La enfermedad del poder...

Nelson Castro
Para LA NACION

El episodio coronario agudo sufrido por Néstor Kirchner el sábado pasado, que obligó a realizarle una angioplastia de urgencia, tiene el valor de una alerta sobre la que el ex presidente en funciones debería reflexionar seriamente.

Hay que señalar que hace unas tres semanas, el esposo de la Presidenta había sido sometido a un chequeo médico general que, según la información oficial, no arrojó anormalidades.

Néstor Kirchner sufre de hipertensión arterial, ya no fuma, hace cinta diariamente, tiene necesidad de controlar sus niveles de colesterol y su carácter encaja perfectamente en la definición de personalidad tipo A -individuos que reaccionan ante las alternativas adversas de la vida con una gran sobrecarga de hostilidad y agresividad.

Como se ve, existe una conjunción de factores de riesgo que interactúan sobre la salud del ex presidente.
El hecho de que haya sufrido dos eventos vasculares delicados en poco más de siete meses indica que sus arterias muestran una significativa vulnerabilidad.
En consecuencia, de aquí en más, este cuadro clínico plantea un dilema político indiscutible: ¿cuán riesgoso habrá de ser para Kirchner su postulación a la presidencia para el período 2011-2015, teniendo en cuenta la energía que demandan las actividades proselitistas y la agresividad que tendrá la futura campaña electoral?

Los muy buenos médicos que atienden a Kirchner ya le han dado el consejo de "bajar un cambio".

En el pasado, el ex presidente desoyó esa indicación.
Habrá que ver si ahora prioriza la enfermedad de sus arterias o deja su salud librada a los avatares de la enfermedad de poder