"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

martes, 27 de julio de 2010

Las horas muertas...

Por Enrique Casas



Alguien tan propenso como yo a pasar por una crisis, ya está muy habituado a redescubrir o reinventar recursos cuando se vuelve necesario...
Y esto no es tan infrecuente

Veámoslo con un ejemplo que me viene a la memoria.

En “Juvenilla”, Miguel Cané, antes que a todos, nos presenta a Binomio... un perfecto fracasado que había sido un gran estudiante y que lo encontró trabajando en una oscura oficina de la administración pública trazando meticulosamente con un plumín, líneas perfectamente paralelas en una hoja de papel, como sí la vida le fuera en ello.

Resulta bastante natural pensar que el mencionado Binomio lo que hacía era sublimar su fracaso con tanta prolija inutilidad.
Pero consideremos el “aquí y ahora”
Enero en la clínica: Muchos se han ido de vacaciones o están de licencia.
No está el psicólogo y no hay terapias.
Más adelante se irán el doctor y el hermano.
Sin ninguna pauta a seguir, siento que nos han ido dejando y se fueron.

Se me hace difícil ocupar el tiempo.
Pasan las horas de una tarde calurosa e interminable en la que la inacción es total.
Me embarga una sensación de hastío, no del todo inesperada.
No se me ocurre qué hacer, en qué ocuparme y ocupar el tiempo.

Algunas veces he pensado en que nos deberían dejar alguna tarea pendiente… así cuando se van , nosotros los pacientes más autónomos, tendríamos algo para hacer.
Pero no: todo está cerrado y quieto.
No veo salida…
Yo tengo que inventarla, sobre todo sí tanto me preocupa.

No hay peor cosa que el aburrimiento: hasta es irritante.
En nada se parece a la angustia y a otras formas horrendas de opresión.
El aburrimiento es revulsivo, atroz.
Estar aburrido es como sentirse desparramado sobre la omnitud * del ente (dijo el filósofo)
Además me pone de mal humor… Y eso ya es muy grave.

Pero la solución está en mí, sólo en mí.
En verdad, cada uno de nosotros podemos no aburrirnos sí nos lo proponemos.
Aún estando solos podemos no aburrirnos sí nos lo proponemos.
Aún estando solos podemos dejar de estar aburridos.
Acaso, ¿no hay nada que nos guste y que hace rato que no hacemos?
¿No tenemos a mano algo de aquello que nos interesa o nos hace bien?
¿Algo que nos es propio, algo que nos distinga y hasta nos eleve?

De las cosas que me gustan, para no aburrirme y sublimar estas crisis neuróticas en que me veo envuelto tras el aludido abandono de los terapeutas, tomo la vieja notebook que me regalaron un día feliz de mi vida y me pongo a escribir para mí solo.
Escribo porque me gusta… Y lo aprendí escribiendo.

Debo confesar que también me gusta que publiquen lo que escribo.
Cuando lo hago me siento un Narciso egoísta, muy devoto de la erudición.
Como soy inseguro, no sé sí lo que escribo me sale bien…

Pero acaso, ¿no es menos incivil compartirlo?
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Nota: Durante el mes de Marzo 2010 viajé a Luján para visitar a un amigo internado en esta clínica
En el hall de espera existe una cartelera donde estaban publicadas las tres notas del señor Enrique Casas
La empatía me llevó a compartirlas

Corina Ríos
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La empatía, llamada también inteligencia interpersonal en la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner, es la capacidad cognitiva de percibir en un contexto común lo que un individuo diferente puede sentir.
Ciertas corrientes de pensamiento psicológico postulan que la mente humana tiene en común sensaciones y sentimientos. La única diferencia entre dos personas es el momento en el que se muestran dichos sentimientos, provocando emociones que motivan a actuar. Que una persona no sienta igual que otra en un momento dado, es por razones educativas, predisposiciones genéticas y condicionantes hormonales, que inducirán a encauzar los estímulos de una forma u otra. Por eso, infieren que la empatía es posible en un individuo capaz de razonar acerca de sí mismo, evaluar sus sentimientos y razonar a cerca de otras personas de forma que no tienda a justificar sus propios deseos.
El deseo sería la unidad de degeneración del pensamiento objetivo, y el grado de exactitud estaría desvirtuado, en mayor o menor medida, dependiendo la profundidad del conocimiento de uno mismo, o lo que es lo mismo, de su inteligencia emocional.
También parece ser que la empatía desempeña un papel significativo en la teoría de juegos y en la vida económica:
Solamente a través de la imaginación podemos concebir sus sensaciones (sc. los de nuestro hermano) (...) son las impresiones de nuestros propios sentidos y no la de los suyos lo que nuestra imaginación copia. Adam Smith, 1759

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