GRACIAS...
Autoría de Gabriela Pousa
16 de julio de 2008
Desde chica me quedó grabada una frase de Albert Camus perdida entre las páginas de su libro “El Hombre Rebelde”: “No se debe escribir con la pasión sino con el recuerdo de la pasión”.
Admito que no he cumplido la sentencia cuando se trató de trazar letras que dictaba el corazón por una alegría o por una tristeza. Sin embargo, cuando enfrento el teclado para intentar un análisis de este escenario donde nos toca actuar, me despojo de fanatismos y oculto el corazón. La profesional se impone y la razón, más que los datos o las versiones antojadizas que van y vienen gracias a que el rumor es gratis todavía, dicta la idea. Con mejor o menor claridad, con cierto equilibrio, trato de dejar en el renglón, sin intereses oscuros ni siquiera implícitos, una exégesis de lo que hay. Y no de lo que me gustaría que haya.
No vendo nada, aunque parezca utopía hay quienes tenemos real interés en una Argentina más digna. Hoy no interesa en demasía si es rica en abundancia o si se convierte en fenómeno con estadísticas e indicadores sorprendentes, al menos personalmente, sólo quisiera, por ahora, lograr una Argentina más digna. No es tanta la ambición para una analista política, ¿no?
En este instante, estoy tratando de hallar las palabras más concretas para que aquello que quiero trasmitir no parezca un asombro de momento, ni una euforia furtiva porque no la tengo. Pero estuve viendo los dos actos, casi simultáneos… y sin dejarme llevar por la emoción que me genera ver ganas y fuerzas para lograr no un cargo ni una elección sino un cambio, advertí que vamos por el buen camino. Puede que sea muy largo lo que falte del trayecto, ese es otro dato que tampoco tengo pero estamos en el camino, y eso es algo...
El pueblo que colmó la Avenida del Libertador no necesitó enrollar carteles ni pancartas, porque no había más que banderas argentinas y tampoco hacía falta que nadie viera cuánta gente había. Lo importante era que estuviera…, y estaba.
El miedo que se disipa es la noticia.
Autoría de Gabriela Pousa
16 de julio de 2008
Desde chica me quedó grabada una frase de Albert Camus perdida entre las páginas de su libro “El Hombre Rebelde”: “No se debe escribir con la pasión sino con el recuerdo de la pasión”.
Admito que no he cumplido la sentencia cuando se trató de trazar letras que dictaba el corazón por una alegría o por una tristeza. Sin embargo, cuando enfrento el teclado para intentar un análisis de este escenario donde nos toca actuar, me despojo de fanatismos y oculto el corazón. La profesional se impone y la razón, más que los datos o las versiones antojadizas que van y vienen gracias a que el rumor es gratis todavía, dicta la idea. Con mejor o menor claridad, con cierto equilibrio, trato de dejar en el renglón, sin intereses oscuros ni siquiera implícitos, una exégesis de lo que hay. Y no de lo que me gustaría que haya.
No vendo nada, aunque parezca utopía hay quienes tenemos real interés en una Argentina más digna. Hoy no interesa en demasía si es rica en abundancia o si se convierte en fenómeno con estadísticas e indicadores sorprendentes, al menos personalmente, sólo quisiera, por ahora, lograr una Argentina más digna. No es tanta la ambición para una analista política, ¿no?
En este instante, estoy tratando de hallar las palabras más concretas para que aquello que quiero trasmitir no parezca un asombro de momento, ni una euforia furtiva porque no la tengo. Pero estuve viendo los dos actos, casi simultáneos… y sin dejarme llevar por la emoción que me genera ver ganas y fuerzas para lograr no un cargo ni una elección sino un cambio, advertí que vamos por el buen camino. Puede que sea muy largo lo que falte del trayecto, ese es otro dato que tampoco tengo pero estamos en el camino, y eso es algo...
El pueblo que colmó la Avenida del Libertador no necesitó enrollar carteles ni pancartas, porque no había más que banderas argentinas y tampoco hacía falta que nadie viera cuánta gente había. Lo importante era que estuviera…, y estaba.
El miedo que se disipa es la noticia.
El “darse cuenta” de la sociedad es bendición. Para quienes creemos, bendición divina. Dios no es argentino, no necesita serlo, y tampoco es kirchnerista ni golpista aunque, en una de esas, desde Balcarce 50 lo etiquetan… pero sí es simplemente quien despierta conciencias. Después, cada uno debe optar por mantener el desvelo como blasón o dormirse en laureles que, si alguna vez supimos conseguir, también hemos perdido un sinfín de veces por incoherentes o por autistas.
Hoy nuevamente volvió a emocionar cantar el himno sin rítmicas versiones oficialistas. El himno, ese mismo que se cantaba con respeto supino cuando yo era chica. Los discursos no son lo más trascendente aunque hay buena materia prima para futuras notas. Los gestos, en este caso, pesan más, inclinan la balanza hacia la verdad. Y tanta injuria y mentira se debilita.
No quiero hacer una crónica de uno y otro acto. Ni descalificar al oficialista ni endiosar al campo. Sí, me urge trasmitir el contraste de las miradas y el brillo de las mismas en cada una de las marchas. El deber y el querer: Ahí se plasmó la diferencia entre quienes estaban rodeando el Monumento de los Españoles y quienes mostraban insignias y diferentes colores en la Plaza de los Dos Congresos.
La Argentina no tiene salida-, pensé muchas veces. Me exilié dentro de mí misma sin lograr tampoco nada de esa manera. Y seguí adelante, con muchas adversidades, golpes y caídas. Logré páginas aplaudidas por ustedes y otras tantas habrán ido a dar a la papelera de reciclaje sin que siquiera se abrieran. Y es lógico que eso suceda. No hay un nombre encumbrado detrás de estas líneas ni hay primicias o datos tan cotizados por los medios masivos que necesitan, lícitamente, la noticia, el día a día. No supe aunque lo intenté -y seguramente seguiré intentando-, ver en letra de molde mis notas y mi firma. Es una deuda que me queda no tanto conmigo sino con mi madre que supongo es lo que sueña. Y a ella le debo mucho más que la vida…
Confieso: estos últimos días pensé abandonar la tarea. Me sentí inútil, sin fuerzas, escuchaba las oratorias políticas y el desánimo me vencía. Admití la derrota. Quería aportar un granito de arena y no veía mí un mísero arenero cerca. Sufrí en carne propia la deshonra gratuita que hace el gobierno con aquellos que no piensan como ellos, la sufro todavía porque siguen ensuciando gente muy limpia que yo quiero. Pero así es la vida…, y el buen nombre y honor no son para todos un adalid en esta Argentina.
Pese a ello, hoy, vi ambos actos, observé con tristeza la división del pueblo pero la nitidez de las miradas, y los deseos que motivaban a quienes estaban en un sector y otro de la ciudad, como se suele decir vulgarmente, me cargaron pilas. Me levanté y caminé hacia el escritorio para darle forma a estos renglones. Encendí la máquina... Mientras se abrían los programas, me acomodé en la silla, y de pronto, noté que en la planta de los pies tenía arena… ¡Valía y vale la pena!
A todos aquellos que me regalaron esos gestos y esos sueños con su presencia en los actos marcando las diferencias… y esclareciendo la ruta que se veía tan negra: ¡GRACIAS!
Gracias a los kirchneristas que me mostraron lo que es el miedo de veras y la pobreza interna, y gracias a los ciudadanos comunes que, por el contrario, me mostraron la valentía y la riqueza que no se mide en división de clases ni en cifras ni en la billetera.
Gabriela,
En un día en que el verano le ganó al invierno, el calendario…
Hoy nuevamente volvió a emocionar cantar el himno sin rítmicas versiones oficialistas. El himno, ese mismo que se cantaba con respeto supino cuando yo era chica. Los discursos no son lo más trascendente aunque hay buena materia prima para futuras notas. Los gestos, en este caso, pesan más, inclinan la balanza hacia la verdad. Y tanta injuria y mentira se debilita.
No quiero hacer una crónica de uno y otro acto. Ni descalificar al oficialista ni endiosar al campo. Sí, me urge trasmitir el contraste de las miradas y el brillo de las mismas en cada una de las marchas. El deber y el querer: Ahí se plasmó la diferencia entre quienes estaban rodeando el Monumento de los Españoles y quienes mostraban insignias y diferentes colores en la Plaza de los Dos Congresos.
La Argentina no tiene salida-, pensé muchas veces. Me exilié dentro de mí misma sin lograr tampoco nada de esa manera. Y seguí adelante, con muchas adversidades, golpes y caídas. Logré páginas aplaudidas por ustedes y otras tantas habrán ido a dar a la papelera de reciclaje sin que siquiera se abrieran. Y es lógico que eso suceda. No hay un nombre encumbrado detrás de estas líneas ni hay primicias o datos tan cotizados por los medios masivos que necesitan, lícitamente, la noticia, el día a día. No supe aunque lo intenté -y seguramente seguiré intentando-, ver en letra de molde mis notas y mi firma. Es una deuda que me queda no tanto conmigo sino con mi madre que supongo es lo que sueña. Y a ella le debo mucho más que la vida…
Confieso: estos últimos días pensé abandonar la tarea. Me sentí inútil, sin fuerzas, escuchaba las oratorias políticas y el desánimo me vencía. Admití la derrota. Quería aportar un granito de arena y no veía mí un mísero arenero cerca. Sufrí en carne propia la deshonra gratuita que hace el gobierno con aquellos que no piensan como ellos, la sufro todavía porque siguen ensuciando gente muy limpia que yo quiero. Pero así es la vida…, y el buen nombre y honor no son para todos un adalid en esta Argentina.
Pese a ello, hoy, vi ambos actos, observé con tristeza la división del pueblo pero la nitidez de las miradas, y los deseos que motivaban a quienes estaban en un sector y otro de la ciudad, como se suele decir vulgarmente, me cargaron pilas. Me levanté y caminé hacia el escritorio para darle forma a estos renglones. Encendí la máquina... Mientras se abrían los programas, me acomodé en la silla, y de pronto, noté que en la planta de los pies tenía arena… ¡Valía y vale la pena!
A todos aquellos que me regalaron esos gestos y esos sueños con su presencia en los actos marcando las diferencias… y esclareciendo la ruta que se veía tan negra: ¡GRACIAS!
Gracias a los kirchneristas que me mostraron lo que es el miedo de veras y la pobreza interna, y gracias a los ciudadanos comunes que, por el contrario, me mostraron la valentía y la riqueza que no se mide en división de clases ni en cifras ni en la billetera.
Gabriela,
En un día en que el verano le ganó al invierno, el calendario…
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