"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

viernes, 11 de septiembre de 2009

Frío Mortal - Segundo capítulo Frío Mortal - Segundo capítulo de Una Asombrosa Historia...

Luego del enorme éxito por la publicación del primer capítulo de la novela Frío mortal —han llegado más de cien correos electrónicos pidiendo su continuidad—, hacemos llegar a nuestros lectores la segunda parte de una atrapante historia que mezcla ficción con realidad.

Christian Sanz / Tribuna de Periodistas

CAPÍTULO II

Enrique Veroglia obtuvo su título de abogado con excelentes calificaciones, y eso le permitió ingresar como asistente de una de las fiscalías federales. Lo de asistente le creó un entusiasmo inmediato, pero luego de cuatro años de revolver expedientes y verificar citaciones, lo llevó a comprobar que solo era un empleado-abogado del tipo administrativo, y ese trabajo no era para lo que se preparó durante tantos años, de modo que si no lograba un puesto acorde, seriamente pensaba renunciar y dedicarse a la profesión como actividad privada. En sintonía con su decisión pidió una entrevista privada con su jefe, el fiscal, pero no tenía demasiadas esperanzas porque la constante respuesta de él siempre fue "espere".

Pero esa mañana varios sucesos determinaron un camino diferente para Enrique, y que lo llevarían a un sitial no imaginado.

El Fiscal Luis Campos pertenecía a una familia adinerada y de enormes influencias políticas, ya que un tío de él fue Senador de la nación por el partido gobernante. Esa y no otra era la razón de su permanencia como fiscal federal, pero además también era motivo de su prestigio, prestigio que utilizaba para favorecer a quienes podían encumbrarlo.

La discusión que tuvo con su esposa antes de salir hacia el juzgado lo había alterado, en realidad comenzó por nimiedades y terminó en mayores a causa de su propio malestar, porque era la primera vez que tenía que conducir una acusación sin estar debidamente preparado. La investigación policiaca fue deficiente y dejaba demasiados huecos favorables para la defensa. Mientras que la prensa exigía un rápido esclarecimiento por el asesinato del periodista.

Los indicios recabados acusaban a un empresario dueño de diversos emprendimientos y entre ellos algunos de dudosa legitimidad, pero eran solo indicios. El error lo cometió al confiar en la palabra del jefe de la policía, quien le aseguró que en pocos días tendría pruebas irrefutables de la participación del sospechado por el crimen, entonces ante la presión del periodismo y de la propia Corte Suprema de Justicia, ordenó la detención y presentó los cargos para el enjuiciamiento. Pero las famosas pruebas jamás llegaron y estaba al borde de un papelón.

Esas circunstancias y la reciente discusión definió su destino…Sólo alcanzó a escuchar el estallido, mientras que en sus retinas quedó plasmado el rojo del semáforo, y luego el silenció más absoluto…

-¿A quién tenemos para reemplazarlo? Preguntó el procurador con voz trémula por el impacto de la noticia.

-El único es Enrique Veroglia, pero además de desconocer la causa no tiene experiencia en litigios. –Respondió el secretario de la fiscalía.

-Pues tendrá que arreglarse con su asistencia.

-¡Pero señor!

-¡Tráigalo de inmediato! –Ordenó éste sin atender los reclamos que nacían.

Totalmente ajeno a la situación emergente que se planteó, esperaba que el fiscal me conceda la entrevista para exponerle mi decisión, de modo que cuando el secretario me dijo que el procurador quería que lo viera me alegré, porque pensaba manifestar mi desagrado por las promesas incumplidas.

-¡Siéntese doctor Veroglia! –Mandó el jefe de la fiscalía para continuar; dispuse su presencia porque a raíz de la emergencia deberá suplantar al doctor Campos en el juicio que comenzará dentro de dos horas.

-¿Emergencia? –Indagué sorprendido.

-Así es, el doctor Campos sufrió un terrible accidente que lo mantendrá alejado de los estrados por largo tiempo.

-Supongo que podré ver las notas del fiscal, ¿verdad?

-No hay notas, solo el expediente. –Contestó el procurador y agregó; trate de empaparse para ganar tiempo hasta tanto tenga resuelta su estrategia, y para esta instancia también designé como ayudante suyo al secretario Román. –Expuso invitando a que ambos nos retiremos.

De un modo tan traumático obtuve el ascenso deseado, pero sabía que de mi desempeño en el cargo dependía la continuidad, pero para el caso que me asignaron no había tiempo razonable de preparación y solo mi orgullo me impidió rechazarlo, por eso cabizbajo y seguido por mi ayudante de marras, me dirigí hacia la oficina que me asignaron para esta instancia y que no era otra que la del fiscal Campos. Y una vez allí indiqué:

-Román, mientras estudia las pruebas echaré una ojeada al caso, –y dándole unos expedientes me aboqué a la lectura, pero solo pude hacerlo durante pocos minutos porque la sorprendida voz de mi asistente rompió el sortilegio:

-¡Doctor, aquí no hay pruebas, sólo indicios!

-¿Cómo? –Indagué atónito.

-¡Véalo usted mismo! –Reiteró alcanzándome una carpeta.

Atónito leí los datos impresos y solo se refería a los motivos que tenía el sospechado para que la víctima no le fuera simpática, pero de ahí a enjuiciarlo e intentar una condena, era un verdadero disparate.

De modo que con la carpeta en mano volví al despacho del que de ahora en más es mi superior, y luego de explicarle la situación… su cara se tornó pálida y durante un lapso estuvo en silencio hasta que finalmente comentó:

-¡No entiendo la actitud de Campos! Y para peor no podemos consultarlo, pero ante este bochorno la prensa nos lapidará. Y además si desestimamos la acusación no lo podremos volver a incriminar. ¡O sea que estamos fritos!

La desesperada exclamación de él me obligó a una sonrisa que sólo por respeto no se transformó en risa. Pero captó mi gesto interpretando alguna solución no prevista y desesperadamente exclamó:

-¡Si tiene algún plan para salvar el escollo, estaré eternamente en deuda con usted!

Me dio pena porque probablemente su puesto pendía de un hilo, y no quise ni podía hacerlo participar del desastre creado por Campos, de modo que le dije:

-Despreocúpese los criminales siempre dejan huellas a su paso, pero ahora debo dejarlo porque solo falta hora y media para el debate, y algo tengo que inventar.

El desempeño del fiscal Campos en llevar esta causa a juicio no tenía explicación lógica, pero siempre actuó con soberbia y quizá esta lo llevó a semejante error. De esa manera cavilaba mientras ingresé a mi nueva oficina.
Román quien esperaba mi llegada, enarcó sus cejas con gesto interrogante:

-No hay manera, deberemos asistir al debate y llevarlo adelante, –comenté encogiendo los hombros con fastidio.

-¡Pero doctor…! Hasta el abogado más inepto nos haría pedazos.

-Vea… ¡A lo hecho pecho! De modo que como usted asistió al doctor Campos, reláteme los detalles de esta causa.


Continuará… André Materón

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