El mito
de la disciplina germánica
DER
SPIEGEL HAMBURGO
Nicolas
Vadot
Presseurop
Berlín
presume de ser un remanso de estabilidad en medio de la crisis y así lo creen
también los mercados financieros. Sin embargo, el país no respeta todos los
criterios de rigor presupuestario. Se trata de una actitud arrogante y
peligrosa, apunta el Spiegel Online.
Stefan
Kaiser
Los
inversores de los mercados financieros y los dirigentes políticos alemanes en
realidad tienen pocas cosas en común: por lo general, los primeros no entienden
por qué lo segundos necesitan tanto tiempo para adoptar las decisiones tomadas
en las cumbres de la crisis. Y al contrario, los primeros son los chivos
expiatorios por excelencia de los segundos cuando se trata de atribuir a
alguien la paternidad de la crisis.
Lo
sorprendente es que ambas partes están de acuerdo en un aspecto: su opinión
sobre la política presupuestaria alemana. Al considerarse como una política
sólida, se ha erigido como ejemplo para todos los países endeudados del sur de
Europa. Aunque los hechos demuestren lo contrario, realmente nadie quiere
cuestionar esta verdad generalizada.
Por
ello, Volker Kauder, jefe del grupo CDU-CSU [en el Bundestag], en un congreso
de partido se vanagloriaba de que en Europa, "se habla alemán". Este
chovinismo orgulloso resume bastante bien la política de su canciller. Desde el
estallido de la crisis del euro en la primavera de 2010, el leitmotiv de Angela
Merkel se puede resumir del siguiente modo: si todo el mundo fuera tan fuerte
como los alemanes para ahorrar, no habría ningún problema.
No es tan ejemplar, pero resulta convincente
A Angela
Merkel hay que reconocerle una cosa: es indiscutiblemente convincente. Al menos
los inversores de los mercados financieros han creído a la canciller. Mientras
imponen una subida de los tipos de interés a casi la totalidad de los demás países
de la eurozona para las adquisiciones de las obligaciones del Estado, dan su
dinero prácticamente por nada al ministro de Finanzas alemán.
Es
difícil comprender cómo hemos llegado a esta situación con argumentos
racionales. Como es natural, si se analiza la situación más de cerca, se
constata que a países como España o Italia no le van tan mal las cosas como da
a entender la subida de sus tipos de interés. Y que, más en concreto, Alemania
no es el modelo de rigor que pretende ser.
En sus
últimos pronósticos, la Comisión Europea cuenta con un porcentaje de
endeudamiento del 81,7% del producto interior bruto (PIB) para Alemania en
2011. Claramente es superior al límite del 60% impuesto por el Pacto de
estabilidad europeo, el mismo pacto por el que el Gobierno federal da tanto la
lata a los países del sur de Europa y que le gustaría reforzar. Al Gobierno,
que quiere imponer un endurecimiento de las normas, más le valdría conformarse
con las ya aplicadas.
Un paternalismo que podrían
ejercer otros Estados
Jean-Claude
Juncker, el jefe de Gobierno luxemburgués, tiene toda la razón al enojarse por
el paternalismo alemán. A pesar de la crisis que atraviesa, España, por
ejemplo, está mucho más cerca de respetar el Pacto de estabilidad que Alemania,
pues el porcentaje de endeudamiento español es del 69,6%. Es también el caso de
los neerlandeses (64,2%) o de los finlandeses (49,1%), en mejor posición que
los alemanes para erigirse como guardianes europeos de la disciplina
presupuestaria.
El único
aspecto que hace confiar actualmente en las finanzas públicas alemanas es la
proporción de déficit relativamente débil del país, es decir, el endeudamiento
complementario con respecto al rendimiento económico. El hecho de que sea tan
inferior al de los países en crisis del sur de Europa tiene múltiples motivos,
aunque ninguno de ellos esté relacionado con la imagen de modelo de rigor del
que presume el Gobierno.
Todo lo
contrario: Alemania no ahorra. Los gastos del presupuesto federal incluso han aumentado
recientemente y deberían ascender a alrededor de 300.000 millones de euros en
los próximos años, según el presupuesto provisional. El programa de austeridad
adoptado en la efervescencia del pasado otoño ha evolucionado tan poco como la
regla de oro que los alemanes divulgan por toda Europa.
Como tiranos arrogantes
Si la
proporción de déficit desciende, se debe únicamente a la coyuntura favorable de
los últimos dieciocho meses. Esto ha permitido a Alemania acumular ingresos
fiscales más elevados de lo previsto, con lo que además se infla el PIB. Como
se calcula sobre la base del endeudamiento complementario, desciende la
proporción de déficit-PIB. Pero esto no tiene mucho que ver con las medidas de
austeridad.
El buen
estado económico del país hasta ahora no es resultado de la austeridad, o en
todo caso, no de la austeridad del Estado.
Si el
"made in Germany" es tan preciado en el extranjero es sobre todo
gracias a los empleados alemanes, que fabrican productos de calidad a costes
relativamente bajos.
El
Gobierno actual causa muchos estragos en Europa al elogiar con arrogancia la
disciplina del Estado alemán. En Grecia, en España o en Italia, si antes se
admiraba a los alemanes por sus virtudes, ahora se les considera unos tiranos
arrogantes que pretenden enseñar al resto del continente cómo deben vivir y
trabajar.
Y esto
no puede continuar así indefinidamente.
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