En
la naturaleza existen seres de luz y seres de sombra, en especial en el género
humano.
Los
seres de luz adquieren otra dimensión, y priorizan el plano espiritual sobre el
terrenal.
No
tienen límites espaciales ni temporales.
Estos
seres poseen y transmiten una energía superior, que se manifiesta en el
bienestar que se siente escuchándolos o leyéndolos, o simplemente dialogando
con ellos y que manifiestan un sentido de paz y tranquilidad que permite
entender la vida, la naturaleza, y el
hombre aun en los aspectos peores y más oscuros de ellos.
Esa
actitud armoniza nuestro interior y logra que reflexionemos, refundemos nuestra existencia, y prioricemos
correctamente y en una escala valorativa, los bienes, las condiciones y nuestra
vida.
Los
seres de sombras, si bien son conocidos como fenómenos paranormales, en forma
de siluetas oscuras masculinas, que nos observan de manera silenciosa e
inmóvil, son en realidad quienes no han alcanzado la luz, es decir que no han
trascendido desde lo material a lo espiritual, o que priorizaron lo material como primordial en su mundo.
En
el devenir de la existencia hay personas que irradian con su presencia un
áurea, una dinámica de paz y armonía, y personas sombrías que incomodan,
desagradan y causan tristeza y estupor.
Pero
hay otra clase de seres, que son los
que se esconden en las sombras.
Posiblemente
no tengan la condición de ser sombríos, pero se enmascaran tras esa condición.
¿Cuál
es su objetivo?
En
primer lugar ocultar quienes son en realidad, disimulando sus verdaderas
condiciones y cualidades.
Luego
engañar a los otros, con una imagen falsa, que no corresponde a la realidad de
quienes son.
No
pueden exponerse a la luz, porque si no se sabría con claridad quienes son y se
conocerían sus cualidades y sus actitudes.
Ocultos
en las sombras pueden generar otra condición, otra manera de obrar que no es la
que se ve.
Estos seres
ocultos en la sombra,
no demuestran quienes son, ni cuáles
son sus intenciones.
Sólo
muestran lo que les interesa que se vea, y en los momentos en los que le parece
que son pertinente para su provecho.
El
hombre de luz da, proyecta hacia los otros, comunica, equilibra y vive en
contexto con su comunidad.
El
hombre de sombras intenta recibir, refleja hacia sí, buscando sacar ventajas de
toda situación y aprovechar las debilidades y bondades de los otros.
Su
ocultamiento deviene en una ventaja relacional, el ve y conoce a quienes
contacta, pero de él solo ven lo que muestra, lo que quiere que vean y no su
realidad.
Las relaciones
humanas de todo tipo, deben mantenerse en un ámbito de armonía, sinceridad y
autenticidad.
Cada
cual debe mostrarse como es, como siente, como piensa y actúa en relación a lo
que es.
No
hay otra forma digna de encarar cualquier relación.
En
las relaciones de autoridad y subordinado, ocultarse es todavía más pernicioso
y trágico, puesto que la fachada que se muestra es otra, y no la auténtica.
Debemos
ser seres de luz, diáfanos, auténticos, sinceros, portadores de la verdad y de
los valores esenciales del hombre.
Nadie
puede ser digno en el engaño, y el ocultamiento es una forma de engaño.
Los
hombres, el mundo, necesitan seres de luz.
Seres que
proclamen la verdad, la realidad, la honestidad, la justicia, sin dobleces ni
quitas.
Que
sean y se muestren auténticamente como son.
En
nuestro mundo post moderno nos encontramos a diario, y en muchas situaciones,
personales, comunitarias y sociales, con seres sombríos, que se ocultan entre
las sombras, para parecer lo que no son, para hacer creer que son de otra
manera, distintos.
Pero
no llegarán a la luz, ni serán capaces de generar luz, sólo tristeza,
tinieblas, oscuridad, miedo y aversión
Elías
D. Galati
No hay comentarios:
Publicar un comentario