"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

jueves, 8 de enero de 2009

Ardiente esperanza...

Ardiente esperanza
Abel Posse
Para LA NACION
Noticias
Jueves 8 de enero de 2009 Publicado en edición impresa

El país que tiene todo, el más viable, se volvió invivible. Nos sentimos por debajo de esta Patria, como si no la mereciéramos, como si ya no pudiésemos alcanzar sus dones y sus prestigios. No hay lógica que pueda aliviarnos de la sensación de "destrucción administrativa" de nuestra riqueza, aplicada con tenacidad y resentimiento. Así entramos en el nuevo año con la perplejidad que infunde nuestra incapacidad y la mayor crisis económica mundial. No hay lógica que pueda aliviarnos de la sensación de destructividad económica e institucional ejercitada con inexplicable tenacidad y resentimiento.

Nos vemos como el tonto del pueblo que se ganó una Ferrari en una rifa y, al no saberla manejar, la esconde en el gallinero.Porque en realidad la Argentina esencial está intacta. Intacta de voluntad creativa y en sus dones. Somos el país de "los ganados y los mieses", aunque prohíban comercializarlos. Pero están allí, regados por los grandes ríos que los fecundan.

Pero nuestro país está indemne en la voluntad de ser y progresar, en querer educar al hijo, en valorar el placer y la paz. Tenemos un territorio con extraordinaria posibilidad de expansión del horizonte productivo. Tenemos agua dulce (factor decisivo en el cercano futuro). Nuestra tecnología agraria es optima, incluida nuestra agroindustria. Estos dones están garantizados por el cheque en blanco de un mundo necesitado de alimentos, sobre todo en Eurasia, China, India, etc. que nos garantizan la felicidad de producir, vender, enriquecernos (y hasta poder soportar mejor que otros el par de años difíciles del crash financiero global) No alcanzamos el punto de necrosis productiva.

LaArgentina espera detrás del cortinado que cese el interminable y disparatado concierto de Berthe Trépat, para ser, de una vez por todas, lo que fuimos y seremos después de este eclipse de ineptitud. Si hoy mismo la Presidenta se abriera a la razón y al diálogo, liberando las sojuzgadas fuerzas productivas del campo, de los exportadores, de la diplomacia de unidad continental y de presencia mundial, en un par de meses la Argentina recuperaría su fuerza de panal, de dínamo zumbante que frenaron en marzo del 2007. (¿Se puede tener todavía alguna esperanza en este sentido?)

Al punto que si la Presidenta se decidiera a librarse de la usina de resentimiento que la embarga, en tres meses el país recuperaría su fuerza creadora y volvería a ser el panal enriquecedor que conocimos hasta la ofuscación de marzo del 2007.

Si alguien creyó que le era lícito y posible "poner de rodillas al campo" debe saber que erró: quien esta de rodillas ante su rencor es la Argentina misma.

Lo que nos pasa es inédito en el mundo. Se destruye si se tiene una idea revolucionaria para debilitar y substituir un orden por otro. Pero lo que pasa en la Argentina se sitúa en el absurdo.

Sin embargo, el campo está allí y los grandes ríos lo fecundan con su mansedumbre incesante.

La Argentina se siente ahogada en su voluntad de ser como un pura sangre uncido a un carro de cartoneros.

¿Cómo podemos entronizar dirigentes con tan bajo nivel cultural y moral; tan lejos de la inteligencia media argentina? ¿Cómo los peronistas se soportan a sí mismos después de tolerar seis años de agravios y humillaciones K, de los que hay comentados ejemplos que rayan la patología dostoyevskiana.

¿Qué responsabilidad tiene nuestro pueblo en la promoción de gente disparatada? ¿Y el silencio, y la resignación y la cobardía? ¿En que quedó aquel coraje de los tauras de Borges, de nuestro machismo patriótico, del mito gaucho?

Acabamos de "festejar 25 años de democracia" (o de lo que llamamos democracia). Si bien tenemos libertad de prensa y de expresión y los K respetaron cabalmente los derechos y garantías individuales, secuestraron la república y desarticularon el equilibrio de sus poderes. En este cuarto de siglo rematamos el patrimonio de los negocios argentinos (petróleo, ferrocarriles, flota, caminos, aerotransporte). Nos causamos el mayor défault del siglo y perdimos todo crédito internacional. Pero los festejadores de la democracia se expresaron con entusiasmo pese al autocratísmo extrainstitucional de K. Somos blandos, sentimentaloides. Los que más celebraron fueron los que vieron retirarse antes del término sus dos gobiernos!

Estamos en angustiada espera. Somos todo un pueblo, una todavía desarticulada mayoría de hombres de buena voluntad, que espera en el andén sin saber si el tren vendrá o no. Pero sabemos que vendrá porque esta formidable máquina de vivir, la Argentina, no puede ser destinataria del sabotaje y del resentimiento destructivo.

La Argentina humana y sus dones, están intactos. Esperamos un milagro no de revelación sino de sentido común. La parusía del sentido común, de la mera normalidad.

Lo nuestro no es ya un problema de política o economía. Nos asuela un tsunami de ineptitud y rencor. Necesitamos una política de salvación nacional en la que la Presidenta, consciente de su responsabilidad histórica central, no vicaria, pueda convocar a todos los sectores políticos. Hay un reclamo de rearme republicano, constitucionalista que es unánimemente compartido. En lo económico, la crisis global y nacional nos unifica más allá de las ideologías en el objetivo de recuperar mercados, adaptarnos a la solidaria lucha internacional y recuperar nuestra deshilachada presencia en los mercados perdidos y el crédito por ganar.

Hay retiradas policiales y retiradas políticas. El gobierno K deberá decidirlo. Perdió la opinión en las ciudades y ahora en los maltratados campos que lo votaron. ¿Sabrá plegarse a la realidad? ¿Podrá la Presidenta?

Entramos en un 2009 que podría significar, en esta misteriosamente desastrada Argentina, el paso de la torpeza comisarial a la razón de todo un país demasiado proclive a resignarse a lo irracional. Brindaremos por la Presidenta y por la pléyade de políticos y funcionarios de todos los partidos y del mismo Gobierno que comprendan que, sin orden constitucional republicano no puede haber ni paz, ni orden, ni riqueza.

Espera. Pero con ardiente esperanza. Y cuidado tengamos con la frase que escribió Raymond Aron: "O los hombres cambian o la catástrofe cambiará a los hombres."

El autor es diplomático y escritor

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