"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

jueves, 18 de septiembre de 2008

1.000 millones contra el hambre, por Josep Borrell

En los últimos meses hemos hablado mucho de la crisis alimentaria. El mundo se ha conmovido ante las dramáticas consecuencias de la escalada de los precios de los alimentos sobre los 2.000 millones de personas que intentan sobrevivir con menos de 2 dólares al día y se gastan en comida el 70% de esos escuálidos ingresos.

Importantes conferencias de alto nivel con centenares de expertos, diplomáticos y políticos han estudiado las causas de esa crisis: el precio del petróleo, la demanda creciente de los países emergentes, el cambio climático, los biocarburantes, las restricciones a la exportación, la debilidad de los stocks, la escasa atención prestada a la agricultura, la especulación...

Todo ha influido en la evolución de los precios y en la disminución de la oferta disponible, provocando revueltas en muchos países y poniendo en cuestión la posibilidad de alcanzar el primero de los Objetivos del Milenio, que era reducir el hambre a la mitad en el 2015. Según la FAO, los precios récord de los cultivos de cereales que forman la dieta básica -como el arroz, el maíz y el trigo- han hecho que se sumaran 50 millones más a los 850 millones de hambrientos del mundo.

Ahora, después de subidas espectaculares, como la del arroz, que triplicó su precio entre enero y abril de este año, los precios bajan ante la reducción de las tensiones especulativas. Pero el problema sigue siendo grave y puede empeorar, derivando en una crisis humanitaria de incalculables consecuencias si no aumenta la capacidad de producción de los países más afectados, especialmente los africanos.

Pasar de las palabras a la acción y de la retórica compasiva a las soluciones eficientes requiere nuevos recursos, objetivos claramente identificados a los que aplicarlos y capacidad de gestión para hacerlo antes de las próximas cosechas.

Por ello, el Consejo Europeo de junio pidió a la Comisión que diseñara un plan de apoyo urgente a la agricultura de los países en vía de desarrollo, aportando fertilizantes, semillas y otros insumos necesarios para impulsar la producción.

Pero para empezar, ¿cómo financiarlo? Afortunadamente, la propia crisis alimentaria ha creado un excedente en el Presupuesto de la Política Agrícola Común que podría utilizarse para ello. En efecto, los elevados precios de los alimentos han reducido considerablemente la necesidad de subvencionar las exportaciones de productos agrícolas europeos para que sean competitivos en el mercado mundial.

El excedente presupuestario que así se va a generar, estimado en unos mil millones de euros, se devolvería a los Estados miembros a final de año y sus ministros de Hacienda estarían muy contentos de este retorno inesperado en momentos de vacas flacas.

Pero en vez de devolverlo a las Haciendas Públicas nacionales, estos mil millones se podrían dedicar a un "mecanismo de ayuda a la agricultura" para potenciar los sectores agrícolas de los países en desarrollo y crear redes de seguridad para hacer frente a necesidades alimentarias inmediatas de las poblaciones más vulnerables.

La Comisión propuso esta modificación en la estructura presupuestaria de la UE antes del verano. Ahora la Comisión de Desarrollo la ha apoyado plenamente, en el bien entendido que se trata de una aportación complementaria a los instrumentos existentes en los que también se hace un esfuerzo para reorientar la ayuda al sector agrícola, que ha sido el hermano pobre de las políticas de desarrollo. Esta complementariedad es importante, dada la lamentable disminución global de la ayuda al desarrollo en el 2007.

La propuesta de la Comisión afecta sólo a las dos próximas cosechas y los mil millones de euros se distribuirían en 750 millones de euros este año y 250 millones en el 2009. Pero hay que actuar rápidamente. Si la propuesta no se adopta en noviembre, el dinero no gastado en agricultura volverá automáticamente a los Estados miembros y cada uno lo dedicará a sus propias prioridades políticas, que normalmente serán distintas de la ayuda al desarrollo. Y además, ese dinero debe ser efectivamente utilizado a tiempo para la temporada de siembra en marzo.

En principio todo el mundo dice estar de acuerdo, con la excepción de algún país aislado. Pero la aplicación práctica de esta propuesta es más difícil de lo que parece y detrás de algunas de las objeciones al procedimiento pueden esconderse intentos no confesados de evitar que llegue a buen puerto.

El principal problema reside en cómo pasar los fondos sobrantes de un capítulo presupuestario (el 2, agricultura) a otro (el 4, acción exterior) dentro del denominado Marco Financiero Plurianual que rige el presupuesto de la UE hasta el 2013.

La Comisión considera que hay una cierta lógica para dejar estos créditos en el capítulo 2 puesto que se propone utilizar estos ahorros para mejorar la capacidad agrícola de los países en desarrollo. Así se evitaría la necesidad de una revisión de ese Marco Financiero Plurianual.

Pero otros influyentes actores políticos no comparten este punto de vista. La Comisión de Presupuestos no considera posible financiar la agricultura de otros países desde un capítulo distinto del de acción exterior y considera que la única vía posible es una revisión de las perspectivas financieras. La cuestión puede parecer bizantina y burocrática, pero el método importa mucho y puede condicionar el resultado porque probablemente el Consejo no acepte una revisión de las Perspectivas Financieras después de haber cedido ya una vez para financiar el proyecto Galileo de navegación por satélite.

Todo es discutible porque la frontera entre el gasto interno y externo tiene mucho de política, y cuando conviene se adapta a las circunstancias. Por ejemplo, desde el capítulo de gasto agrícola se financian los acuerdos internacionales de pesca, entre el 2000 y el 2004 se pagaron las ayudas a la producción de azúcar en países de África y el Caribe, y a principios de los 90 la ayuda alimentaria a Rusia.

Lo dramático es que de estas discusiones de procedimiento para movilizar mil millones, dependen las vidas de millones de personas. Cierto que con ese dinero sólo no vamos a resolver la crisis alimentaria mundial. Pero puede ayudar mucho, y si no somos capaces de aprovechar esta oportunidad, la UE verá afectada su credibilidad y se cuestionará su voluntad de financiar sus bonitas declaraciones sobre la lucha contra el hambre en el mundo.

Ante la gravedad de la actual crisis alimentaria, ni la opinión pública europea ni la del resto del mundo comprendería que los fondos no usados del presupuesto de la UE no se utilizaran para este fin. De las decisiones que tomemos en el Parlamento Europeo en las próximas semanas depende la vida de mucha gente y la estabilidad política de muchos países que también nos afectaría a los europeos. Esperemos poder aprobar la propuesta de los mil millones contra el hambre a tiempo de usarlos eficazmente. La respuesta en estas próximas crónicas digitales.

No hay comentarios: