"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 28 de julio de 2008

Jaque Mate a la Reina Roja

Jaque Mate a la Reina Roja

Como un mago que saca conejos de su galera, el Gobierno, últimamente, sorprendió a la ciudadanía, esgrimiendo proyectos contradictorios para justificar su apropiación de la renta y del esfuerzo del campo, con la excusa de darle un destino solidario a lo que tildó de hiperrentabilidad del sector agropecuario, que encauzaría hacia la redistribución de la riqueza.

Así, un día habló de abaratar alimentos. Otro, de desojizar. O de construir hospitales, rutas y escuelas. O de pagar la deuda externa. Quizás para confundirnos. porque, más allá de KaKareos solidarios y eslógans partidarios para la gilada, la experiencia indica que el principal destino previsto para esta expropiación inconstitucional será aceitar los engranajes de una máquina partidaria que compra voluntades a cambio de dádivas y prebendas, para consolidar la permanencia del partido gobernante en el poder.

A pesar de la sensibilidad social declamada desde el Estado, vemos cómo amigos o socios del poder hacen pingües negocios con el dinero ajeno de un país generoso, tales como inversiones inmobiliarias en el Kalafate, en terrenos públicos pagados a precio vil con Kréditos estatales, cuya hiperrentabilidad el Gobierno no cuestiona.
Faltan rutas, faltan trenes de pasajeros y de carga en la inmensidad pampeana, y el Gobierno invierte fortunas en un Karísimo tren bala para unos pocos privilegiados, mientras los trabajadores del país viajan como ganado.
Falta comida, pero el Gobierno les resta capital de trabajo a quienes deben producir alimentos.

Los productores del campo, como cualquier persona, quieren ganar dinero. Pero la mayoría arriesga tierra y dinero propios, no piden subsidios estatales ni prebendas, y sólo reclaman el pago del valor real del fruto de su trabajo e inversión. Rechazan tanto retenciones como compensaciones, aunque siempre se destacaron a través de la historia por su solidaridad desinteresada --la tradicional gauchada-- en circunstancias críticas de sus vecinos, del país y del mundo.

La voracidad estatal creciente para adueñarse de la renta de la leche, carne, trigo y maíz obligó al campo a reducir o abandonar sus producciones tradicionales en favor de la soja, por su menor costo de siembra, precio internacional en sostenido aumento y la ausencia de un plan agropecuario a largo plazo que le permitiera prever márgenes de rentabilidad para otro planteo productivo. Fue una decisión económica, no diabólica, promovida desde el Estado, que siempre embolsa, gane o pierda el productor.

Pero, igual que Alicia en el país de las maravillas, atravesamos el espejo de la realidad para ingresar en el mundo del absurdo. Culpa de una tal Resolución 125 de un inexperto funcionario, los azorados habitantes del país de la soja maravillosa vimos irrumpir en nuestro tablero político a una furibunda Reina de Korazones, detrás de quien corrimos alocadamente durante más de 120 días, el país entero, sólo para permanecer en el mismo lugar de preocupación e incertidumbre, vapuleados por una agitada Dama de Pique titular del poder, que detrás de sus micrófonos maltrató al campo y a la gente cacerolera, a grito pelado, a pesar del excelente audio, en una extemporánea parodia de la difunta Evita.

En nuestro país travestido, la KatastrófiKa Reina Roja que desestabilizó el tablero es, en realidad, un irascible pingüino: marido de una Presidente ungida por el débito conyugal previo al voto popular.
Ella, de adolescente, fue una militante rebelde, vehemente e irreverente, y auguraba madurar como sapiente, competente y diligente dirigente. Pero tras cruzar el umbral del tiempo y del poder, empingorotada en el cargo, devino Presidente oronda, sabihonda y autoritaria. aunque sin voz ni voto para contradecir los úKases vociferados por la Reina de Korazones, con quien comparte el lecho y el poder.

En el tablero político asomó, autoconvocado, el Conejo Blanco del país de las maravillas:
De Angeli, el entrerriano Rey de la transparencia y del sentido común que, junto a cuatro briosos Caballos de un solo pelo y la Reina Blanca Lilita, desafió el ApoKalipsis, recorriendo apresurado el país entero, oteando afligido el implacable reloj que regula siembras y cosechas, pariciones y muertes. Y con la ímproba misión de convencer a la Reina Roja de la discordia, y a sus malévolos alfiles Moyano y D'Elía (¿Tweedledum y Tweedledee?), de darle mate a la diabólica Resolución 125 antes de que fuera tarde, para salvar al campo y el país. Porque, "cuando al campo le va bien, a la Argentina le va mejor".

Hasta el debate de la Resolución 125 en el Congreso, el término democracia parecía haberse transformado en una palabra hueca entre nosotros. Pues demasiados representantes del pueblo, en lugar de defender a sus mandantes, prefirieron apoyar al intimidante marido de la primera mandataria, sordos todos al clamor sincero del campo y de la ciudad, ciegos al reclamo del pueblo que les delegó el poder con su voto, traidores a la Constitución cuya letra también habían jurado defender.

Debe de haber sido duro, para quienes se hicieron adultos en la protesta popular contra la "violencia de arriba", descubrirse hoy en una antipática posición de poder, hirsutos de barbas, bigotes y extensiones capilares, blanco de un reclamo popular tan auténtico como aquellos que supieron apoyar en su juventud.
Y aunque algunos intentaron justificarse descalificando al campo como "golpista" y "oligarca", la ciudadanía tiene claro que si hoy hay un grupo social aferrado al poder y con características oligárquicas, tal oligarKía es la clase política, y no la gente del campo que trabaja, invierte y crea riqueza para el país.

Sin embargo, durante las dos largas noches en que se debatió la Resolución 125, fue alentador descubrir personas valiosas en el anonimato de las ignominiosas listas sábana. En todos los sectores políticos, se escucharon alegatos, acertados o equivocados, según opiniones individuales, pero admirables por su calidad, valentía y honestidad.
Y el resultado de ambas votaciones, tan ajustado, demostró que aquí, entre nuestros representantes, no sólo la Banelco despierta conciencias.
También hay patriotas.

La difusión del conflicto del campo y del debate en el Congreso a través de los medios de comunicación cumplió una inesperada función esclarecedora, que benefició a la ciudadanía para comprender nuestra indiscutible identidad de país agroindustrial. Influidos por la contundente argumentación esgrimida, así como por las multitudinarias manifestaciones públicas contra la Resolución 125, el Senado --liderado por el valiente vicepresidente Cobos-- y el gobierno luego, asumieron la urgencia de retroceder en el tiempo para poder avanzar hacia un país mejor y recuperar la cordura nacional.

Tras el jaque de los tomadores de mate a la obtusa Reina Roja en la histórica vigilia del 17 de julio, la Dama de Pique se avino luego a blandir el cetro para asestarle jaque mate a la malparida Resolución 125. Llegó la hora de abandonar la literatura infantil y la trasnochada retórica de barricada, para dialogar como adultos en la construcción de un país en serio, en el mundo real. Por fin será posible elaborar el indispensable plan agropecuario federal a largo plazo, consensuado entre la producción, la industria y el gobierno,

Si nuestra presidenta se aviene a ejercer el rol de poder para el cual fue votada en democracia, con la tolerancia que distingue al verdadero estadista, con asesoramiento experto e independencia conyugal, podremos construir, entre todos, un país próspero.

El campo, bien encaminado, volverá a producir lo que mejor sabe hacer: alimentos. Y motorizará la eficiente cadena agroalimentaria, cuya hiperrentabilidad se traducirá en trabajo y bienestar para todos los argentinos, ya sin necesidad de intempestivas exacciones a los productores, o de corruptos manipuleos burocráticos para compensar injusticias ni de pergeñar inoperantes planes asistenciales que, más allá de las buenas intenciones, atentan contra una auténtica redistribución de la riqueza.

Malena Gainza es pintora, ama de casa y productora agropecuaria.

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