"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 5 de julio de 2010

Dime cómo te vistes y te diré qué te prohibirán

Debe haber leyes que protejan a las mujeres de atropellos contra su ropa y su voluntad. Y ninguna traba cuando la libertad guía sus decisiones.

Por FERNANDO SAVATER - FILOSOFO ESPAÑOL

Como ha señalado Sánchez Ferlosio, no hay disparo más peligroso que el de quien se ha cargado de razón. Ejemplo señero es el de aquel boy-scout cuya obra buena del día fue ayudar a cruzar la calle al ciego que no quería cambiar de acera.

En España padecemos hoy una conjura de salvadores para redimirnos de nuestros vicios y nuestras devociones , en la que confluyen una derecha que tiene de liberal lo que yo de obispo y una izquierda torpe en la gestión económica y laboral pero firme en las prohibiciones: del tabaco, de los toros, de la rotulación comercial en lengua impropia y quizá mañana de las corrientes de aire, que también salen caras a la Seguridad Social.
A los desobedientes sólo nos salva que no siempre se ponen de acuerdo en lo que debe ser proscrito: cuando coinciden, estamos perdidos .
Ahora les toca el turno al burka y al niqab, prendas de las mujeres islámicas.

El Senado español recomienda prohibirlos por ley en los espacios públicos... incluida la calle, en nombre de la libertad, la igualdad y la seguridad.
Quienes han votado en contra, sostienen que no es para tanto, aunque apoyan el fondo de esa argumentación.
Admirable batiburrillo.

Hay espacios públicos que nadie duda de que deben estar regulados (escuelas, oficinas ministeriales o municipales, controles de aeropuerto, etcétera) y en los que no caben máscaras o disfraces.
Pero en otros espacios públicos los controles son más discutibles:
- ¿Debe la autoridad decidir cómo debemos ir por la calle?
¿Pueden prohibirme el maquillaje estrafalario, las pelucas de colores o la barba postiza?
¿Qué me dicen de los tatuajes?
¿Está permitido que un hombre se vista de mujer, aunque eso vaya contra su “dignidad” según el criterio de algunos?

En efecto, las instituciones (que son de todos) no deben implicarse en ceremonias religiosas particulares.
La neutralidad laica de lo público tiene como objetivo permitir la libertad confesional o impía de los particulares.
Mejor dicho, su libertad a secas, de expresar como quieran su personalidad, religiosa o estética, en ciertos lugares públicos y desde luego en su privacidad.
Cubrirse con velos o enseñar todo lo posible forman parte de esa libertad.

En el caso de las mujeres que optan voluntariamente por velarse, resulta obvio que no es el velo lo que conculca su libertad, sino la imposición de prescindir de él les guste o no.
Y tampoco el más tupido de los velos ofende su dignidad tanto como quienes no escuchan su testimonio de lo que piensan o desean y las declara sin apelación esclavas de lo irracional.

Si una mujer es obligada a desnudarse por un proxeneta o a cubrirse de pies a cabeza por un imán, debe haber instancias legales que la protejan eficazmente de tales atropellos.
Pero si lo hacen de acuerdo a su voluntad, por mal orientada que esté según opinión de algunos, el atropello vendrá de quien se lo prohíba decidiendo que su criterio es mejor que el suyo, como si ellas no tuvieran raciocinio propio en materia ética.
O aún peor, de quienes supongan según su prejuicio que cuando se desnudan lo hacen por gozo liberador y cuando se tapan son prisioneras de negras supersticiones.

Copyright Clarín y Fernando Savater, 2010 .

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