Por Hugo Alconada Mon
Recientemente, la Argentina registró dos noticias que poco o nada parecen tener en común.
La primera es
que el gobierno de Estados Unidos le reclamó a la Casa Rosada un plan económico
“sólido” como condición previa a respaldarla en sus negociaciones con el Fondo
Monetario Internacional (FMI).
La
segunda, que la administración de Alberto Fernández suspendió las pruebas
“Aprender”, que miden los aprendizajes de todos los alumnos en los últimos años
de los ciclos primario y secundario.
Parecen dos noticias sin conexión entre sí, pero no es así.
Ambas dicen
mucho sobre la Argentina y su incapacidad de mirarse en el espejo o de ponerse
en el lugar del otro, dos ejercicios que pueden decirnos mucho sobre quiénes
somos y el pantano en el que nos encontramos.
Imaginemos por un momento que somos funcionarios de un gobierno extranjero.
No
trabajamos en el área de relaciones exteriores, así que sabemos poco sobre la
Argentina, más allá de lo obvio: Diego Maradona, el Papa, Lionel Messi y,
acaso, Jorge Luis Borges.
Así
que pedimos a nuestros asesores que nos preparen un informe breve, porque
tampoco tenemos tanto tiempo para dedicarle a esa nación.
Después
de todo, primero tenemos que atender los problemas de nuestros propios
ciudadanos, que son los que nos votaron.
Cuando al fin
llega ese informe que pedimos, detalla que la Argentina es la segunda entre las
economías más grandes de América del Sur, después de la brasileña, que integra
el G-20, y que tiene una larga lista de atractivos.
Pero también,
que lleva décadas arrastrando crisis recurrentes, altas tasas de inflación,
recesiones y nueve defaults de su deuda soberana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario