“Debatir” implica examinar particularmente, argumentar e impugnar, reconciliarse y por sobre todo, desglosar y reconocer qué es derecho, qué libertad y qué, o quienes,mueven conciencias.
Frente a un “debate” tan grave no podemos refugiarnos en la estéril resignación que somete en la contradicción de la estrategia, que hace a otros responsables en la razón unificadora y dicotómica del nuevo “quehacer político”.
La victoria del “derecho” buscado, ésa que nace del vacío de corazones naufragados, se muestra en el seudo poder que concede la ignorancia del otro; esa que endiosa, que se mide en el contra-sentido egoísta de sí mismo, resultante de falsas creencias e intereses creados. Recordemos que cada “suceso globalizado” siempre busca un resultado programado, por acuerdos, entre tanta lesa humanidad despedazada. Es hora de derrumbar hipocresías para encontrar el coraje de decir la verdad porque la defensa del Derecho a la Vida no admite monopolios.
“Movimientos” que, con falsa hidalguía y en nombre de “culturas abortistas”, promulgan la criminalidad humana excluyendo de sus campañas la igualdad e indivisibilidad entre hijo-embrión o extermino compartido-embarazo interrumpido, reducen lo absoluto y se fundamentan en determinaciones privadas, que injustamente por privadas privan, invadiendo la moral y la ética, ya sometidas por correspondencia. Y el producto de “actos privados” alterará incluso el horizonte de la ética médica, también desvalorizada si legalmente avalada.
La Vida no admite opinión, “es”, por encima del lugar de privilegio que a la mujer le fuera dado y de palabras que contradicen hasta la banalidad en una, cien, miles, millones de muertes anunciadas, que serán “privadas”.
Y cuando se decida que es hora de reiniciar fuertemente el “debate”, llegarán nuevamente agresivas respuestas que intentarán depravar, instaurando la dicotomía entre creyentes y no creyentes o entre creyentes, pero no tanto, para aplastar con la victoria hasta la razón biológica, que tampoco pareciera bastar.
La libertad de acción siempre incluye a “otro”, ese otro que la delimita, si realmente entendemos qué es la libertad. Implicarse, o no, supone un antes y un después.
Me pregunto y me asombro ¿Cómo hemos llegado a tanto y a nada? Si de tanto evolucionar nos olvidamos de nuestra humanidad. Las “personas- embriones” se encuentran en otras supuestas personas que las contienen, pero para comprenderlo es necesaria una clara idea del “próximo”, ese que sólo se hace tangible hoy en la idea destructiva del corazón de una sociedad enferma. ¿Llevaremos estadísticas de los mártires impunemente sacrificados por haber sido concebidos en un mundo bárbaramente civilizado? La vida que no nace, ya era vida.
“Imposible que el último fin de una cosa ordenable a otra como a su fin, sea su conservación en el ser, si el fin último del hombre es un incierto espejismo de sí mismo” – Santo Tomás.
Aclaración necesaria; Algunas notas sobre el tema fueron inspiradas en grandes mujeres, ésta en su contrario, a quien podríamos preguntar cómo podrá aliviar la culpa o silenciar su conciencia por despedazar a tantos humanos.
Mara Martinoli
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