Ricardo Roa
/ Clarín
La foto raleada de gente de la misa en
Lobito, a 25 minutos de Iquique, es la imagen de la visita.
El Papa aspiraba a que fuera una multitud.
No lo consiguió.
Se dirá que es una zona desértica.
El la eligió: Allí viven inmigrantes pobres y
se hunden las fuertes raíces de la evangelización católica.
Encima, próxima a Bolivia y a la Argentina.
Francisco apostó a mostrar en Chile cientos
de miles detrás de él para, de paso, mandar un mensaje eclesial y político
hacia aquí.
Se equivocó.
Al destrato de no visitar su país, visitando
vecinos, sumó otro:
El de enviarnos un saludo de computadora y en
inglés sin siquiera un párrafo dedicado a nosotros.
Cosas que se notan mucho.
Como en esas películas en que el actor hace
dos papeles, el siempre peronista Bergoglio busca como Papa ser la brújula que
le falta al peronismo.
Y no solamente esa: también la de una
izquierda regional confundida y confusa.
De una izquierda viuda del chavismo, que es una viudez
del marxismo y un refugio para parte del izquierdismo cultural y elitista.
La luz para los pobres y los no instruidos
que cree que su voz es la voz del pueblo, siempre y cuando la pongan ellos, los
conductores elegidos por ellos mismos.
El Papa humilló a Piñera, recién elegido
presidente, que lo buscó y no lo encontró.
Piñera es un espejo de Macri.
Otro capitalista neoliberal.
Bergoglio tiene un prejuicio con los
empresarios.
Y más con los empresarios políticos.
Todos tenemos prejuicios aunque el prejuicio
sea una de las formas de la ignorancia.
El Papa es el representante de Cristo en la
tierra, según los creyentes.
Pero es un hombre y
como todos prejuzga…
No recibió al embajador argentino en
Santiago, José Octavio Bordón pero recibió al dirigente piquetero Grabois y al
dirigente peronista Valdés, ex embajador de Cristina y lobbysta de Aeropuertos
2000.
Francisco contó que Valdés al llegar al
Vaticano le pidió audiencia para Eduardo Eurnekian.
Le dijo que no.
Si en Chile los chilenos no le dieron el
calor buscado, los argentinos que peregrinaron allá tampoco.
Se esperaba un millón.
Viajaron menos que en enero del 2017.
Bergoglio oficia de Perón.
Recibe a macristas como Michetti, Stanley,
Bullrich o Triaca.
En noviembre atendió hora y media a Rodríguez
Larreta.
Y a todos les dice lo mismo: no
tengo nada contra Macri.
Cuando recibe a kirchneristas, a todos les
dice lo mismo pero al revés:
Macri es un rico que gobierna para los ricos.
En los gestos públicos valida la versión kirchnerista.
Se comprobó con Piñera y con Grabois.
El Papa siempre es el Papa, se trate de quien
se trate.
Oficio dificilísimo pero no indiscutible.
Francisco no es indiscutido.
Si creyó que a los mapuches los podía
manejar, los atentados mostraron que
fue otro error.
Y al final quedó pegado a la defensa de los
curas pedófilos.
Es una grieta chilena con la Iglesia que
Bergoglio en vez de cerrar, profundizó.
Otra vez Francisco anduvo cerca y decidió no venir.
Mantiene una disputa de poder con Macri y
tiene un conflicto ideológico con Macri.
Y un temor:
Que aquí le pase lo mismo que le pasó con la
grieta chilena.
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