Daniel Della Costa
Para LA NACION
Noticias
Jueves 14 de mayo de 2009 Publicado en edición impresa
A esa gente a la que no hay colectivo que la deje en la esquina, la que vive insatisfecha y ansiosa, saber que, finalmente, va a encabezar la lista de candidatos de su partido en la provincia de Buenos Aires no le ha resultado suficiente. Ahora también pretende que le digan si va a asumir o no, en caso de resultar elegido.
La incertidumbre patológica de estos reyes de la suspicacia reconoce dos razones: una, la de quienes creen que su presencia en la boleta, como la de Scioli y la de los intendentes, sólo encierra el propósito de engañar al electorado más ingenuo. Y que, una vez conocido el resultado de las urnas, los que encabezan la lista les harán pito catalán a sus votantes, confirmando así que han sido tomados para el churrete, y cada uno seguirá en lo suyo. En tanto, ilustres pero obedientes desconocidos, ocuparán las bancas.
Y la otra vertiente de incrédulos, aunque coincide con la anterior en que los que los voten serán trampeados, tienen menos en cuenta, para llegar a la misma conclusión, las añagazas electorales del oficialismo que ciertas extrañas facetas psicológicas que conciernen al hombre que gobierna el país desde 2003.
En lo que no les falta razón. Porque el mismo tipo que se atrevió a tenderle una sucia trampa a George W. Bush en Mar del Plata para humillarlo: el que abominó públicamente del Fondo Monetario y le pagó cash lo que se le debía; el que se peleó de mala manera con los chacareros y jamás dio el brazo a torcer; el que no retrocedió ni un tranco de pollo frente a los acreedores que no admitieron la quita que propuso su gobierno y, además, alteró el índice de precios, con lo que también defraudó a los que tenían obligaciones ajustadas por inflación; el que renacionalizó empresas de un plumazo; el que, de un manotazo y sin avisar, se quedó con la plata de las AFJP; y el que, suprema compadrada, decidió que fuera su mujer la que lo sucediera en la Rosada; ese mismo tipo y no otro, ese mandamás, ese patrón de estancia que hace y deshace a su antojo, que insulta, veja y avasalla a propios y extraños, que sólo obedece a sus caprichos y zangolotea al que se le canta, tiene también, increíblemente, un flanco débil, debilísimo, que hace sospechar que todo lo anterior no es más que telgopor pintado y que ese mismo temor es el que puede llevarlo a no asumir su banca.
Y ese flanco, esa flaqueza, no es otra que su temor cerval a la prensa, a las entrevistas que no hayan sido previamente pactadas (como la reciente por TV), a las conferencias abiertas y a los actos sin la presencia de una claque perfectamente instruida, pagada y atendida por un catering profesional. En consecuencia ese tipo, con esa carga anímica ajena a la espontaneidad, temerosa de que se le descubra un pasado discutible, ¿cómo se vería en medio de una Cámara a la que tanto ha ninguneado y en la que nadie de la oposición se va a privar de decirle lo que piensa y en reclamarle que aclare lo que nunca quiso aclarar?
"No hay problemas -aseguró el reo de la cortada de San Ignacio: - Ya lo tiene resuelto. Va a ocupar la banca, pero ya encargó un cono del silencio, como el del Superagente 86. Pero blindado y con los vidrios polarizados".
Para LA NACION
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Jueves 14 de mayo de 2009 Publicado en edición impresa
A esa gente a la que no hay colectivo que la deje en la esquina, la que vive insatisfecha y ansiosa, saber que, finalmente, va a encabezar la lista de candidatos de su partido en la provincia de Buenos Aires no le ha resultado suficiente. Ahora también pretende que le digan si va a asumir o no, en caso de resultar elegido.
La incertidumbre patológica de estos reyes de la suspicacia reconoce dos razones: una, la de quienes creen que su presencia en la boleta, como la de Scioli y la de los intendentes, sólo encierra el propósito de engañar al electorado más ingenuo. Y que, una vez conocido el resultado de las urnas, los que encabezan la lista les harán pito catalán a sus votantes, confirmando así que han sido tomados para el churrete, y cada uno seguirá en lo suyo. En tanto, ilustres pero obedientes desconocidos, ocuparán las bancas.
Y la otra vertiente de incrédulos, aunque coincide con la anterior en que los que los voten serán trampeados, tienen menos en cuenta, para llegar a la misma conclusión, las añagazas electorales del oficialismo que ciertas extrañas facetas psicológicas que conciernen al hombre que gobierna el país desde 2003.
En lo que no les falta razón. Porque el mismo tipo que se atrevió a tenderle una sucia trampa a George W. Bush en Mar del Plata para humillarlo: el que abominó públicamente del Fondo Monetario y le pagó cash lo que se le debía; el que se peleó de mala manera con los chacareros y jamás dio el brazo a torcer; el que no retrocedió ni un tranco de pollo frente a los acreedores que no admitieron la quita que propuso su gobierno y, además, alteró el índice de precios, con lo que también defraudó a los que tenían obligaciones ajustadas por inflación; el que renacionalizó empresas de un plumazo; el que, de un manotazo y sin avisar, se quedó con la plata de las AFJP; y el que, suprema compadrada, decidió que fuera su mujer la que lo sucediera en la Rosada; ese mismo tipo y no otro, ese mandamás, ese patrón de estancia que hace y deshace a su antojo, que insulta, veja y avasalla a propios y extraños, que sólo obedece a sus caprichos y zangolotea al que se le canta, tiene también, increíblemente, un flanco débil, debilísimo, que hace sospechar que todo lo anterior no es más que telgopor pintado y que ese mismo temor es el que puede llevarlo a no asumir su banca.
Y ese flanco, esa flaqueza, no es otra que su temor cerval a la prensa, a las entrevistas que no hayan sido previamente pactadas (como la reciente por TV), a las conferencias abiertas y a los actos sin la presencia de una claque perfectamente instruida, pagada y atendida por un catering profesional. En consecuencia ese tipo, con esa carga anímica ajena a la espontaneidad, temerosa de que se le descubra un pasado discutible, ¿cómo se vería en medio de una Cámara a la que tanto ha ninguneado y en la que nadie de la oposición se va a privar de decirle lo que piensa y en reclamarle que aclare lo que nunca quiso aclarar?
"No hay problemas -aseguró el reo de la cortada de San Ignacio: - Ya lo tiene resuelto. Va a ocupar la banca, pero ya encargó un cono del silencio, como el del Superagente 86. Pero blindado y con los vidrios polarizados".
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