"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Frío Mortal: Quinta parte de una historia ¿de ficción?....

CAPÍTULO 5


Mientras desayunaba sólo como era mi costumbre, reflexionaba sobre los sucesos del día anterior, porque sabía que en pocas horas más se desmoronaría el castillo que intenté construir.

Alabé mentalmente la actitud de Alba quien antes de asistirme decidió citar al otro sirio, porque tanto Román como ella hicieron ingentes esfuerzos para ayudarme, pero lamentablemente sólo prolongaron la agonía, de todos modos disfruté mi actuación como fiscal sin embargo, continuaba sin entender a Campos, ¿cómo pensó lograr la condena de Ibrahim? Finalmente y observando mi reloj marché hacia el juzgado, y ya en mí oficina ambos me aguardaban sonrientes.

-Parecen un par de tontos, porque no veo dónde esta la gracia a no ser que ambos sean masoquistas. –Reté algo enojado.

-Cuando lea esto se reirá con nosotros, –respondió Román alcanzándome una notificación del tribunal.

Comencé a leer pasmado y no pude evitar la expresión:

-¿Cómo? ¡Pero no puede ser!

-¡Parece que dimos en el clavo Enrique! –Refirió contenta Alba continuando; -al parecer se presentó el abogado defensor ante los miembros del tribunal para notificarles que Ibrahim Alzar no se presentaría a la audiencia, lo que se hará de público conocimiento ni bien comience el juicio.

La sala estaba totalmente ocupada, la difusión del último debate tuvo tal repercusión que también atrajo a quienes fueron los responsables en determinar que la culpabilidad del atentado recayese en ciudadanos iraníes, todos pugnaban por enterarse como finalizaría el litigio.

En cuanto ingresamos junto a Alba, el resplandor de las cámaras nos encegueció por instantes, y como todos aguardamos impacientes la llegada de los jueces. Mientras que en la mesa asignada a la defensa solo estaban los asistentes del abogado de Ibrahim.

El procurador a falta de lugar se acercó ubicándose junto a mí y con una sonrisa más que satisfecha comentó:

-¡Parece ser doctor Veroglia, que en un solo debate logró la fama que a su colega el doctor Campos le llevo veinte años construir!

No pude contestarle porque en ese instante oímos el clásico; "Todos de pie".

Los magistrados acompañados por el defensor se ubicaron en sus respectivos lugares y sus rostros adustos denunciaban el malestar que les producía la situación.

Muchos golpes sufrió la mesa hasta permitir que el juez presidente pudiese decir:

-¡Esta mañana se presentó ante este tribunal el abogado del acusado Ibrahim Alzar notificando que su defendido no se allanaría al debate, constituyéndose de ese modo en prófugo de la justicia!

Los murmullos desatados no impidieron que el magistrado continúe:

-En consecuencia este tribunal ordenó la captura inmediata del acusado y de su socio Abreb Ayerban, y hasta tanto se logre la detención de estos dos ciudadanos se suspende la audiencia.

Hasta ese momento en las mentes de los presentes quedó la sensación que estos dos prófugos fueron los responsables del atentado a la mutual y de los asesinatos de Alberto Ferrer, Raúl Martínez (alias el soplón) y quizá también el de Elena Carrión.

Pero la realidad indicaría que el juicio jamás se reanudó y para los intereses políticos habría un olvido conveniente de estas sesiones.

Durante casi una hora estuve demorado por el periodismo quien pedía mi opinión sobre la conducta del acusado y su socio, pero finalmente pude llegar a mi oficina. Por supuesto que mis colaboradores y mi jefe me esperaban para halagar un ego que jamás tuve.

Pasaron unos días hasta que una noticia terminó por eliminar el resto de euforia que poseíamos, ya que Abreb Ayerban terminó suicidándose e Ibrahim Alzar huyó a Siria, y para despejar todo tipo de dudas una jueza provincial identificó el cadáver del árabe.

Y de ese modo quedó cerrada una causa que pudo desatar una tormenta política de impredecibles consecuencias, y supuse en ese momento que muchos estarían satisfechos con ese final.

Pasó casi un año de mi debut con éxito y muchos casos tuve que conducir con diversos resultados, sin embargo y pese a ser considerado eficiente por mi jefe, el regreso del doctor Campos opacó mi actividad.
Ya nadie recordaba que dejó un desastre al momento de su accidente, y tanto Alba como yo pasamos a ser una especie de alternativa para casos menores, los que prácticamente no existían porque esta fiscalía atendía solo casos federales de suma importancia, de modo que para no estar inactivos con ella revolvíamos expedientes inconclusos archivados.
Entre ellos encontramos una carpeta con el pedido de un inspector provincial solicitando unos informes procesales al doctor Campos, y que por lo visto jamás fue contestado.

Lo que era extraño en la solicitud; es que ésta no correspondía a un orden natural, y por otra parte tampoco el inspector fue advertido de la improcedencia en su gestión, por eso Alba mencionó:

-Creo que deberíamos contactarnos con ese funcionario, ¿no lo cree Enrique?

-No veo el objeto. –Repuse sonriendo, ya que la inquina que mi asistente tenía por el doctor Campos era manifiesta.

-¡Vea Enrique! Ese hombre es un trepador y encima que le salvamos el pellejo nos tiene revolviendo papeles, y no me parece nada justo.

-Quizá tenga razón, pero no es suficiente motivo para que le inicie una guerra personal. –Reí.

Ella refunfuñó por lo bajo y continuó su tarea, así pasaron unas semanas hasta que a todos nos llegó la licencia habitual de invierno.

-¿Qué piensa hacer durante el receso, Enrique?

-Descansar, Alba. ¿Y usted?

-Veré a mi abuela, a la que hace mucho que no veo y no lo invito porque supongo que también verá a su familia.

-Gracias, pero no tengo familiares, soy lo que se dice… un solitario.

-¡Vamos, vamos hombre! Acompáñeme y verá que bien le sientan los aires provinciales.

Quedé mirándola profundamente, ya antes había advertido su armoniosa figura, pero ahora se turbó al darse cuenta que inconscientemente avanzó demasiado, y en un intento de rectificación aclaró:

-Somos colegas, de modo que no cabe malinterpretación alguna, ¿verdad?

Estaba bella con ese tinte rojizo en su rostro, pero no quise aumentar su incomodidad y respondí:

-Tiene razón, la acompañaré con gusto, solo espero no incomodar a su abuela.

Habíamos acordado que dos días más tarde pasaría por mí, ya que no tenía auto y ella sí. Me sentí extraño ya que era la primera vez que una mujer me invitaba a vacacionar, y además porque nuestra relación siempre se mantuvo en los carriles laborales, aunque también era posible que fuese un despistado y no interpreté otra posibilidad.

Lo cierto es que dos días más tarde…

Terminaba de tomar mi café cuando oí la bocina del auto, observé a través de la ventana y advertí a Alba haciéndome señas con las manos para que me apresure; e instantes después me senté a su lado.

Al comienzo del viaje conversamos sobre distintos temas, entre los que no faltó alguna cita referida a nuestro jefe, pero luego quedé absorbiendo el paisaje campestre que desfilaba ante mí, eran kilómetros y kilómetros de sembradíos que se alternaban con ganaderías que pastaban en inmensas praderas, y todo a escasa distancia de esa urbe de cemento que los humanos llamamos confort. Ciertamente incomprensible nuestra actitud en desplazar la naturaleza por lo supuestamente funcional.

Al atardecer llegamos, la casa era de estilo colonial y con un inmenso parque que la rodeaba, en el que no faltaba una pequeña piscina y a pocos pasos una glorieta con confortables sillones, y justamente allí nos esperaba la abuela de Alba.

Luego de las presentaciones y alguna que otra conversación intrascendente compartimos un ligero refrigerio.

Su estilo de vida era el de una persona de alto poder adquisitivo y lo confirmó cuando comentó:

-Sabía que no faltarías a la fiesta, Alba.

-¿Qué fiesta? –Indagué sorprendido.

-¡Es el cumpleaños de la abuela! –Respondió sonriendo ella.

-¡Muchas felicidades para usted! –Atiné a exclamar, porque en ese momento me interrumpió Alba preguntando: -Invitaste a esa persona, abuela.

-Quédate tranquila, porque aunque sorprendido prometió asistir.

Asistía a esa charla totalmente ajeno, de modo que aproveché la oportunidad para recorrer el inmenso parque, la fresca brisa acercaba a mi olfato el aroma de los jazmines mezclado con el de las clavelinas, la sensación era grata a tal punto que comencé a cuestionarme mi vida en la ciudad, pero poco duró mi comunión con la naturaleza ya que los pasos apresurados de mi asistente me volvieron a la realidad:

-¿Por qué te alejaste, Enrique?

-¿Te alejaste? –Indagué a raíz del tuteo, pero simultáneamente complacido.

Ella se sonrojó intensamente y solo pudo balbucear algo parecido a un disculpe, pero inmediatamente la corregí diciendo:

-No tienes que disculparte, me parece bien que nos tratemos más familiarmente ya que de últimas somos colegas y compañeros de trabajo, ¿a no ser que pueda existir algo más?

Su rostro volvió al tinte rojo y sin embargo aclaró: –desde luego que solo somos compañeros.

Entonces para distenderla y variando la óptica de la conversación, pregunté curioso:

-¿Quién es ese invitado que mencionaste a tú abuela? Lo pregunto porque lo hiciste en mi presencia. –Aclaré para no parecer impertinente.

-Te lo diré, aunque pensé en sorprendente; se trata del fiscal Orellana.

-¡No me digas que es el mismo que participó en la acusación por el asesinato de la tal Elena Carrión!

-El mismo.

-Pero… ¿por qué?

Continuará...
André Materón

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