"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 24 de julio de 2016

LA PAZ Y EL TERRORISMO

La paz es la condición normal de la existencia humana.
La vida para desarrollarse exitosamente y progresar debe contar con el aditamento de la paz, es decir de una vida sin contiendas, sin enfrentamiento y equilibrada.
A  despecho de esta realidad, sostenida y querida por la mayoría de los hombres, la existencia humana ha transcurrido desde que se tiene memoria en la historia de guerra en guerra.
Que hay en el hombre que lo hace bélico.
Porque desde tiempo inmemorial hay sones de guerra, que se acumulan, se acrecientan y acicatan a los hombres y las potencias para iniciar una y otra vez la perversión bélica

En un comienzo la guerra era la reconquista de territorios perdidos o la obtención de derechos avasallados o ignorados, pero luego el hombre concibió la expansión y se creyó con mayor derecho que los otros hombres.
Surgió el imperialismo y la dominación, hubo diferencias, categorías y hasta condiciones para que unos y otros ocuparan éste u otro lugar.
Comenzó la guerra por precaución, la intimidatoria y porque otro pensaba distinto. Se hizo la guerra por sí misma y fue un gran negocio.
Grandes  capitales, innumerables recursos y mano de obra en cantidad formaron un meollo que culminó en un gran arsenal bélico.
Y el hombre en cada vuelta de la vida encontró excusas para su expansión, que un pueblo era peligroso, que atentaba contra la democracia, que no respetaba los derechos humanos, y temían por la paz de las naciones, y para preservar la paz el hombre hizo la guerra.

Paradoja  de la existencia,  antinomia de la razón, quiebre de la capacidad, porque tengo miedo que uses la violencia contra mí, entonces la uso antes contra ti.
La violencia está en el corazón del  hombre. 
Y mientras existan imperios, países poderosos o supuestamente superiores no habrá paz.
Debe buscarse el equilibrio, y aún con sus diferencias que todos los países estén en un plano de igualdad.
Y no hay otra cura, ni otra solución que el amor. 
El amor auténtico, total, a todos como hermanos, dándole el lugar que se merecen y procurando que cumplan sus deseos, que sean felices como ellos quieren, no imponiéndoles nuestras propias recetas de felicidad.

El terrorismo es la cara solapada de la guerra, disfrazada de injusticias personales, discriminaciones, luchas religiosas, a veces veraces y otras artificialmente armadas.
Y hay dos formas de terminar con el terrorismo. 
Una es la destrucción  con sus mismas armas.

Recuerdo la apelación de San Pablo “soy ciudadano romano”
¿Por qué? 
Se sabía que si algo le pasaba a un ciudadano romano, tarde o temprano el brazo del imperio llegaba y destruía todo lo que estaba entre quienes lo habían provocado.
La otra forma es la verdadera realidad social.
Una sociedad en la cual todos sus miembros y todas las personas estén en el mismo concepto de seres humanos, iguales y con las diferencias propias de sus capacidades y de su voluntad por construir su propia existencia.
Donde haya equilibrio, solidaridad, amor, hermandad, y donde todos se cuiden mutuamente.
En dicha sociedad  todos y cada uno de sus miembros impedirán no sólo los actos terroristas, sino la entrada de dichos grupos en sus sociedades, haciéndolos a un lado.

Recuerdo en mi infancia, cuando alguien en el barrio o en la comunidad no tenía una buena conducta, la gente lo castigaba, no compartían con el, lo echaban de su lado y era considerado un paria.
Es por ello que terminará el terrorismo y habrá paz cuando se viva en un marco de  justicia y dignidad.

Estrictamente, cuando cada hombre sobre la tierra se sienta digno y perciba que es visto con la dignidad del ser y que cada hombre sobre la tierra practique la justicia, y sienta la justicia en su corazón, porque así habrá paz, no habrá violencia y la vida cumplirá su ciclo en la tierra, y no habrá dolores ni tragedias, la vida cumplirá su ciclo sin gajos marchitos, ni jóvenes y niños arrancados de la vida por la perversión del hombre.


Elias Domingo Galati

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