Carlos Mira
La pobreza intelectual de Cristina Fernández de Kirchner es francamente alarmante.
Por
supuesto sería mucho peor que a su paupérrimo nivel de formación estuviera
acompañado –como no me cabe ninguna duda que lo está- por un grado de malicia
llamativo, cuyo origen se desconoce y que, para descubrir, habría que bucear en
los pañales de su infancia.
Que
el presidente salga con un tuit a respaldar el cepo a la exportación de carne
es comprensible porque el presidente es un lacayo, un amanuense que cumple las
órdenes que le indica su mandante.
No
tiene autonomía (claramente tampoco formación alguna) y solo cumple el rol de
un paje que presta su honor y su cara a cambio de contr aprestaciones que le
convienen.
Pero
que la figura que todo el oficialismo señala como una lumbrera (no, no, no se
apuren, no me refiero a Kicillof) y como el “cuadro” (así, con el lenguaje
militar que a ellos les encanta) más rutilante de la Argentina incurra por
segunda vez en un error que devoró 12 millones de cabezas de ganado en la
Argentina y que dejó al pueblo sin carne, no es ya una equivocación sino una
enfermedad.
La comandante miente (igual que el presidente) miente cuando dice que la carne bajó de precio gracias al cepo.
Desde
que esa medida fue adoptada el precio subió un 5% neto en el mostrador y,
además, ya comenzaron a verse los resultados de la intromisión estatal en la
cadena productiva.
Si tomáramos la
comparativa desde abril el resultado sería peor: el aumento sería de más del
11%.
De
aplicar esta lógica como política permanente, la Argentina se quedaría sin
vacas y el precio de los cortes rompería la barrera del sonido.
El daño
infringido a la producción ganadera es de tal magnitud que solo un agente
enemigo infiltrado en el gobierno podría haber diseñado estas medidas para
dirigir al país a esos resultados.
Miguel Boggiano, el reconocido economista, acaba de publicar unas estadísticas que dejan a los razonamientos de chusma de peluquería que suelen caracterizar a la vicepresidente a la altura de lo que son: unas burradas sublimes.
Según
Boggiano Argentina exporta el 16% del PBI y tiene una inflación del 50.2%.
Bélgica
exporta 80% de su PBI y tiene una inflación de 0.43%.
República
Checa exporta 71% de su PBI y tiene una inflación del 2.3%.
Hong
Kong exporta el 176% del PBI y tiene una inflación del 0.3%.
Las
exportaciones no tienen nada que ver con la inflación, como más cercanamente
también lo podría demostrar Chile.
La cuestión a develar es si Cristina Fernández de Kirchner esconde, detrás de sus ignorancias, un designio ulterior para causar daño.
Porque
el capítulo de la ignorancia es fácilmente superable: con alguien que tenga dos
dedos de frente y pase 20’ con ella para explicárselo (con más el agregado
gratuito de su propia experiencia fallida con la misma técnica hace algunos
años) sería suficiente para ahorrarse un segundo fracaso.
Si de todos
modos sigue adelante, está claro que detrás de la ineptitud, hay algo más que
la impulsa a repetir lo que no supone otra cosa que más y más destrucción.
Y
ese “algo más” no puede ser otra cosa que la maldad, el resentimiento hacia un
sector social (sin ningún resultado positivo para otros) y su propósito de
empobrecer a la Argentina, hasta verla miserable a sus pies.
La comandante aprovechó una baja del 1.4% en agosto para lanzar sus tuits ponzoñosos olvidando la pulverización que la política kirchnerista está produciendo en los salarios, cuyo desplome produce una caída considerable de la demanda que se refleja en los precios.
Pero
ese resultado es la consecuencia del empobrecimiento de los bolsillos que el
populismo kirchnerista está ocasionando en los ingresos de las familias
argentinas: no tiene nada que ver, ningún punto de contacto, con la estupidez
del cepo.
Si Cristina Fernández de Kirchner estuviera guiada por sentimientos nobles que supusieran la mejora de la calidad de vida del pueblo, el sesgo debería ser el completamente contrario al que lleva su gobierno.
Las
exportaciones -no solo las de carne,
sino todas las que la Argentina pudiera explotar- deberían ser el engranaje
principal para sacar al país del pantano al que lo llevó la demagogia fascista.
La
generación de dólares genuinos que el país necesita como el agua se consiguen
colocando producción en el exterior, que es quien paga con la moneda dura que
precisamos para evitar que la nuestra se siga diluyendo como el agua entre los
dedos.
Burradas como las del cepo a la carne -que no es otra cosa más que otra expresión de las prohibiciones, las restricciones, las obligaciones reglamentaristas y del dirigismo económico que a lo único que nos dirige es al caos- muestran lo que el kirchnerismo es: una bolsa de resentimiento clasista que no mide el daño que les hace a todos con tal de lograr dañar a quien odia.
¿Qué otra cosa que la miseria puede esperarse de esto?
La
misma mierda que como sumatoria de maldad e ignorancia reinan en la cabeza de
su majestad.
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