Nos
cuenta el mito patriarcal que Zeus deseaba a la titánide Metis, de modo que la
persiguió, la violó y la dejó encinta.
Un
oráculo anunció que Metis daría a luz una niña, pero que si seguidamente
gestaba un varón, éste lo destronaría como él había hecho con su padre Cronos,
y éste a su vez con Urano.
Así
pues, Zeus se tragó a Metis embarazada.
Cuando
llegó el momento del parto, Zeus sufría de enormes dolores de cabeza hasta que
Hefesto le abrió el cráneo con su martillo y de ella surgió Atenea, plenamente
armada y dando un portentoso grito.
Ignorando
incluso la maternidad de Metis, en la Orestiada de Esquilo se le obliga a decir
a la Diosa una de las mayores imposturas que han ido conformando nuestro acervo
simbólico:
"Porque no
existe madre que me engendrara y en todo admiro lo que es varonil -salvo en
casarme- de todo corazón: Soy por
completo de mi padre".
Lo
demás lo sabemos:
Protectora
de la ciudad de Atenas, diosa de la sabiduría, como su madre Metis, y también
guerrera.
Pero
en realidad, el origen de Atenea es cretense y es Ella la conocida Diosa de las
Serpientes.
Los
aqueos llevarían su nombre y sus símbolos al Atica, pero desvirtuando también
su identidad.
Cuenta
el mito encubridor que Hefesto intentó violar a la Diosa, pero Ella se apartó a
tiempo, de modo que el semen del dios cayó al suelo, fecundando así a la Madre
Tierra, que no quiso hacerse cargo del hijo engendrado de aquella manera, por
lo que fue cuidado por Atenea, que lo llamó Erictonio, niño serpiente.
Se
dice que él fue uno de los primeros reyes de Atenas, que desde entonces solían
llevar serpientes como amuleto entre sus señas de identidad.
Y
si os fijáis bien, veréis que Atenea también es representada con esas
serpientes, de modo menos evidente con el que aparecen el escudo, la égida y la
lanza, aunque en el friso del Partenón que representa la
"Gigantomaquia" se ven muy claramente.
Pues
bien, según Norma Goodrich 6, Medusa era también una Diosa Serpiente de las
amazonas libias, desde donde pasaría su culto a la vecina Creta.
Su
simbolismo aludía al aspecto destructor de la Triple Diosa, que en el Norte de
Africa se la conocía como
Atenea,
y en Creta como Atenea Potnia, la Soberana.
Es
decir, que Atenea y Medusa son la misma Diosa, cuyas dos versiones muestran la
escisión binaria entre la casta Atenea y la perversa Medusa.
En
el mito posterior, Medusa era la más bella de las tres Gorgonas.
Su
cabellera ondulante se entrelazaba con las serpientes que denotaban su función
de sacerdotisa, además de llevar inscrito en su frente el signo del uraeus o
cabeza de cobra egipcio a modo de tercer ojo del conocimiento.
Dicen
que Poseidón se enamoró de ella y tuvieron un encuentro carnal en el templo de
Atenea, por lo que su hermana solar, envidiosa e irritada, la transformó en el
monstruo que conocemos de lengua sinuosa, anchos orificios nasales, colmillos
de jabalí, cabeza cubierta de sierpes y ojos fosfóreos, cuyo poder consistía en
petrificar a los hombres que osaban mirarla.
Pero
su venganza definitiva fue la de incitar al héroe Perseo a que le diera muerte
por una simple apuesta, para lo que la Diosa lo armó con una lanza, un escudo y
una espada con poderes mágicos.
Siguiendo
las indicaciones de Atenea, Perseo logró cortar la cabeza de Medusa, trofeo con
el que retornó victorioso a la isla de Sérifos, imagen que inmortalizó
Benvenuto Cellini en la Piazza della Signoria de Florencia.
Pero
esa imagen de la cabeza cortada e inerte de Medusa pasó a formar parte de los
trofeos de Atenea.
Pilar
Pedraza, experta en el estudio de aquellas "monstruas" de la
mitología, confirma la sospecha:
"La
petrificadora cabeza de Medusa, arma terrible en manos de Perseo, es trofeo en
el pecho de Atenea y, al propio tiempo, imagen especular de la diosa misma, su
contra imagen, su rostro oculto, su sexo (...)
Esto
-dice la diosa- lo he arrancado de lo más profundo de mi ser.
No
os atreváis a mirarlo".
Para
Freud la cabeza cortada de Medusa simboliza la castración, lo que hace que los
hombres "se queden de piedra” al contemplarla.
Tal vez el poder
oscuro de las mujeres provoque en los varones ese miedo inconsciente a la
castración y, por tanto, una violenta reacción contra las mujeres poderosas.
Porque,
sin duda, es la "sombra" la que nos otorga la fuerza más
irreductible.
El
ejemplo arquetípico de Atenea y Medusa se multiplica en multitud de casos en la
mitología de las Diosas.
Uno
de los más representativos es el de Innana y Ereshkigal, de la cultura
sumeria7.
Innana,
una vez proclamada Reina de la Tierra, necesita un consorte a instancias de su
familia divina, que le impone al pastor Dumuzi, aunque ella prefiere uno de
linaje agrícola.
Finalmente
lo acepta y acaba enamorándose de él.
Son
felices hasta que el pastor se cansa de ella y decide separarse.
Es
entonces cuando ella decide realizar un viaje al mundo subterráneo para asistir
a los funerales del esposo de su hermana Ereshkigal, Reina a su vez de los
Infiernos.
A lo largo del viaje se le va despojando de
todos sus bienes hasta aparecer desnuda ante su terrible hermana, que acaba
dándole muerte, en la que permanecerá hasta que encuentre un sustituto en aquel
reino de los muertos. Entonces ella elige a su antiguo esposo, Dumuzi, y puede
entonces resucitar y volver al mundo de los vivos, habiendo aprendido la
lección de que Vida y Muerte son una misma realidad; de que Innana y Ereshkigal
son las dos caras de la misma Diosa
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