"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

martes, 20 de julio de 2010

¿Quién discrimina a quién?


Después de la cuestionable decisión de nuestros supuestos representantes de dictar la mal llamada “ley del matrimonio igualitario”, vemos que los medios buscan imponer una mirada única a este tema, tratando de intolerantes o pre-diluvianos a aquellos que no estamos de acuerdo.

Lo cierto es que existe en la sociedad una creciente aceptación del derecho privado de elegir la propia orientación sexual, preservando esa diversidad de la que somos parte todos los seres humanos.

Sin embargo, esto no implica que la conformación de parejas entre individuos del mismo sexo se asemeje a la unión entre parejas heterosexuales, ya que más allá de la voluntad de las partes, estas tienen capacidad de concebir hijos, los cuales permiten la continuidad de la especie, mientras que los primeros están inhabilitados por razones obvias.

Es así que reconociendo esta diversidad, resulta violento querer asimilar estas dos situaciones distintas con un nombre común, inclusive dejando de lado que la palabra matrimonio identifica históricamente a la unión entre sexos distintos.

Resulta entonces que existe una verdadera discriminación en esta voluntad de tratar en forma igualitaria lo distinto, al derecho a la diversidad. De aquí que estos distintos tipos de uniones tendrían que ser denominadas con nombres que identificaran unívocamente a cada una de ellas.

Aquí entonces la gran duda que subyace, es respecto de la real voluntad de las parejas homosexuales de querer que la Institución bajo la cual se legalicen sus uniones, tenga el mismo nombre que históricamente tuvo la de los heterosexuales, privándolos así de una identidad propia y negándose de hecho a mostrar la diversidad de la que todos formamos parte.

De ser cierto que la mayoría de los homosexuales están de acuerdo con no tener un nombre que identifique específicamente sus uniones (¿alguien hizo un plésbicito entre ellos, o la supuesta aceptación provino de grupos de activistas que sin demasiada claridad dice representar al conjunto?) cabe preguntarse si esto no constituye una auto-discriminación por la baja autoestima que implica.

De igual forma, esta falta de voluntad de mostrar lo distinto al legislar la ley en cuestión, desvalorizando así la diversidad de nuestro pueblo por parte de una gran proporción de nuestros representantes, muestra, al revés de sus dichos, o ignorancia, o un profundo sentimiento discriminatorio hacia aquellos que dicen defender.

Finalmente, como conclusión de estas reflexiones me pregunto ¿quiénes son los intolerantes?
< ¿Los que aceptamos la diversidad queriendo mostrarla, o los que buscan esconderla bajo la supuesta igualación de lo que es distinto?

Horacio Vázquez, Bs. As. 19 de julio del 2010

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