí que yo podría tomar una licencia, y le aclaré, además, que había intentado presen tar mi renuncia al ex presidente Duhalde pero que éste la había rechazado diciendo que era el criterio compartido por el propio Kirchner, ahí presente  y que, de verdad no entendía el hecho de que no se me hubiera aceptado mi dimisión y ahora pretendieran echarme.
Agregué que no quería irme de ese modo ni estaba dispuesto a ser obligado a renunciar.
Volví a insistir en la idea de tomarme   una licencia o que me dieran la posibilidad de una salida más elegante
Entonces Jorge Antonio me respondió que sí Enrique Petracchi (que evidentemente era su otro amigo) había aceptado su proposición a pesar de haber sido designado por Alfonsín, no entendía porque yo no…
Le respondí entonces  que me dejara pensarlo y que al día siguiente lo vería.
Sin embargo, en ese momento Kirchner se levantó de su asiento, me puso una mano  en la espalda y dirigiéndose a Jorge Antonio, le manifestó:
-          “Ya le dije Don Jorge que era perder el tiempo” y se encaminó a la cocina.
Don Jorge me dijo entonces:
-          “Creo Adolfo que está cometiendo un  grave error. Duhalde piensa lo mismo. Usted está en una posición de mucha debilidad. Me parece que debería aceptar. Yo no puedo hacer más. Fue un consejo de puro amigo.

Finalmente, algunos se avinieron al trato y pasaron a integrar la nueva Corte, ideológicamente afín a los caprichos de Kirchner, mientras que otros n os rehusamos.
A partir de ese momento empezaron la guerra mediática y las agresiones de todo tipo, como atentados, amenazas telefónicas, por carta, que muy bien supo manejar el gobierno gracias a la posición ventajosa de uno de los poderes del estado, que contaba con inmensos recursos de publicidad  “oficial” de os que el Poder Judicial, carecía.
En nuestro caso a través de esa campaña se habló de nuestra conducta o de resoluciones que habíamos tomado en distintos casos aplicando el Derecho cómo máxima autoridad  en la materia.
Se nos trató de una “supuesta mayoría automática” (convenientemente resucitada años después de su olvido), que no solo nunca había sido tal, sino que en todo caso lo hubiera sido de tres gobiernos anteriores (De la Rúa, Rodríguez Saá y Duhalde)
Ningún peligro de “dependencia” del poder político kirchnerista podía imaginarse ya.

De hecho, el gobierno de De la Rúa había transcurrido sin enfrentamientos con el poder Judicial y, lo propio ocurrió en alguna medida con el gobierno de Eduardo Duhalde, luego que este comprendiera, después de un intento similar de su gobierno de hacer un juicio político 2002 contra la Corte Suprema que fue rechazado en ña Cámara de Diputados, el acierto de nuestra Corte de haber protegido, la propiedad privada por un lado y la pacificación del país, por el otro.
Lo único que no puede hacer un juez, es militar en un partido político mientras ejerce el cargo de magistrado...

Adolfo R. VÁZQUEZ


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