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Caricatura de Alfredo Sabat

viernes, 10 de septiembre de 2010

Los adolescentes que toman escuelas...

Por Manuel A. Solanet

No hay ley alguna ni reglamento que diga que los alumnos de una escuela secundaria puedan autoconvocarse en asamblea para decidir cuestiones por encima de sus autoridades y maestros.
Ni siquiera hay usos y costumbres ni jurisprudencia en tal sentido que puedan ser invocados para respaldar un hecho de esas características.
Pero lo cierto es que, en la Ciudad de Buenos Aires, grupos de alumnos adolescentes decidieron nada menos que tomar sus colegios e impedir la entrada de otros alumnos y docentes y suspender el dictado de clases.

Los chicos pasaron, así, por sobre la autoridad de los directores, sometiéndoles compulsivamente, les gustara o no, a aceptar la situación.
Las autoridades del gobierno de la Ciudad, de la que dependen las escuelas públicas, no pudieron o no quisieron poner las cosas en su lugar.
Los argumentos esgrimidos en la protesta se refirieron a cuestiones edilicias. Frente al micrófono, no hubo estudiante movilizado al que no se le hubiera derrumbado un techo o llovido en las aulas.
Todos se mostraron imposibilitados de estudiar por el frío, la lluvia o la clausura de los baños.

El tono de la protesta daba a entender que estas falencias son terminales y que no habían existido antes, sino que se han agravado dramáticamente durante la actual gestión del gobierno de la Ciudad.
Aquellos padres que acompañaron la rebelión de sus hijos probablemente no recordaban algunos fríos y precariedades que ellos también debieron padecer en su época escolar.

De las más de 1.000 escuelas públicas de la Ciudad, los disturbios y tomas abarcaron sólo alrededor de 40. Además, dentro de estas, el activismo comprendió no más del 15% de los alumnos.
Los demás sólo se dejaron llevar o intimidar.
La actitud de las autoridades escolares varió entre la resignación, el acompañamiento o el impulso.

Los gremios docentes, dominados por el activismo de izquierda, crearon el suficiente clima como para que ningún director, maestro o profesor resistiera la rebelión.

Antes bien, hubo acompañamiento, tanto por la rapidez con que se acató la decisión de las asambleas adolescentes como por la presencia docente en piquetes y cortes de calles.
La actitud y el planteo negociador del ministro de Educación de la Ciudad alimentaron el eco de la rebelión y alentaron aun más a los revoltosos.

Adolescentes de barba rala reclamaban, frente a las cámaras de televisión, ser recibidos, de inmediato, por el ministro y que, además, se les exhibieran y garantizasen los programas de obras.
El resultado ha sido un ruido mediático que dejó la impresión de que se produjo casi una réplica del Mayo francés.

El trasfondo político ideológico de estos episodios se ha hecho evidente por la metodología y por todo lo que ha rodeado su desarrollo.
La militancia de muchos padres activos, así como los apoyos explícitos de agrupaciones universitarias y políticas no han dejado muchas dudas al respecto.

Se plegaron la FUBA, el Partido Obrero, los dirigentes estudiantiles y autoridades de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y otros de similar coloratura.
...
"Y hasta la presidenta sumó su respaldo"

La misma apoyatura e impulso que se observó en las tomas de la fábrica Kraft o en los paros combativos en los subterráneos.
Hay una peligrosa gimnasia revolucionaria que no entiende de leyes ni de respeto y que ya en otras épocas llevó el país a dramas mayores.

Al menos, advirtámoslo.

La Nueva Provincia
Manuel A. Solanet es presidente de Infupa y miembro de la Academia Nacional de Ingeniería.

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