"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

martes, 16 de junio de 2009

La Argentina y su populismo sistémico / 1975 - 2006

DE ESTADO CAUTIVO A ESTADO FALLIDO 1a Parte



Carlos ESCUDÉ: Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y Universidad del CEMA, Buenos Aires
carlos.escude@aya.yale.edu

RESUMEN: El trabajo describe el funcionamiento del ‘populismo sistémico’ y su práctica en Argentina entre 1975 y 2006. Se trata de ciclos en los que (en el contexto de gobiernos democráticos) el poder se conquista con ‘populismo clásico’ pero se ejerce con ‘populismo de derecha’ (que consiste en subsidiar a las empresas privadas clientes, frecuentemente licuando o estatizando sus deudas)
Las dictaduras saltearon la etapa del populismo clásico para pasar directamente al populismo de derecha.
Durante el gobierno de Menem las estatizaciones de pasivos privados fueron complementadas por la privatización subsidiada de activos públicos, agudizando el proceso.
Ambas políticas se consideran ‘populistas’ porque, siguiendo una lógica ‘olsoniana’ de acción colectiva, resulta análoga la estructura de intereses y comportamientos de las organizaciones populares clientes del Estado, y la de las empresas privadas también clientes.
No obstante, la transferencia de ingresos desde el colectivo social hacia los ricos, supera con creces a las transferencias en sentido contrario.
Estos mecanismos, de funcionamiento crónico desde la hiper-devaluación de 1975, contribuyen a explicar el milagro al revés de que en medio siglo, se haya multiplicado por cuatro el porcentaje de pobres, pasando de aproximadamente el 10 al 40%.
Esta regresión, sin paralelos en el mundo, es el punto de partida necesario para comprender la crisis de gobernabilidad latente que afecta al país desde diciembre de 2001.

Palabras Clave: Argentina, populismo, economía, gobernabilidad, distribución del ingreso.
DE ESTADO CAUTIVO A ESTADO FALLIDO: LA ARGENTINA Y SU POPULISMO SISTÉMICO, 1975-20061

"Argentina (…) remains a land to be plundered; and its politics can be nothing but the politics of plunder." V. S. Naipaul, Argentina and the Ghost of Eva Perón (1980)

En apenas medio siglo la Argentina ha sufrido una involución con pocos paralelos en el mundo: el porcentaje de su población bajo la línea de pobreza aumentó permanentemente desde aproximadamente el 10% en los alrededores de 1950, al 45% en 2005.2
Este milagro al revés es el dato central del que debe partir cualquier diagnóstico de sus perspectivas económicas y gobernabilidad de largo plazo, porque es el producto de un proceso que ha tenido lugar bajo regímenes tanto democráticos como autoritarios, e independientemente de qué partido gobernara cuando el gobierno era constitucional.

Por cierto, aunque muchos países del Tercer Mundo siempre han albergado una marginalidad de proporciones masivas, únicamente la Argentina ha sufrido tamaña regresión.
Cómo era de esperar, el deterioro de su estructura social y del nivel de vida de sus mayorías no vino solo, sino que fue acompañado por una severa erosión de sus instituciones, siendo el colapso político y financiero de diciembre de 2001 la ilustración más dramática del fenómeno. En este trabajo argüiré que la involución social argentina puede rastrearse a transferencias masivas de riqueza del contribuyente a la empresa privada a través de mecanismos identificables que están activos desde por los menos 1975.

A partir de ese año, una suerte de “populismo sistémico” ha prevalecido durante los períodos de gobierno constitucional. Mientras los pobres son manipulados con propósitos electoralistas a través de las dádivas típicas del “populismo clásico”, una vez capturado el poder político invariablemente se practica un “populismo de derecha”, transfiriendo riqueza a la burguesía amiga del gobierno.
Los regímenes militares han podido saltear la fase clásica y pasar directamente al populismo de derecha, pero esencialmente tanto los gobiernos democráticos como los militares se han dedicado a concentrar riqueza en segmentos diversos de la burguesía.

El funcionamiento de esta dinámica ha sido oscurecido por la comprensible obsesión de los cientistas sociales con las transiciones latinoamericanas a la democracia.
Ambas fases del populismo son parte del mismo todo sistémico.

Siguiendo una lógica olsoniana, los intereses y comportamientos de firmas privadas que se benefician de sinacuras del gobierno son análogos a los de los trabajadores y desempleados subsidiados que transitoriamente mejoran su suerte gracias a la demagogia electoral (Olson 1965)
Las clases subordinadas recompensan a los políticos con su voto y apoyo en manifestaciones.
La burguesía prebendaria los recompensa con fondos electorales y sobornos.

Las clases subordinadas castigan a los políticos con huelgas, cortes de ruta y empresas o edificios tomados. La burguesía prebendaria, que es más poderosa, ha llegado a despedir operarios innecesariamente, y financiar huelgas y manifestaciones populares contra el gobierno, para castigar y desestabilizar a políticos no cooperativos encaramados en el poder.3

1 El autor agradece los comentarios de Cristóbal Williams y Beatriz Gurevich
2 Gino Germani fue el precursor de los estudios sobre la estructura social argentina y su evolución. Sus obras claves sobre el tema son Política y Sociedad en una Época de Transición y su “Apéndice” a la edición en castellano de la obra de Seymour Martin Lipset y Reinhard Bendix, Mobilidad Social en la Sociedad Industrial . En Alfred Maizels, Industrial Growth and World Trade, pueden obtenerse estimaciones del PBI per cápita de Argentina, comparado con los de países de Europa occidental, Japón, Estados Unidos y Canadá, para los años 1937 y 1950.
En Torcuato S. Di Tella (padre), “¿Cómo vive el obrero en la industria argentina?” (Revista de Economía Argentina, 1941, Nº 271) pueden verse estimaciones del poder adquisitivo del obrero no calificado de la Argentina en 1941, en comparación con el de los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Rusia e Italia. Comparaciones de índices gini hacia 1960 para Argentina, Australia, Canadá, el Reino Unido, los Estados Unidos y Holanda (entre otros) se encuentra en Shail Jain, Size Distribution of Income (Banco Mundial, 1976). En su clásico Essays on the Economic History of the Argentine Republic, Carlos Díaz-Alejandro ofrece datos relevantes acerca de los salarios y niveles de vida entre 1900 y 1930. Estudios más recientes de la estructura social de la Argentina y su evolución incluyen a Jorge Raúl Jorrat y Ruth Sautú (comp.), Después de Germani: Exploraciones sobre la Estructura Social de la Argentina; y Susana Torrado, Artemio López y Martín Romeo, La Declinación de la Clase Media Argentina: Transformaciones en la Estructura Social, 1974-2004.

3 Este fenómeno es ilustrado por Corrales, 1998. Para un período previo, véase la formulación de O’Donnell, 1978. Véase también S. Hanke. y S. Walters, 1990.

La mega-devaluación de 1975

En 1975, bajo la presidencia de María Estela Martínez de Perón, comenzó un ciclo hasta entonces, sin precedentes, de extrema inestabilidad monetaria y especulación financiera. Según cifras del Banco Central la inflación promedio anual, que durante el período 1946-74 ya era altísima, del 33,2%, saltó al 206% para el período 1975-83. Simultáneamente, el crecimiento anual promedio del PBI disminuyó del 3,7% para el primer período, al 0,2% para el segundo (Machinea 1990: 135).
Por cierto, la devolución del poder político al partido de la mayoría, que había sido proscripto durante dieciocho años, generó presiones inflacionarias insuperables (Damill y Frenkel, 1990 6)debido a la fuerte demanda de subsidios de la burguesía cliente, típica del populismo de derecha, y a la presión política para aumentar el empleo público en los niveles nacional y provincial, típica del populismo clásico.
La solución instrumentada por el ministro Celestino Rodrigo, que era aconsejado por expertos como Ricardo M. Zinn (una figura clave de la administración económica de la entonces próxima dictadura militar), fue una mega-devaluación del 100%, un aumento del 175% en el precio del petróleo, y aumentos en el precio de servicios esenciales entre el 75 y el 120%, además de la cancelación de los aumentos salariales previamente negociados.
Recordado localmente como el “Rodrigazo”, fue la transferencia de ingresos más masiva y regresiva de la historia argentina hasta entonces (Muchnik 1998: 84-88)

La emergencia de la “patria financiera”

Todos los protagonistas de la vida financiera argentina entrevistados por este autor concuerdan en que, desde este momento en adelante, un poderoso segmento de la burguesía local llegó a la conclusión de que la única manera de romper el frustrante y paralizante empate de la política argentina, y acumular enormes ganancias, era apostar a la inestabilidad.4
La sabiduría popular acuñó el término “patria financiera” para referirse a ese segmento social. Más aún, investigaciones recientes han demostrado que el mismo Rodrigazo fue perpetrado a esos efectos. Según asesores de Zinn entrevistados por Néstor Restivo y Raúl Dellatorre, su intención fue generar un caos beneficioso para algunos sectores:

“La idea era generar ‘una estampida inflacionaria que licuara la deuda de las empresas’, casi toda en moneda nacional; que rompiera el control de precios (...) que regía desde 1973, y que beneficiara sobre todo a las compañías exportadoras, vía devaluación.
La explosión era adrede.

Si venían los gremios y pedían el 80%, Zinn decía que debíamos ofrecerles el 100%. Y en el plan monetario que estábamos preparando nos pedía que agregáramos partidas siderales por las dudas. ‘Total, después van a venir los gobernadores y se las vamos a tener que dar, así que para qué demorarnos en ejecuciones’”. (Restivo y Dellatorre, 2005: 24-27).5

El caos no sólo era funcional para la especulación (y casi toda la burguesía activa, no-rentista, se había lanzado a la especulación financiera).
También era útil para generar una percepción de amenaza que justificara reprimir la violencia insurgente que había sido desencadenada por una combinación de factores tanto internos como externos, el más importante de los cuales fue la reacción a la proscripción del mayoritario Partido Peronista entre 1955 y 1973.
La búsqueda de seguridad burguesa retroalimentó así el afán de lucro financiero, que para gente estratégicamente ubicada con un conocimiento experto de la economía se presentaba como un método mucho más seguro de ganar dinero que cualquier intento de invertir, aumentar la productividad y competir en un contexto tan inestable.

Desde el Rodrigazo en adelante, proliferaron todas las maniobras especulativas imaginables
(facilitadas por una inflación astronómicamente alta). Por ejemplo, los llamados “autopréstamos”

4 La idea de que la inestabilidad fue buscada intencionalmente por algunos sectores me fue presentada por primera vez, en
conversaciones separadas, por Cristóbal Williams y Luis Eduardo García. Como consecuencia, entrevisté a media docena de conocidos operadores financieros.
5 En 2005, al cumplirse treinta años del episodio, se publicaron testimonios interesantes en la prensa de Buenos Aires. Véase el suplemento Cash de Página 12, 5 de Junio de 2005. (créditos auto-acordados con seguro de cambio subsidiado), que a través de diversas operatorias se usaron masivamente durante la dictadura de 1976-83, nacieron hacia 1975 con el siguiente mecanismo:

1. Una persona o empresa tenía, por caso, un millón de dólares en una cuenta en los Estados Unidos.
2. Este dinero era entregado como caución secreta a la institución bancaria norteamericana, que a cambio transfería una cantidad equivalente como crédito a su cliente, a través de un banco establecido en la Argentina.
3. Ese dinero se pagaba en pesos en Buenos Aires.
4. En compensación por haber conseguido crédito externo en momentos difíciles, el Banco Central le otorgaba un seguro de cambio a seis meses.
5. Cumplido el plazo, el sujeto tenía el derecho a comprar los dólares que había cambiado, a una tasa prefijada, con una enorme ganancia debido a la alta inflación.
6. Los dólares recomprados se transferían entonces al banco norteamericano, para rescatar la caución secreta.

A pesar de las diferentes circunstancias monetarias, durante el régimen militar y también durante el gobierno de Menem se instrumentó esencialmente la misma maniobra en forma masiva. Auto préstamos desde las centrales a las subsidiarias de bancos y multinacionales se usaron frecuentemente para aprovechar la brecha entre las tasas de interés del mundo desarrollado y las argentinas. Este fue uno de los mecanismos más importantes a través de los cuales se concentró y extrajo riqueza durante períodos prolongados.

Otro método para generar enormes ganancias financieras, también instaurado durante el gobierno de la viuda de Perón, y utilizado en todas las administraciones subsiguientes, fue aprovechar la brecha entre el valor de marcado de los bonos argentinos y el valor que el gobierno estaba dispuesto a reconocerles para diversos propósitos.
A veces eran aceptados en caución para créditos.
Durante los ’80 se usaron para operaciones de capitalización de deuda externa pública. Y durante los ’90 se los reconoció como forma de pago para operaciones de privatización de empresas públicas.

El mecanismo, tal como se implementó en 1975, consistió en comprar Valores Nacionales
Ajustables en un mercado extranjero y entregarlos en caución, como garantía para créditos selectivamente acordados.
Como los créditos se otorgaban por un valor muy superior al que los depreciados títulos tenían en el mercado, el negocio consistía en nunca rescatar los bonos y usar el dinero obtenido como crédito para comprar más bonos y repetir la operación interminablemente.
Es así como el saber popular acuñó otra expresión acertada, la “bicicleta financiera”, que hizo posible que gente avispada ganara fortunas de la nada en muy poco tiempo (Muchnik 2005: 189; Restivo y Dellatorre 2005: 26-27, y Escudé 2006: 35-52).

La doctrina jurídica de la “intangibilidad de la retribución del co-contratante particular”

Estos mecanismos para la concentración de riqueza fueron complementados por una duradera reinterpretación de los artículos 16 y 17 de la Constitución Argentina, también de 1975, esta vez por dictamen de la Corte Suprema.

Supuestamente, la nueva doctrina estaba anclada en principios de justicia distributiva, según los cuales, dado que las obras públicas financiadas por el Estado sirven al bien común, es injusto que empresas privadas contratadas por éste sufran pérdidas provenientes de la inestabilidad financiera u otros imponderables encontrados durante la ejecución del contrato: El costo de proveer al bien común debía ser sufragado por el Estado, no por los particulares.
El adalid académico de esta doctrina fue Rodolfo Barra, el jurista que se convertiría en juez de la Corte y luego en ministro de Justicia, ya durante el gobierno de Menem (Barra 1988: 1124-1145)
Gracias a ella fue posible realizar grandes obras para el Estado prácticamente sin riesgo empresario.
Más aún, esta doctrina perversa, aunque legal, fue complementada por una práctica generalizada y absolutamente ilegal: "La redacción de contratos de obra pública con especificaciones intencionalmente mañadas"

A cambio de una comisión que típicamente era del 20%, representantes de las empresas públicas, negociaban contratos defectuosos con contratistas privados. Una vez que comenzaba la construcción se “descubría” que el proyecto original había omitido costosos pasos intermedios.
Gracias a la doctrina, estos aumentos en el valor del contrato, ya fuera de toda pseudo licitación, serían pagados por el Estado casi inexorablemente.
Como consecuencia, desde entonces hasta la privatización de las empresas públicas de los ’90, la típica obra pública argentina costaría aproximadamente tres veces más que lo licitado, y en casos paradigmáticos como el proyecto hidroeléctrico de Yacyretá, más de doce veces la estimación original.
Simultáneamente, emergió una brecha importante entre los costos de obra pública en la Argentina y los de otros países (Verbitsky 1992: 24-26).

De este modo no sólo se convirtió el país en un “Estado capturado” (Hellman, Jones y Kaufmann, 2000)
Para todo propósito práctico, las empresas públicas pasaron a ser propiedad de una burguesía depredadora que el saber popular bautizó como “patria contratista”, el reverso de la moneda de la “patria financiera”.
Combinadas, eran la única “patria” verdadera: la minoría soberana de un apartheid de clases crónicamente regresivo.
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Continuará

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