San
Lavagna
Por
Luis Ojea
“Pocas
personas ven con sus ojos y piensan con su mente” - Albert Einstein
Hay
que refrescar nuestra débil y endeble memoria, dado que el peronismo y un
sector del periodismo, buscan instalar a
Roberto Lavagna como el “nuevo” Salvador del país, donde a modo de ejemplo,
el pasado mes de enero un semanario importante del país sacó, en su tapa, una
foto suya con el título:
“Operación San
Lavagna: el candidato del Milagro” cuya tarea sería la de ser el “encargado
de sacar al país del pozo y la crisis económica”, al ser “el salvador de la
crisis del 2002”.
Podemos
ver que se sigue con la anacrónica idea y vieja tara cultural, de seguir
esperando al Mesías, el Hombre/Mujer Providencial, el Iluminado/a, que genere
el Milagro Argentino y ponga al país donde siempre debió estar y no lo han
dejado: ¡entre los mejores del mundo!,
pero que sólo demuestra nuestro eterno pensamiento mágico infanto/juvenil!.
Veamos el
“milagro” de Lavagna en el 2002, ya que se lo propone como el Santo del
Milagro Argentino.
Lavagna
ha dicho recientemente: “El problema de los argentinos no se resuelve por la
vía del ajuste”.
Fue
Ministro de Economía de Duhalde, el “Gran
Ajustador” y su gestión fue producto de recibir en bandeja el ajuste
brutal más duro de la historia, practicado por Duhalde con su ministro Remes
Lenicov, unos meses antes con sus consecuencias:
350% de devaluación,
cesación de pagos de los intereses de la deuda externa, que Lavagna
desde su Ministerio mantuvo,
licuación
de los salarios reales y jubilaciones en un 60%, una pobreza final que llegó al 54%, con un 30% de indigencia,
la
apropiación de los depósitos en dólares de la gente, a la que se le dio en
cambio dinero totalmente devaluado.
El consumo
privado caído un 15%, las inversiones el 36% y un PBI de 93.
En
su gestión Lavagna aplicó la más clara receta populista y no tuvo necesidad de
ningún plan antiinflacionario, porque
partió con el ajuste inmisericorde de Duhalde, que le dejó una diferencia a su
favor del 350% en dólares en la relación de precios.
Aumentó
el gasto público nacional y lo llevó del 24% del PBI al 30%, financiado con
emisión monetaria e impuestos (la vieja fórmula de siempre).
No
obstante, su gran recuperación económica en esos tres años, igual quedó por
debajo del valor del PBI del 98, que recién iba a alcanzar ese valor en el
2008.
Lavagna
fue llamado el “anti - campo”
porque reinstaló las retenciones que habían sido sacadas 12 años antes por
Menen y usó el campo como caja para atender el déficit fiscal, lo que suena a
populismo craso y empezó el desmantelamiento de la ganadería, al limitar la
faena de ganado vacuno, proceso completado magistralmente después por el dúo
Kirchner.
Así
sin tener que pagar los intereses de la deuda, uso ese dinero para hacer crecer el gasto público y reactivar la
economía.
El
déficit comercial externo lo cubrió con la fenomenal devaluación, ya que las
importaciones se desplomaron en un 60% y aumentó las exportaciones con la vieja
receta populista del “dólar competitivo”.
La inflación del
primer año de su gestión fue del 40% y en los cuatro primeros meses llegó al
13%.
A
principios del 2005, cuando con su política económica empezaba de nuevo el
clásico proceso inflacionario de dos dígitos, quiso imponer el control de
precios, receta populista que ya había
usado cuando fuera funcionario en el 73 de Perón, que no le ayudó.
Envió
una ley al Congreso, que fue luego aprobada, comprometiendo los contratos de
deuda externa firmados durante los noventa.
En
materia de valores políticos, como diría el sociólogo Thorstein Veblen, es un hombre muy “versátil”:
Estuvo
con Perón en el 73, con Alfonsín en los 80, con Duhalde en el 2002, con Néstor
en el 2003,
con
un rejunte de peronistas, desarrollistas y radicales para su candidatura a
Presidente en el 2007 y con Massa en el 2015
Hoy
su capacidad operativa en el sistema político es muy baja y aspira a encabezar
una alianza de ficción que capture al votante de la angosta callejuela del
medio.
Cuenta, con el
apoyo del empresariado que la está pasando muy mal con los “Cuadernos” y
la política económica de Macri.
Lo
apoyan peronistas como Duhalde, Pichetto, radicales como Ricardo Alfonsín,
sindicalistas como Luis Barrionuevo y también los medios enfrentados con el
gobierno porque secó la pauta oficial.
Roberto Lavagna
obtuvo en la elección presidencial de 2007, un 16% de los sufragios y con este
resultado obturó el triunfo de Carrió sobre Cristina.
Hoy
la debacle que hay que solucionar implica un Estado del que dependen de
distintas formas 19 millones de personas, proceso
que desembocó en una inflación en esos 12 años K de 1.800% y dejó un 35% de
pobreza, una deuda pública que era el 46% del PBI, con reservas del BC que
cubrían el 22% de la misma, una deuda
interna de 160.000 millones de dólares y en default, una crisis política y
de toda la dirigencia, con un tejido social destruido y hecho un colador y la
experiencia más nefasta en materia de corrupción.
De
economista con tres años de gestión a Presidente, para enfrentar esta crisis
terminal y asumiendo el descomunal
desafío de unir la “bolsa de gatos” que es el peronismo.
¿No
es muy ambicioso pedir que un economista de casi ochenta años, puesto a
político, puede ser el milagrero que resuelva el problema moral, político,
cultural y económico, en el que nos encontramos cuarenta y cuatro millones y
que se iniciara hace más de setenta años?
Lavagna
históricamente aparece como uno más del problema y lo quieren instalar como la
solución milagrosa.
¿Cuándo
vamos a aprender?
¡El
que quiere ver que vea!
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