Carlos Mira
Hace casi dos años, el 11 de septiembre de 2019, el gobierno de Estados Unidos le pidió al candidato peronista que aspiraba a la presidencia en Argentina, Alberto Fernández, que defienda los derechos humanos en Venezuela en caso de ganar las elecciones que se iban a realizar el 27 de octubre.
“Hemos creado las mejores relaciones con países que nos han apoyado. Esperamos que la Argentina tenga interés en defender los derechos humanos en la región”, afirmó aquella vez el embajador de EEUU ante la OEA, Carlos Trujillo, en relación a una posible victoria de Fernández.
El
viernes un representante del presidente Biden, Jake Sullivan, le volvió a pedir
al ahora ya presidente que apoye la democracia en la región.
Por supuesto
resulta bastante vergonzoso que un país poderoso del mundo tenga que venir a
pedirle al presidente argentino que defienda la democracia.
Se
supone que se trata de un principio que nadie debería recordarle a la
Argentina, que tanta alharaca hace cuando se interna en esos discursos de
lirismo romántico.
Pero
cuando uno recuerda que conspicuos representantes del kirchnerismo han
calificado a la democracia como “de derecha” empieza a entender por qué, de
tanto en tanto, los gobiernos de otros países deben recordarle ese objetivo al
presidente Fernández.
La Argentina, desde que el kirchnerismo volvió al poder ha coqueteado con Cuba -defendiendo al régimen castrista de Díaz Canel en contra de las aspiraciones de su pueblo de desembarazarse de una dictadura atroz que lleva más de 60 años en el poder sometiendo a su pueblo a una miseria extendida y sin futuro-, con Venezuela -a la que sigue calificando de democracia y respecto de la cual ha dicho públicamente que “sus violaciones a los derechos humanos ha ido en disminución”- y, recientemente, con Nicaragua, a la que no condenó en la OEA cuando su dictador Daniel Ortega, encarceló y persiguió opositores hasta terminar prácticamente con todos ellos.
El kirchnerismo es igual a todos ellos: un movimiento en etapa de “para dictatorial” que aspira a hacer lo mismo que todos esos regímenes a los cuales defiende.
Todos
estos sistemas totalitarios están unidos por un molde que se sigue
milimétricamente con el objetivo de replicar en distintas geografías el mismo
modelo.
Se
trata del imperialismo ideológico cubano que se propuso infestar a toda
Latinoamérica con el mismo bacilo que depositó a su propio pueblo en la Edad
Media y que obcecadamente sigue intentando exportar al resto del continente.
En la Argentina este verso ha prendido en una burguesía tilinga educada en los mejores colegios (en Nacional Buenos Aires a la cabeza) y desde allí se viralizó en dos etapas -una violenta, la otra (la actual) gramsciana- hasta derramar varios de sus objetivos hacia los márgenes de la sociedad con tácticas de foquismo primero, y entrismo después.
El peronismo -un movimiento en sí mismo amoral, solo preocupado por mantener el poder para enriquecer a sus jerarcas- se prestó como vehículo electoral para que los totalitarios llegaran al gobierno Cuando en una misma persona se concentró el afán desmedido por la riqueza y el poder, las elites comunistas encontraron un rehén adecuado para sus propósitos.
Del mismo modo que para el kirchnerismo la democracia es de derecha (por eso no la defiende y tienen que venir otros a recordarle que lo haga) el progreso económico también lo es.
Por eso todas
sus medidas están destinadas a producir fracaso, miseria, atraso, caída del
nivel de vida, pobreza, encierro y retroceso tecnológico.
El
avance, la modernidad, la conexión con el mundo, el confort, la opulencia, la
libertad, la abundancia, también son “de derecha” para el kirchnerismo.
No por cierto
para sus propios jerarcas.
Pero
si para el pueblo, al que condena a vivir en el barro.
Lamentablemente
no tenemos, para estas cuestiones que tienen que ver con vivir bien, un ayuda
memoria que de tanto en tanto le recuerde al kirchnerismo que defienda los
sistemas que hacen que la gente viva bien.
Por ahora solo la “democracia” tiene esa aureola de prestigio que permite que gobiernos extranjeros le reclamen a sus colegas defenderla.
Ojalá
llegue un día en donde el sistema económico que ha demostrado sacar a los
pueblos de la miseria tenga también
tanto prestigio como para permitirle al enviado del presidente de otro país
exigirle al nuestro que lo respete.
¿O será que para ellos decir “democracia” da por sobrentendido el adscribir a ciertos principios económicos que son tan indiscutibles como la democracia misma, porque, entre otras cosas, hacen que ese sistema perdure y se perfeccione?
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