"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 17 de julio de 2011

El kirchnerismo y la marmota

Humor Político
Por Alejandro Borensztein

D'you see your shadow?
                                                                        Nope, you?
Nope
Early spring then, humh?
                                                                        Guess so
Cool
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Cuando el kirchnerismo anda bien, son encantadores.
A veces son un poquito soberbios, por ahí se les escapa un cachitín de autoritarismo o se les nota una hilachita hegemónica.
Muy de vez en cuando, de puro atolondrados nomás, se llevan por delante alguna que otra institución o se les mezclan algunos pesitos de ellos con algunos pesitos de todos, y les gusta expresarse tanto, pero tanto, que a veces confunden el concepto de medios públicos con medios del gobierno.
Pero seamos justos: No es demasiado grave, o por lo menos no es nada que no hayamos visto tantas veces en la historia argentina.
En general, son buena gente.
En dosis justas, se toleran bastante bien y después de 8 años, ya nos vamos encariñando.
Toda esta descripción vale para cuando el kirchnerismo gana.
Ahora, cuando pierden... son francamente insoportables

Por eso, y por el bien de todos, tenemos que ayudar para que lo que les pasó el domingo no les vuelva a ocurrir.
Así no se ponen tan locos y todos podemos seguir felices, disfrutando de esta amigable experiencia superadora.

Según los principales referentes del pensamiento oficialista (incluidos varios ministros y funcionarios), la Capital es un territorio ocupado por lo que el pensador Ricardo Forster ha llamado “la derecha privatizadora”
O sea, una mayoría que, entre otras cosas, en los 90 apoyó el revoleo de las empresas del Estado .

Aclaremos: lo que el kirchnerismo actual llama “derecha privatizadora” no tiene nada que ver con lo que aquel kirchnerismo de Santa Cruz denominó “moderno proceso de desburocratización estatal del petróleo”, aplaudiendo de pie la privatización de YPF y mandando a Suiza la guita que le tocaba a la provincia.
Parece lo mismo, pero es muy diferente.
Ahora no tengo tiempo de explicarlo. Otro día.

Si el resultado de esta elección porteña lo enoja o lo angustia, usted tiene un par de opciones.
Las encuestas dicen que, así como Macri tuvo casi el 50% de los votos, Scioli tendría algo parecido en la provincia.
Por lo tanto, una posibilidad sería mudarse.
¿Para qué vivir en esta pobre y sucia ciudad, llena de fachos que votan a Macri, si se puede mudar a la provincia de Buenos Aires, que es igual de mugrienta y de pobre, pero está llena de progresistas y revolucionarios que votan a Scioli, el indiscutido referente bonaerense de la liberación nacional?
La otra opción es quedarse y tratar de entender el fenómeno ya que, según los encuestadores, la misma mayoría de fachos que votaron a Macri es la misma mayoría de iluminados que en Capital va a votar por CFK
¿Será verdad?
Dios quiera que sí, porque sino Artemio López, González (el de la Biblioteca Nacional), Jorge Coscia, Braga Menéndez, y todos esos tipos van a estar imbancables (ya lo son ahora, imagínese si pierden...)

¿Cómo se explica esta bipolaridad política porteña?
Veamos.
Imaginemos un porteño medio, de derecha, clásico votante de Macri , que se levanta a la mañana, mira a su mujer y le dice: “Buen día fachita mía, qué linda que estás hoy”
El tipo desayuna, sale a laburar y, sentadito en el Metrobús, se pone a leer el libro “Pantaleón y las visitadoras” de Mario Vargas Llosa, que acaba de comprar en el kiosco facho de la esquina (en todos los kioscos fachos de Buenos Aires, además del diario Clarín, venden los libros de Vargas Llosa. Por suerte, esta semana, Moreno ya empezó a clausurarlos)
Pero a medida que avanza el día, el tipo empieza a escuchar al oficialismo, las cosas lindas que dice Aníbal Fernández, las de Boudou, se convence que no hubo nada progresista antes del 2003 y le llega el último twitter de Timerman: “Las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas”, frase que en boca de Atahualpa es muy poética, pero dicha este jueves por el canciller (que tiene más guita que los ladrones), es una joya que quedará en la historia.

Fascinado por todo esto, el tipo se va convirtiendo en un apasionado kirchnerista.
A la tardecita, mientras toma la leche con los bay biscuits, se da cuenta que está desesperado por ir a votar a CFK.
Entonces, tira el libro de Vargas Llosa por la ventana y sale corriendo a comprarse uno de Ricardo Forster para iluminar su mente.
Pero no consigue ninguno porque los libreros, que también son todos fachos, no venden libros de Forster. No porque no sean buenísimos, sino porque no los entiende nadie.
Entonces el tipo llega a su casa enloquecido, contagiado por el oficialismo arrollador, y abrazando y besando a su mujer le dice: “Hola mi amor, qué linda te ves esta noche, cada vez te parecés más a Orlando Barone” y entonces se ponen a mirar por televisión todo el repertorio mediático que despliega la falange oficialista y se emborrachan con las frases y con el relato y con esa dialéctica de propaganda y aleccionamiento que los embriaga, hasta que llegan al máximo placer y entonces, agotados, caen rendidos en la cama y, plenos de felicidad, se duermen exhaustos por la sobredosis de kirchnerismo.
Pero cual efecto paradojal por el exceso, cuando se despiertan a la mañana es tal la resaca que tienen que no se acuerdan de nada.
Se miran a los ojos, se dan un beso y ella le dice: “Hola fachito de mi vida, ¿dormiste bien?”
Y el tipo se va feliz, otra vez a laburar, con un globo amarillo en la mano, cantando:
“No me arrepiento de este amor…”, sentado en el Metrobús, leyendo esta vez “La ciudad y los perros” de Vargas Llosa (porque el de Pantaleón lo había tirado por la ventana el día anterior) y que acaba de comprar en otro facho kiosco, ya que el de la esquina lo clausuró Moreno porque vendían el Olé.

Y así, como en la película “El día de la Marmota”, los hechos se repiten cada mañana, del mismo modo, día tras día (el beso, el Metrobús, el libro, la propaganda y la locura K, la transformación y el delirio)

Esto permite entender dos cosas:
a) por qué el mismo tipo que votó a Macri, en algún momento también puede votar a CFK , y
b) por qué Vargas Llosa es millonario .

Si el gobierno entendiera que el aluvión de atropellos, declaraciones bestiales, propaganda berreta y otras yerbas le termina jugando siempre en contra, tal vez se aseguraría el camino a octubre.
Si no, me temo que van a sufrir más de la cuenta.

Perdieron la elección que todos sabíamos que iban a perder, e igual se pusieron como locos.

No quiero ni pensar cómo se van a poner si pierden la elección que todos sabemos que van a ganar.

¡Mamita.... Dios no lo permita!

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