Por Christian Sanz
El gobierno argentino está empecinado en adquirir la vacuna rusa. No importa a qué precio, ni lo que cueste.
Y
esto último es casi literal, porque la Sputnik V es la más cara de todas.
Con
un promedio de 20 dólares cada dosis. Contra
los 4 dólares que cuestan las demás.
Entonces,
aparecen las suspicacias de siempre:
¿Por
qué el kirchnerismo solo está dispuesto a avanzar en busca de esa vacuna?
¿O
la de Oxford, en el peor de los casos?
Este martes, el ministro de Salud, Ginés González García, habló sobre el fracaso de la llegada de la vacuna de Pfizer al país y dejó más dudas que certezas.
Habló
de presuntas “condiciones inaceptables” por parte de la empresa farmacéutica a
la hora de acordar con el gobierno de Alberto Fernández.
Ello
provocó que una fuente vinculada a la propia Pfizer saliera a aclarar los
tantos: "Las condiciones son iguales para todo el mundo”.
Acto
seguido, se coló un textual que hace presumir que podría haber habido un pedido
de “retorno” por parte del kirchnerismo:
“Si no hay un
acuerdo con Argentina es porque nuestro país no acepta algo que otros aceptan o
pide algo que otros países no reclaman".
Esto
debería ser debidamente investigado por algún fiscal “de oficio” de inmediato.
Porque
reviste una gravedad superlativa.
No
solo porque refiere a la salud de millones de argentinos en medio de la
pandemia más feroz de las últimas décadas, sino además porque hay en juego una
cantidad de dinero considerable, que pertenece a los contribuyentes.
Vacuna rusa bajo sospecha
A
las sospechas del caso, hay que agregar nuevas inquietudes.
Porque los rusos
se han negado a revelar los resultados del estudio en fase 3 de la Sputnik V.
Los únicos datos
que se conocen son los de Fase 2, con un universo de estudio de menos de 50
personas vacunadas.
Ninguna de esas
personas es mujer o niño, tópico fundamental.
Y hay más suspicacias aún:
¿Por
qué dos de los tres encuentros de funcionarios argentinos con sus pares rusos
han sido en secreto?
¿Qué
es lo que no se debe dar a conocer sobre las tratativas entre países?
Dicho
sea de paso, ¿por qué se desconocen los detalles finos de la negociación de
marras?
A
tal respecto, ¿hay algún documento o contrato —o lo que sea— que permita saber de
qué se trata el intercambio?
Mueve
también a la sospecha la elocuente imagen de los vacunatorios rusos, casi
vacíos.
Entonces,
si ellos mismos no confían en su vacuna, ¿por qué los argentinos deberían
hacerlo?
Son
demasiados los interrogantes.
Y crecientes las sospechas de que hay un voluminoso negociado detrás de la adquisición de la Sputnik V. Entretanto, países como Reino Unido, México, EEUU y Canadá han decidido apostar decididamente por la vacuna de Pfizer.
Y
ninguno acusó ninguna “condición inaceptable” por parte de ese laboratorio.
Es
curioso, porque lo que ocurre en estas horas trae inevitables reminiscencias de
lo que fue la “mafia de los medicamentos” hace poco más de una década.
Con
Alberto Fernández y sus personeros como actores principales del oportuno
culebrón.
Como dijo Karl Marx, “la historia se repite dos veces, la primera en forma de tragedia y la segunda en forma de farsa”.
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