"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

martes, 31 de agosto de 2010

Los mineros chilenos

Conmueve el espíritu y acongoja el corazón la situación de los mineros chilenos atrapados a 700 m bajo tierra.

Pensando además que deberán soportar tres o cuatro meses más, en las mejores condiciones posibles, para poder ser rescatados.

Por supuesto que en sus vidas habrá un antes y un después de la encerrona, que milagrosamente los dejó con vida, pero sometidos a una condición difícil y peligrosa.

El encierro es una de las situaciones más complejas y de mayor estrés para el organismo humano.

Se conjugan elementos biológicos, orgánicos, físicos, químicos y psíquicos y por regla general no es bueno y deja secuelas pronunciadas para el resto de la vida, no sólo del individuo que lo soporta sino también del grupo familiar, de los amigos y aún de la comunidad a la que pertenecen.

Nada en casual en la vida de los hombres.
Los hechos están relacionados y tienen causalidad, son productos de otras situaciones.

Sin hacer juicios de valor, y sólo en la comprensión de una situación humana dramática, hay que determinar sobre todo en los trabajos de alto riesgo, la manera y la fidelidad a la prevención en todos sus aspectos.

La atención exacta y aún exagerada a las circunstancias y condiciones del trabajo, a la seguridad de las perforaciones y de los túneles y a las vías de escape, son elementos que deben priorizarse en atención a la vida humana, a la calidad de dicha vida y a las consecuencias posibles y futuras que pueda acarrear cualquier desliz en ellos.

Y ahora el mundo mira con zozobra y temor la etapa final de este episodio.

El rescate, que debe efectuarse poniendo toda la seguridad al alcance de la tecnología moderna en la preparación del túnel de escape, y en la protección del físico y la mente de los mineros atrapados durante el tiempo que dure la operación, para ponerlos otra vez en tierra en las mejores condiciones posibles.

Hay entretanto una tensión irrefrenable, entre la premura por realizar el rescate lo antes posible, y la cautela y precisión en realizarlo sin ningún riesgo posible y con la mayor seguridad.

Se debe tener mucho equilibrio y una voluntad férrea en procura de la mejor solución.

No hay lugar para las dudas ni las debilidades.

Mientras tanto en el fondo de la mina, el seno de la tierra acoge a preciadas vidas humanas.

En una fantasía impensada, improvisa una variable loca y desfasada en la trayectoria existencial de las personas atrapadas.

Su vida cambió.

Sobre la línea de su existencia se inscribe otra línea superpuesta que dará otro matiz y otro colorido a sus vidas.

Que acentuará aún más el carácter comunitario y solidario, que parte de su forma de trabajo y se imposta en su vida personal.

Donde la continuidad de la línea, ya no será una tarea individual, sino un trabajo colectivo.

Con la comprensión que sus destinos están atados, no sólo al de los que están en el seno de la tierra, sino también a los que están sobre la tierra haciendo lo humanamente posible y lo imposible para que esta línea continúe.

Donde las apetencias, los deseos, las prioridades y los valores, se han vuelto a barajar y aparecen en otros lugares, con otro contexto.

Donde el amor, la bondad, la armonía, la paz y la solidaridad irrumpen frente a cualquier otra condición y son imperiosas y necesarias, como deberían ser siempre en nuestro mundo.

Donde quedará una marca indeleble que determinará su futuro.

Porque habrá un nuevo alumbramiento cuando emerjan.

Como en su nacimiento, saldrán del encierro, verán otra vez la luz e iniciarán una nueva vida, distinta de la que tenían hasta este presente, teñida por el encierro, la angustia, el dolor, la fe, la esperanza y la solidaridad.

Donde el hombre nuevo cante a la vida.

Donde el hombre se ocupe realmente del hombre, sin egoísmos ni intereses, con el único interés que la vida permanezca con la dignidad y el honor que el hombre merece vivirla.

Elías D. Galati

wolfie@speedy.com.ar

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