"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

jueves, 25 de febrero de 2010

Autocracia principesca...


Quizá Machiavelli no contó con que la ignorancia y la soberbia, por la práctica del voto popular, pondrían en manos de los inmorales “la substancia” de su tarea.


Autocracia principesca
¿Redundancia...?

© Jorge Burzaco Osinde

Es interesante analizar, si los Borgia dejaron un rumbo impreso en el inconsciente de la cultura greco-romana.
El desenfado; la inmoralidad; y las costumbres perversas han sido de uso ocasional, por quienes llegan a ejercer el arte de gobernar en el mundo; y como método de sometimiento de “los súbditos”.

Resulta irónico, que haya sido la Iglesia quién se encargó de morigerar y poner tino a esos instintos. Y dado que al mismo tiempo luchó, internamente, contra sus propias lacras, ha debido aplicar a su tarea el “largo aliento”.

Sin embargo la ciencia, la tecnología y las materias inherentes a la psiquis, alejándose de la piedad y las costumbres, fueron sirviendo a los intereses de aquellos que lucran con la expoliación del hombre...
Aunque han sido las que más colaboraron con el adelanto y las comodidades durante el transcurso de la época.

Ya entre los siglos XIII y XIV el florentino Niccolò Machiavelli plasmó en una “verdadera doctrina”, el sentimiento inherente al control y dominio que el hombre, que desea el poder, debe ejercer sobre sus adversarios si su intención es conseguirlo.
Su principio basal, el de la concreción, evade la representación imaginaria de las cosas para enfrentarlo con la realidad de los hechos.

La profundización en la cultura histórica y la observación efectiva de lo acontecido rigieron su intelecto, el que dio cuerpo a toda una teoría, la que ha llegado hasta nuestros días sin mácula.
Quizá Machiavelli no contó con que la ignorancia y la soberbia, por la práctica del voto popular, pondrían en manos de los inmorales “la substancia” de su tarea.
Y así, la sucesión hereditaria del poder sería una realidad dentro de una democracia casi 500 años más tarde, en la Argentina...
República que, de hecho, no figuraba en los planisferios de su época...

Es permanente la creencia de nuestro Pueblo sobre su soberanía, cuando, en realidad, dicha soberanía solo se articula en el imaginario popular.

Decía el General Perón que: “...las fronteras solo existen en la imaginación de los pueblos, quienes como los gorriones pelean por las migajas en el suelo, simplemente, por no levantar el vuelo...”

Se puede asegurar la veracidad de dicho pensamiento al observar como la Argentina, sin ser invadida, ha sido sometida porque en la actualidad la única soberanía radica en “poder vender y poder comprar”
Algo que nuestro país, no puede hacer libremente.

La Argentina nunca fue perdida por Inglaterra, porque “sus tropas” siempre permanecieron dentro del territorio.
La única lucha real es la que libran los bandos sinárquicos, sobre el suelo patrio para cumplir con los dictados del imperialismo; pero, sin la oposición del Pueblo.

La dificultad de Inglaterra es que no logró imponer su misma lengua, pero sí las mismas costumbres, aunque cuentan con una facilidad: y es, que nuestro pueblo se habituó a no ser libre, y sí, tan solo, “a creerlo”

En nuestra actualidad principesca “el barón” lucha por su subsistencia en el poder, sin preocuparle otro factor externo.
Excepto, los errores que comete “la princesa” en la elección de sus funcionarios; aunque esto le acarrea a ella el fastidio y los “retos del barón” quién, a pesar de haberle cedido mando y título, conserva sus estados y a sus propios súbditos; los que le reconocen como “señor” y le profesan afecto legítimo.

Pues hay tres formas de conservar los “estados adquiridos”, cuando estos están habituados a vivir con sus leyes y en libertad:
a) La primera, es destruirlos
b) La segunda, es vivir allí en persona
c) Y la tercera, dejarlos vivir con sus leyes pero imponiéndoles un “tributo” y creando, dentro de ellos, un gobierno de pocos que los mantenga aliados.

Cuando se desea conservar una ciudad conquistada por el príncipe, y que vive en libertad, es más fácil si se cuenta con el apoyo de los ciudadanos; aunque solo si se la desea conservar.

Quién se haga dueño de una ciudad acostumbrada a vivir libre, y no la destruya, solo debe esperar a ser destruido por ella...
Porque cuando se rebele, lo hará siempre en nombre de su libertad y de sus antiguas instituciones políticas, las que ni con el paso del tiempo ni por los beneficios obtenidos se “olvidan nunca”.

El hábito a la libertad y a sus antiguas instituciones hace que, ante cualquier imprevisto, se recurra a ellas.

Pero cuando una ciudad está acostumbrada a vivir bajo un príncipe, y él y su familia se han extinguido, al estar acostumbrados a obedecer no se ponen de acuerdo para elegir a otro; y tampoco saben, como vivir libres.
Eso los hace lentos para tomar las armas; y así, otro príncipe, se los puede ganar con facilidad; y hacerlos suyos.

Pero en las repúblicas hay mas vida, más odio, más deseo de venganza; y no les deja reposar el recuerdo de su antigua libertad, de esa forma el camino más seguro es “destruirlas o vivir en ellas”. No es difícil percibir el deseo de libertad y el aroma de la venganza, en las repúblicas, cuando comienza el proceso que “lleva a la anarquía”...

Jorge Burzaco Osinde
Recuperación doctrinaria

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