LA SITUACIÓN DEL PAÍS AL ASUMIR LA PRESIDENCIA
Menem fue un gran presidente.
Gobernó la Argentina en un período de transición de la historia mundial.
Su presidencia coincidió con el final del siglo si entendemos, tal como lo dice Hobsbawm, que el siglo XX ha sido un siglo corto que va desde la primera guerra mundial hasta la caída del Muro de Berlín. De 1914 a 1989.
Su ascenso a la Casa Rosada coincidió, entonces, con el hundimiento del paradigma de la salvación por todos, del intervencionismo de estado, de la planificación económica de la industrialización forzada y el fin de la Guerra Fría.
Todo nuevo.
O creaba sobre la marcha o repetía como loro las viejas recetas.
¿A quién mirar? ¿A que principios aferrarse? ¿De dónde sacar ideas para avanzar en un mundo revolucionado, distinto, desconocido. Todo lo fue resolviendo sobre la marcha como corresponde a un político con hambre de realizaciones y de poder.
El país no era una fiesta como maliciosamente se dijo. Estaba quebrado. El déficit fiscal producto de una rebelión social a los impuestos hacía imposible gestionar el Estado.
Las empresas públicas, obsoletas e incapaces de brindar servicios por falta de inversión, estaban aniquiladas. La inflación pasó del 7% mensual en enero de 1989 a 209 % en julio a causa de años de descontrol y de la devaluación de febrero de ese año. No había reservas en el Banco Central.
El gobierno se hallaba incapacitado para defender la moneda. El FMI se negaba a continuar su ayuda crediticia.
Desde el punto de vista político la situación no era mejor. Se había tornado inmanejable, por lo menos para el gobierno de Alfonsín. Los sectores obreros se hallaban sublevados, habían realizado trece paros. El Ejército de igual ánimo. Sucesivos levantamientos de los grupos carapintada embestían contra el radicalismo en el poder.
En enero de 1989 un grupo terrorista, Todos por la Patria, viejos militantes del ERP y novedosos defensores de los derechos humanos bajo la conducción de Gorriarán Merlo y con ocultas vinculaciones con sectores radicalizados del gobierno de Alfonsín intentaron la toma del Regimiento 3 de la Tablada. Hubo 42 muertos.
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[1] Novaro, Marcos: Argentina en el fin de siglo. Democracia, mercado y nación (1983-2001). Ed. Paidos, Bs. As. 2009. Pág. 294.
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Todo estaba desmadrado. El gobierno inmóvil y aturdido. Finalmente en mayo de 1989 saqueos y asaltos a supermercados daban por tierra con el gobierno de Alfonsín. Final.
Menem, que había ganado las elecciones nacionales con el 47 % de los votos fue hablado por algunos ministros para adelantar la asunción. Aceptó. Decidió no esperar la finalización del mandato a sabiendas que el empeoramiento de la situación económica y social facilitaría sus planes de reformas. Y no lo hizo, a pesar de las recomendaciones en contrario del círculo que lo rodeaba, porque sospechaba movimientos militares en condiciones de alzarse con el poder.
EL GIRO INESPERADO
Al asumir la Presidencia, Menem pegó un giro político tan gigantesco que hizo cimbrar al país y naturalmente al Justicialismo.
“En julio de 1989, en medio del colapso hiperinflacionario y de serias amenazas de desintegración social expresadas por los saqueos a los supermercados, culminaba un prolongado período de decadencia nacional.
El colapso económico de la Argentina de 1989 coincidió con otro punto de inflexión ocurrido en el escenario internacional. La caída del muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría”
En síntesis como dice el mismo autor la adecuación del país a la nueva realidad internacional, fue una acción conciente del nuevo presidente.
En declaraciones al autor Menem confirma lo que Cavallo asegura en un libro de su autoría:
“En el viaje a Europa a fines de 1988, Menem y yo habíamos quedado con la impresión de que la Unión Soviética iba camino a desaparecer como potencia, que la división entre Europa del Este y Europa del Oeste estaba llegando a su fin”
El ocaso del comunismo sorprendió mal parada a la intelectualidad argentina de los 90’, que educada bajo parámetros sesgados al progresismo o bajo el esquema de la guerra fría no asimilaban lo que estaba ocurriendo. Despistados y desmoralizados se negaron a aceptar lo que era más que evidente. Y esto hacia ambos lados, derecha e izquierda, del abanico ideológico del país.
El horizonte político en el que habían crecido al menos dos generaciones en los últimos setenta años se desvanecía como arena frente al vendaval.
Progresismo, peronismo ortodoxo y de izquierda y derecha antiperonista quedaban perplejos frente a un gobierno justicialista que gobernaba con principios contradictorios a la cultura histórica justicialista o al menos a la memoria que de ella se guardaba.
Por la brecha abierta avanzó Menem. Sin ataduras y ligero de equipaje.
Acordó con Bunge y Born, con la familia Alsogaray y con representantes del viejo antiperonismo.
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[2] Declaraciones de Carlos Menem al autor.
[3] Castro, Jorge: La Tercera Revolución. Ed. Catálogos. Bs. As. 1998. Pág. 75
[4] Cavallo, Domingo: Pasión por crear. Diálogo con Juan Carlos De Pablo. Ed. Planeta. Bs. As. 2001. Pág. 139.
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< Privatizó, desreguló, bajó impuestos de importación y terminó con los de exportación.
< Acabó con la inflación agobiante, con la ayuda de Cavallo y la Ley de Convertibilidad.
< Recompuso las relaciones diplomáticas con Inglaterra gracias al apoyo norteamericano y a las permanentes señales ofrecidas a los triunfadores de la Guerra Fría, que para algunos fueron excesivas pero que sin ellas no nos hubieran creído, como enviar dos naves a la guerra del Golfo o terminar con el misil Cóndor armamento fabricado para Irak.
< Cerró todos los conflictos con Chile y fundó el Mercosur.
< Retiró a la Argentina de los Países del Tercer Mundo luego de una conversación que mantuviera con Khadafi en Belgrado que a juicio de Menem estuvo cargada de disparates antioccidentales y anti norteamericanos que hacía imposible continuar esa relación.
< Actuó inteligentemente con el movimiento obrero acordando con sus principales jefes que veían pocas posibilidades de maniobra atentos por ejemplo a la votación que se realizó en Somisa sobre si se privatizaba o no la empresa triunfando rotundamente el sí con 4325 votos sobre el no con 1367.
En síntesis había un clima favorable a una economía de mercado quizás a consecuencia de la década perdida de los 80’. No hay que olvidar el extraordinario crecimiento de la Ucedé por aquellos años y de Upau en la Universidad copada por Franja Morada.
Procuró una pacificación indultando a jefes guerrilleros, militares del proceso y carapintadas. ¡Todos a su casa!
Abrazó y besó al Almirante Rojas intentando cerrar viejas heridas que no por antiguas estaban sanadas u olvidadas.
Avanzó sin red sobre un tema tabú y caro al peronismo: la revolución del 55’. El último vestigio arqueológico de la Revolución Libertadora era el Almirante Isaac Rojas.
El peronismo a lo largo de los años había hecho de aquellos acontecimientos (Revolución del 55’. Bombardeo a la Casa Rosada) el núcleo duro de su identidad política.
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[5] Declaraciones del Doctor Menem al autor. Cavallo en su libro “Pasión por Crear” describe esa reunión. Ob. Cit. Pág. 143.
[6] De Pablo, Juan Carlos: Quien hubiera dicho. La transformación que lideraron Menem y Cavallo. Ed. Planeta 1994. Pág. 142
Se victimizó, con razón, sin comprender que los acontecimientos del 55’ eran el resultado no deseado de una profunda revolución social, justa y necesaria, realizada vertiginosamente en un año y medio (1944 y 45) que inevitablemente llevaba implícita una reacción por los intereses políticos y sociales en juego y por lo trepidante de los cambios.
Cierto es, también, que los luctuosos sucesos del 55’ se habían revertido. Habían pegado una vuelta de campana. Los sectores medios que acompañaron la trágica experiencia de la Revolución Libertadora se fueron alejando de a poco de aquellos funestos acontecimientos.
Los primeros que abandonaron esa trinchera lo hicieron convencidos que con Frondizi se abría una posibilidad de encuentro.
Los más rezagados acompañaron a Balbín quien sobre finales del 70’ se acercó a Perón estrechándose en un abrazo.
Por su lado los estudiantes que formaron el ariete contra el peronismo en el 55’, en las elecciones del 73’ votaron en masa a Perón.
Ya nada quedaba del viejo antiperonismo.
Mejor dicho quedaban algunos como Lanusse o Francisco “Paco” Manrique pero ellos fueron los responsables de que Perón volviera a la Patria.
Obligados, naturalmente, por las circunstancias políticas pero responsables, al fin, de su retorno. El ciclo quedaba cerrado.
Por otro lado ¡habían pasado tantos años! que sentido tenía continuar acumulando rencores y cavando trincheras.
Por los años 90’ el Almirante Rojas era un viejito enclenque sin vínculos con la sociedad política.
Le daba la posibilidad a Menem, tan afecto a los símbolos, de un formidable impacto mediático en caso de un encuentro.
El abrazo y finalmente el beso al Almirante Rojas incomodó a muchos hombres y mujeres del peronismo que continuaban mascullando rencor. La contracara del menemismo, por aquellos años, era Antonio Cafiero quien habiendo perdido la interna del 88 fue un decidido detractor del abrazo. Estando el autor en la casa de Cafiero, en San Isidro, en junio del 2008 y al preguntarle sobre ese giro político, el viejo caudillo me aseguró que “si había algo que no le perdonaba al Doctor Menem era aquel insensato beso al Almirante Rojas”. Esto ya lo había hecho público en reiteradas oportunidades. Lo que revela el consenso peronista a esta crítica sino Cafiero jamás la habría formulado.
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[7] Muchos años después, en enero del 2004, Jorge Antonio narró estos acontecimientos en una entrevista realizada por Felipe Pigna y publicada por la revista Noticias. Los hechos tal como los cuenta Antonio transcurrieron de manera muy diferente a lo relatado por Menem.
Volviendo al abrazo Menem narra así aquel encuentro:
“Aquellos hechos ¡los tengo tan claros!
Rojas me pide una audiencia. Fue Ramón (Hernandez, su secretario privado) el que me trajo la noticia. Vemos la agenda y digo hablenló al Almirante y diganlé que tal día a tal hora lo espero.
Fue en horas de la mañana yo siempre iba temprano a la Casa de Gobierno.
Estaba mi hermano (Emir) que era Secretario de la Presidencia en la sala contigua al despacho mío y justo lo va a visitar Jorge Antonio y claro cuando entra Isaac Rojas, Antonio se quería morir (risas), esto no se aguanta más, dijo y se fue. Naturalmente no adelante de Rojas sino a mi hermano y en voz baja.
La cuestión es que vino charlamos un rato fue muy amable conmigo tan es así que me contó cosas que no le había contado nunca jamás ni a sus pares ni a sus subalternos. Cosas de su vida profesional y de su vida privada que no tiene sentido las cuente aquí.
La cuestión es que el tenía interés en la canalización del Bermejo.
Decía:
- Presidente vamos a poner en actividad dos millones de hectáreas de tierra en el norte argentino.
Llevó los planos y todas las explicaciones del caso.
Le digo bueno Almirante hágase cargo yo no tengo ningún inconveniente pero también necesitamos un cálculo de los gastos para ver si lo podemos incluir en los próximos presupuestos que vayamos a elevar al Congreso.
La cuestión es que siguieron las conversaciones.
En otra oportunidad nos juntamos en la Fragata Sarmiento en un coctail con todos los oficiales.
Lo amaban a Rojas, te digo que realmente lo amaban y ahí volvió a contarme cosas de su juventud que eran realmente graciosas.
Otros oficiales que estaban allí decían: es increíble nunca nos contó nada a nosotros y a usted en cambio...
Claro yo era Presidente y eso seguramente me daba ventaja.
Cierto es que uno lo juzga porque fue víctima de ellos y cuando uno es víctima es difícil que hable bien del victimario. Pero demostró ser un hombre de bien.
Hay muchos que no tendrían derecho a hablar. Yo sí. Fui víctima de los militares. Si me salvé es porque me blanquearon. Yo estaba sindicado como montonero.
Finalmente el Almirante se enfermó. Estaba en el Hospital Naval y pido una visita. Como correspondía. Por más Presidente que yo fuera no podía entrar, así, de colado al Hospital Naval y me hace decir el Almirante que me esperaba. Entonces fui. Cuando llegué había un Capitán que creo se llamaba Cuadrado. Fue él quién me recibió.
Oh… Presidente ¿como le va? ¿Como está Usted? ¿Se acuerda de mí?
¡Como no me voy a acordar! Si usted estaba en los Treinta y Tres Orientales cuando me tenían preso a mí.
Buen, pero eso ya pasó. Dice pícaro.
Si, pasó. ¡Ya sé que pasó! No vengo a evocar viejos enfrentamientos. Pero si usted me pregunta si me acuerdo de usted, solo le comento en que circunstancias lo conocí. Además yo era el que comía esas semillitas árabes y llenaba de cáscaras el barco y usted me las hacía juntar (risas) ¿Recuerda?
-Pigna: ¿Y qué sintió cuando Menem le da un beso a Rojas?
Antonio: ¡Asco! Me llamó el Secretario de él, Miguel Ángel Vico, y me dijo: Venga que se va a llevar una sorpresa. Cuando fui me dijo: ¿Sabe con quién está el presidente? ¿no? No lo sé ni me interesa.
Está con Rojas.
Le dije ¡no lo puedo creer! Me contestó: sí, dentro de un ratito se va a ir. Y al ratito se fue Rojas, y Menem me dijo: Pase, pase…
Usted no tiene vergüenza, le dije. Señor presidente ¿como puede recibir usted a semejante monstruo? Tenga un poco de respeto por los muertos. Tenga un poco de respeto por todos nosotros. Me dijo: Jorge la política es la política. Esto es lo que hay que hacer. Tenemos que terminar con los odios.
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-Bueno…son las cosas de la vida.
-Si, claro son las cosas de la vida.
Yo estoy aquí en una actitud de un argentino que entiende esas cosas y que quiere el afecto y la unidad de todos los argentinos y es por eso, además de porque está enfermo, que quiero verlo al Almirante.
-Si, ya sabíamos. Pero me ha dicho que por favor lo espere cinco minutos el lo quiere recibir con el uniforme. Está en bata y así no se puede acoger a un Presidente.
Cuando estuvo listo me hacen pasar.
Estaba Rojas ahí, parado, ceremonioso con su uniforme impecable de Almirante, de un azul profundo y dorados restallantes.
La gorra puesta. Firme delante de mí.
A pesar de los años, lograba un equilibrio en su cuerpo, envidiable, impropio en un hombre de su edad.
Quizás acostumbrado a los vaivenes de cubierta.
Demasiado delgado, flaquito, enjuto.
El uniforme le quedaba holgado y una serenidad en su rostro que hablaba del tiempo transcurrido desde aquellas iras de antaño.
- Señor Presidente ¡buenos días!.
- Buenos días Almirante.
Me estrechó en un abrazo.
Y eso me hizo recordar la anécdota de Sarmiento con Urquiza.
En ese momento yo entendí que ya era Presidente de todos los argentinos.
Recuerdo también que en ningún momento hicimos mención a los luctuosos sucesos del 55’ ni a los gobiernos del General Perón.
Estábamos ahí para mirar al futuro y restañar heridas no para ahondarlas.
Y esto viene desde la época de Perón porque un buen día cuando ganó las elecciones presidenciales en setiembre de 1973, yo me lo fui a ver cuatro o cinco días después a ver que podíamos hacer por La Rioja.
Justo venía Gelbard, entonces, le dice: "Vea Ministro hay que hacer algo por esta provincia, por La Rioja, algo hay que hacer, una especie de reparación histórica a provincias que tanto le dieron a la Argentina con sus guerras, la sangre derramada en tantas acciones heroicas en defensa de la Patria y la libertad.
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[8] Rojas narra el encuentro en el Hospital Naval del siguiente modo: “Antes de introducirse en el ascensor platicamos brevemente y le dije: Doctor Manem, mirémonos a los ojos; yo le deseo a Ud. una buena presidencia. Muchas gracias Almirante…me respondió, trataré de hacerla. Le dije enseguida: Doctor, yo creía que éramos los dos de la misma estatura, y veo que Ud. es un poco más alto que yo. Ese es mi consuelo, me dijo. Nos despedimos y entró en el ascensor. Pero advertí enseguida que allí había una pequeña distorsión…él estaba con tacos y yo estaba en pantuflas, de manera que los dos teníamos la misma estatura.”
Memorias del Almirante Isaac F. Rojas. Conversaciones con Jorge Gonzalez Crespo. Ed. Planeta. Bs. As. 1993. Pág: 15.
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Y ahí le encomendó a Gelbard que hiciera un acta de reparación histórica, que así se llamaba donde incluía la promoción industrial. Si no mi paisana –Isabel Martinez- me va a matar porque sepa usted que hasta las langostas cuando van por La Rioja van con las viandas (risas) y ahí surgió el acta de reparación histórica. En ese momento estábamos conversando con Perón en contra de Rojas. Tremendas las cosas que ahí se decían por cuenta de los participantes. Entonces le digo: y General, entonces, ¿que hacemos con el Almirante?
- Nada, absolutamente nada.
- Y el golpe del 55’ le digo.
- No, eso ya pasó. O usted cree que Rojas es menos argentino que nosotros.
Esto me sirvió de mucho para encarar lo que ya te comenté.
Lo cierto que una porción significativa del peronismo jamás perdonó a Menem ese abrazo.
En síntesis:
Comprensión de la situación mundial, adecuación del país a las circunstancias internacionales e integración al mundo.
Menos Estado, más actividad privada, más sociedad civil.
Pacificación, acuerdo y perdón.
REACCIONES A LOS CAMBIOS.
La sociedad política no estaba en condiciones de asimilar estos cambios y menos a la velocidad con que se hicieron. Un sector importante del justicialismo se opuso construyendo un discurso que aparecería luego de la crisis del 2001 exitosamente.
El Frente Grande, el Frepaso, la CTA, y el MTA de Moyano pasaron a la oposición esgrimiendo el viejo relato peronista.
El radicalismo de igual modo.
Conducido por Alfonsín batía el parche acerca del error de las privatizaciones (las joyas de la abuela) y de la política exterior de Menem. La izquierda ni hablar. Los náufragos del 89 devenidos en progresistas creaban una atmósfera cultural enemiga de la economía de mercado, del valor de la competencia, de la responsabilidad individual, de los deberes y obligaciones. Una sociedad que hacía setenta años escuchaba ese discurso no pudo asimilar los cambios de manera que el valor del Estado como único distribuidor de la riqueza, nivelador de las desigualdades y protector supremo siguió vigente en la conciencia de la elite política.
Lech Walesa dirigente gremial cuya lucha contribuyó a la caída del régimen comunista en Polonia, en una entrevista manifestó con gran lucidez las ventajas y desventajas de la desaparición del Estado providencia, según fortalezas y debilidades individuales:
“La gente se puede dividir entre los activos y los pasivos. Durante el comunismo, el sistema cuidaba mucho más a los pasivos organizándoles vacaciones gratuitas, tiempo libre, el trabajo..., y ellos sí estaban contentos.
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[9] Declaraciones al autor.
El nivel de vida era muy bajo, pero todos teníamos más o menos lo mismo.
Ahora cuando entra el maldito capitalismo, el margen de la libertad económica crece y la gente activa enseguida emprende negocios, mejorando su nivel de vida.
Todo eso causa envidia y repugnancia hacia los que tienen éxito.
La gente piensa de esta forma: ¿Cómo es posible que hace poco todos vivíamos en la pobreza compartida, y ahora mi vecino se hace empresario y se compra una fábrica? "¡Porque se arriesgó!”
Algo similar pero en menor escala ocurrió en aquella década con la reforma del Estado en nuestro país.
El empleo público disminuía dejando a los trabajadores con indemnizaciones que en muchos casos desaprovecharon por años de estatismo paternalista.
El descontento creció exponencialmente en sectores de las Fuerzas Armadas pero ya no por la guerra antisubversiva sino por la política económica del peronismo y su política exterior de amistad con los EE.UU. e Israel y su alejamiento del Tercer Mundo y los países árabes.
Los carapintada con vinculaciones con sectores nacionalistas y sindicales especialmente con dirigentes cercanos a Ubaldini se levantaron en armas en diciembre de 1990.
Aquí vale hacer una digresión.
Mohamed Seineldín oficial de buen comportamiento en Malvinas era un emblema de lucha antiimperialista.
Estaba vinculado por lazos familiares de amistad con Zulema Yoma y en esa condición visitaba con asiduidad a la mujer de Menem, en Olivos.
En julio del 90’ Zulema es expulsada por su marido de la quinta presidencial en medio de un gran escándalo público.
Entre otras cosas por sus amistades y porque la relación entre ellos estaba agotada. En octubre del mismo año Sadam Hussein invade Kuwait y se hace público el pedido de Bush para que el país participe de una coalición internacional contra Irak. Todo indicaba que Menem participaría, como lo hizo, de aquellos acontecimientos. En diciembre ocurre el levantamiento carapintada de Seineldín, otrora visitante de Olivos.
Era un clásico golpe militar con simpatías en sectores sindicales y ¿alguien más…?
El motín fue rápidamente vencido. A los días visitó nuestro país el Presidente Bush cuando el humo de la pólvora aún no se había disipado.
Menem pasó a ser el gorila musulmán.
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[10] Walesa, Lech: Revista Vitral N° 78
[11] Declaraciones del Doctor Menem al autor.
UNA NUEVA ALIANZA SOCIAL
Esto fue en términos generales el menemismo.
Obreros, sectores populares, clase media y alta, industriales competitivos internacionalmente, el campo, la Iglesia y las Fuerzas Armadas que comenzaban a ganarse la confianza del pueblo al reprimir la sedición carapintada y dejar atrás los crueles enfrentamientos de la guerra antisubversiva.
Lo novedoso del menemismo fue la trascendencia otorgada al mercado internacional, a los grupos económicos mundializados y competitivos (revolución tecnológica del campo) a valorar al campo como expresión genuina de la burguesía nacional a la ponderación ideológica del liberalismo criollo y popular como cuerpo de doctrina y en consecuencia un replanteo de nuestro pasado y una nueva visión histórico-política al interior del peronismo.
Sin lugar a dudas los 90’ fueron años de profundos cambios que algunos valoramos y otros repudiaron. Y el peronismo ya no fue lo mismo. Las aguas se abrieron definitivamente.
TRISTE. SOLITARIO Y FINAL.
La sociedad política argentina es injusta y profundamente conservadora.
Al no asimilar los cambios de los 90’ hundió en el descrédito y el ostracismo al Doctor Menem.
Lo vituperaron, lo ofendieron, lo denigraron, lo persiguieron.
Es muy difícil aguantar parado cuando vienen degollando.
Hizo lo indecible para estar vigente, pero no.
Lo postergaron y ningunearon.
Antiguos compañeros y amigos lo negaron y le dieron la espalda.
Finalmente Menem se rindió.
No se recuerda en la historia de nuestro país un caso parecido.
Un líder político que abandone sin más la lucha.
Es que Menem está muy sólo y al descampado.
Esta soledad lo dice todo.
Nadie quiere acordarse de aquellas reformas y aquellos valores.
La historia deberá recuperar lo que los políticos desvergonzados hoy tiran por la borda.
De todos modos Menem debió hacer un esfuerzo y mantenerse digno, especialmente si la Iglesia y la familia eran atacadas.
No pudo...
Vendrán otros que seguramente podrán...
El país lo necesita
CLAUDIO CHAVES
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