"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

martes, 29 de marzo de 2011

Entre la ley y el cambalache

Luis Gregorich *
Para LA NACION

Nuestras vidas están atravesadas, a la vez, por la ley y por el cambalache.
El propio Enrique Santos Discépolo, genial intérprete del malestar popular, lo documentó en sus últimos años, derramando por radio la propaganda oficial, con el ingenioso apodo de Mordisquito.

En los días recientes, ha sido ostensible el predominio del cambalache sobre la ley.
Una sucesión de hechos absurdos e inexplicables se han mezclado, insolentemente, con la realidad cotidiana.
¿Qué nos pasa?
¿El legado discepoliano, como lo sospechábamos, pesa más que la ley?

Dejemos de lado el episodio Vargas Llosa, que la Presidenta resolvió con positiva actitud.
Pero la lista sigue.
De nuevo un grupo de okupas se hace fuerte en un conjunto habitacional de la zona sur de la Capital, y no hay Justicia ni policía que pueda -que se atreva- a sacarlos de allí.
En el terreno político, una agrupación oficialista, autoasumida como la vanguardia joven del kirchnerismo y que organiza multitudinarios actos, está formada por funcionarios y militantes rentados, que toman su nombre de un fugaz ex presidente, correcto odontólogo de San Andrés de Giles cuya principal virtud fue la obediencia ciega e incondicional al jefe.
No privemos a la oposición de su impronta cambalachera: uno de sus sectores se ha de lanzar a una elección regionalizada.

Y faltan los dos episodios centrales que simbolizan, tristemente, la decadencia de la ley y la prepotencia del cambalache.
Uno de ellos sorprende por su grosería.
Se trata del más alto jefe sindical del país, el Jimmy Hoffa criollo, que por su cuenta decide convocar un paro general y una movilización a todas las plazas del país, en respuesta a un exhorto de la justicia suiza, que roza el fortalecido patrimonio del sindicalista y sus amigos.
Los jueces suizos, para esta convocatoria, no serían más que peones del poder mediático argentino. ¡Como para confiar, después, en Suiza y en sus bancos!

El llamado a la huelga, carente por completo de una base de demandas laborales, fue finalmente levantado (según su organizador, "suspendido")
Pero falta todavía el último episodio de este itinerario irracional, y el más grave de todos: el bloqueo de la distribución de los diarios Clarín y LA NACION, ensañado especialmente con el primero de ellos, que vio impedida su distribución durante doce horas, desmoronando prácticamente la edición dominical.

El pretexto: un dudoso conflicto sindical, y lo más grave, la absoluta inacción policial, a pesar de las órdenes judiciales previas que ordenaban la libre circulación del material impreso.

Una sensación de fatiga empieza a apoderarse del país, que oscila entre la indignación y la indiferencia.
La dosis de cambalache ha sido ampliamente cubierta, y el reclamo de la ley, aunque todavía poco audible, empieza a hacerse presente.
Y cuando hablamos de ley, no nos referimos sólo a códigos y normas, sino también al reconocimiento de los otros, a su dignidad y derechos, al respeto a su inteligencia.

Un poco más de ley y menos de cambalache, estimados dirigentes del oficialismo y de la oposición, apreciados sindicalistas y empresarios, legisladores y jueces, para que los ciudadanos puedan conservar alguna esperanza en el futuro, y no acepten mansamente convertirse en autómatas del consumo o en desocupados sin horizonte.
Y para la Presidenta, un respetuoso pedido.

No somos de los opositores que abrigan el deseo de que le vaya mal en su gestión.
Por el contrario, creemos que es el momento de aprovechar su buena imagen, y la simpatía que han despertado las duras vicisitudes de su vida personal, para invitar al diálogo, con un generoso gesto de unidad y consenso, a las distintas fuerzas políticas y sociales.
La consigna podría ser: basta de tanto cambalache, todos necesitamos más ley.


*  El autor es escritor y fue subsecretariode Cultura de la Nación

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