Hace unas semanas tuve la suerte de entrevistar a Mario Capecchi, uno de los ganadores del premio Nobel de Medicina y Fisiología 2007. La historia de Capecchi parece salida de una novela: Nació en Verona, 1937, y perdió a su padre en la Segunda Guerra Mundial y en 1940 su madre fue llevada a un campo de concentración. Tras pasar un año al cuidado de unos campesinos, fue abandonado en la calle. Entre los tres y los siete años de edad tuvo que mendigar para vivir y formó parte de pandillas juveniles italianas. En 1946 enfermó de tifus. Ese mismo año fue hallado por su madre, que había sobrevivido al campo de concentración, y se lo llevó a EE.UU. Capecchi recién aprendió a leer y a escribir a los 13 años. Sin embargo, siempre tuvo hambre de aprender
ENTREVISTA a MARIO CAPECCHI (12/02/2009)
"Debemos hacer lo que nos gusta"
El ganador del Premio Nobel de Medicina 2007 visitó Lima. Aprendió a leer recién a los 13 años y hoy es un gran investigador
Por: Bruno Ortiz Bisso
La vida de Mario Capecchi (Verona, 1937) fue realmente dura: perdió a su padre en la Segunda Guerra Mundial y en 1940 su madre fue llevada a un campo de concentración. Tras pasar un año al cuidado de unos campesinos, fue abandonado en la calle. Tuvo que mendigar para vivir y formó parte de pandillas juveniles italianas. En 1946 enfermó de tifus. Ese mismo año fue hallado por su madre, que había sobrevivido al campo de concentración, y se lo llevó a EE.UU. Capecchi recién aprendió a leer y a escribir a los 13 años. Sin embargo, siempre tuvo hambre de aprender.
Sobre los 17 años se interesó en resolver los problemas sociales de la humanidad y hasta tuvo un acercamiento a las ciencias políticas. Finalmente, se decidió por las ciencias y estudió en la Universidad de Harvard, donde se doctoró en biofísica en 1967. En el 2007, junto con Martin Evans y Oliver Smithies, recibió el Premio Nobel de Medicina y Fisiología por descubrir cómo manipular genéticamente células madre embrionarias de ratones, neutralizando uno o más genes. Esto se aplica actualmente en casi todos los terrenos de la biomedicina.
Esta semana estuvo en Lima para participar en un seminario internacional sobre células madre, organizado por el Colegio Médico del Perú.
Capecchi señaló que le siguen gustando el estudio y la investigación, y en sus disertaciones invita a todos a no perder el gusto por aprender, sin importar la edad.
¿Qué tan importante es la edad para aprender? ¿Realmente nunca es tarde?
Mientras crecemos nuestro cerebro va cambiando. Por ejemplo, antes de caminar los bebes deben gatear y para ello hay un proceso. Creo que hay un tiempo óptimo para empezar a aprender, pero eso no está escrito en una piedra y puede cambiar. Todo depende de cómo y cuánto usemos nuestro cerebro. Cuando viví solo, tuve que usarlo mucho para encontrar dónde dormir, qué comer y cómo cuidarme yo mismo. No hay una edad para aprender, pero lo importante es que siempre estemos usando nuestro cerebro; que nuestras neuronas estén siempre en actividad.
¿Aún sigue con sus investigaciones de manipulación genética en ratones?
En lo que estaba trabajando hace cinco años es distinto a lo que estoy haciendo ahora y lo que haga en cinco años más será otra cosa. Siempre voy cambiando de áreas. Cuando trabajas en cáncer, conoces a gente que lleva años en esto, con los mismos conocimientos. Luego, por ejemplo, pasas a biología y conoces a gente totalmente diferente. No es solo cambiar de campos, sino también de la gente con la que interactúas. Y lo importante es siempre empezar de cero. Es decir, llegas a un nuevo campo y ves gente que piensa de una manera y que manejan un solo conocimiento y lo que deben hacer o no. Pero el nuevo no tiene esos prejuicios y puede hacer las preguntas que nadie hace. Y así uno sigue siempre aprendiendo.
¿Cuál es la principal reflexión que les da a los demás a partir de su extraordinaria experiencia de vida?
Me parece que lo más importante es que la gente encuentre algo que le apasione, que le interese y que lo haga pensar. Y debe perseguirlo hasta que alcance sus objetivos. Hoy la gente trabaja mucho en lugar de hacer algo que realmente los emocione. Debemos hacer lo que nos gusta. Hay que recordar que la vida es un viaje que no tiene un rumbo fijo. Las cosas suceden, no se anticipan y van en distintas direcciones. Es como saltar de un lado a otro, que es lo que yo hago.
ENTREVISTA a MARIO CAPECCHI (12/02/2009)
"Debemos hacer lo que nos gusta"
El ganador del Premio Nobel de Medicina 2007 visitó Lima. Aprendió a leer recién a los 13 años y hoy es un gran investigador
Por: Bruno Ortiz Bisso
La vida de Mario Capecchi (Verona, 1937) fue realmente dura: perdió a su padre en la Segunda Guerra Mundial y en 1940 su madre fue llevada a un campo de concentración. Tras pasar un año al cuidado de unos campesinos, fue abandonado en la calle. Tuvo que mendigar para vivir y formó parte de pandillas juveniles italianas. En 1946 enfermó de tifus. Ese mismo año fue hallado por su madre, que había sobrevivido al campo de concentración, y se lo llevó a EE.UU. Capecchi recién aprendió a leer y a escribir a los 13 años. Sin embargo, siempre tuvo hambre de aprender.
Sobre los 17 años se interesó en resolver los problemas sociales de la humanidad y hasta tuvo un acercamiento a las ciencias políticas. Finalmente, se decidió por las ciencias y estudió en la Universidad de Harvard, donde se doctoró en biofísica en 1967. En el 2007, junto con Martin Evans y Oliver Smithies, recibió el Premio Nobel de Medicina y Fisiología por descubrir cómo manipular genéticamente células madre embrionarias de ratones, neutralizando uno o más genes. Esto se aplica actualmente en casi todos los terrenos de la biomedicina.
Esta semana estuvo en Lima para participar en un seminario internacional sobre células madre, organizado por el Colegio Médico del Perú.
Capecchi señaló que le siguen gustando el estudio y la investigación, y en sus disertaciones invita a todos a no perder el gusto por aprender, sin importar la edad.
¿Qué tan importante es la edad para aprender? ¿Realmente nunca es tarde?
Mientras crecemos nuestro cerebro va cambiando. Por ejemplo, antes de caminar los bebes deben gatear y para ello hay un proceso. Creo que hay un tiempo óptimo para empezar a aprender, pero eso no está escrito en una piedra y puede cambiar. Todo depende de cómo y cuánto usemos nuestro cerebro. Cuando viví solo, tuve que usarlo mucho para encontrar dónde dormir, qué comer y cómo cuidarme yo mismo. No hay una edad para aprender, pero lo importante es que siempre estemos usando nuestro cerebro; que nuestras neuronas estén siempre en actividad.
¿Aún sigue con sus investigaciones de manipulación genética en ratones?
En lo que estaba trabajando hace cinco años es distinto a lo que estoy haciendo ahora y lo que haga en cinco años más será otra cosa. Siempre voy cambiando de áreas. Cuando trabajas en cáncer, conoces a gente que lleva años en esto, con los mismos conocimientos. Luego, por ejemplo, pasas a biología y conoces a gente totalmente diferente. No es solo cambiar de campos, sino también de la gente con la que interactúas. Y lo importante es siempre empezar de cero. Es decir, llegas a un nuevo campo y ves gente que piensa de una manera y que manejan un solo conocimiento y lo que deben hacer o no. Pero el nuevo no tiene esos prejuicios y puede hacer las preguntas que nadie hace. Y así uno sigue siempre aprendiendo.
¿Cuál es la principal reflexión que les da a los demás a partir de su extraordinaria experiencia de vida?
Me parece que lo más importante es que la gente encuentre algo que le apasione, que le interese y que lo haga pensar. Y debe perseguirlo hasta que alcance sus objetivos. Hoy la gente trabaja mucho en lugar de hacer algo que realmente los emocione. Debemos hacer lo que nos gusta. Hay que recordar que la vida es un viaje que no tiene un rumbo fijo. Las cosas suceden, no se anticipan y van en distintas direcciones. Es como saltar de un lado a otro, que es lo que yo hago.
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