Por Alberto Buela
Es por todos conocida la idea del viejo Aristóteles cuando al comienzo nomás de su Metafísica dice: "la filosofía comenzó en aquellos lugares donde primero reinó el ocio".
Con lo cual dejó sentado de una vez y para siempre que no se puede pensar bien, correcta o adecuadamente sin un mínimo de tranquilidad de espíritu.
Todo esto para afirmar que ante los múltiples acontecimientos de rebelión popular que inundan la Argentina de nuestros días es difícil tomar una cierta distancia y ser ecuánime.
El pueblo argentino está sufriendo una injusticia flagrante en todos los ámbitos de obrar.
Y eso lo padece tanto por inoperancia de clase dirigente (políticos, curas, sindicalistas, empresarios, banqueros, académicos, intelectuales etc)
Unos roban, otros mienten, copian, estafan, corrompen.
Ninguno conduce, ni lidera ni postula algo que valga la pena.
La clase política hace como si se juzgara y el Congreso Nacional aumentó su presupuesto.
Los empresarios piden la licuación de sus deudas con el Estado y al mismo tiempo que el Estado argentino les ayude a pagar sus deudas con los proveedores extranjeros.
Los radicales, esto es los socialdemocratas, junto con el progresismo de izquierda constituyeron una fuerza política, la Alianza, que bastardeó sus ideales en aras del libre mercado, del FMI y de la OMC, estafó los ahorros del pueblo argentino quedándose con los depósitos en ahorro, plazo fijo y sueldos, y en dos años se fue echada a cacerolazo limpio.
Su reemplazante es el peronismo, esto es socialcristiano con chiripá, que afirma hacer una cosa contraria y en los hechos hace lo mismo, o peor, que sus predecesores.
La sociedad civil se manifiesta todos los días en su contra.
Hace dos días la Capital de la república quedó cercada durante 12 hs. por los piqueteros, desocupados, hambreados y estafados de todas las clases sociales que cortan el paso de los puentes y las rutas con piquetes de lucha.
La anomia social se ha generalizado de tal forma que la vida cotidiana en las grandes y medianas ciudades se torna, día a día, invivible.
Surge entonces la pregunta que desvelaba a Lenín: ¿Qué hacer?.
En primer lugar el que puede huye. Emigra a España, Italia, Polonia e Israel, naciones a las que pertenecen o desde donde proceden gran número de argentinos.
Si no pueden, entonces aparece USA, Canadá y Australia.
En segundo lugar buscar un contrato, trabajo no hay desde hace cuatro años, como empleado temporario del Estado, sea a nivel nacional, provincial o municipal.
En tercer lugar conseguir alguno de los misérrimos planes trabajar para poder asegurarse una entrada fija de 100 a 160 dólares mensuales.
En cuarto lugar vegetar esperando que la realidad cambie por una suerte de fuerza de las cosas.
Hoy no existe dentro del gobierno argentino ningún funcionario que tenga una idea original acerca de lo que hay que hacer en su sector o dominio.
No sólo carecemos de liderazgo sino que la dirigencia argentina toda no sabe qué hacer.
El presidente Duhalde como un Nuevo Bismark quiere manejar la política como un juego de tensiones desde un centro neutro que sería él mismo y lo que ha hecho en casi dos meses de gobierno es crear una mesa de consenso compuesta por curas que no representan a nadie, funcionarios de las Naciones Unidas que representan a menos, agrupaciones sociales que solo se representan a sí mismas, es decir creó una mesa que consensua porque sus miembros no tienen nada en que disentir.
Esto es una burla a la inteligencia, al sentido común, en definitiva, al otro.
El mismo presidente Duhalde en el discurso de clausura luego de casi dos meses de deliberaciones mostró que no sabía ni el apellido del monseñorino que habló en nombre de la Iglesia.
Vuelve la pregunta de Lenín:
- ¿Qué hacer ante todo este desbarajuste social, político, económico, espiritual a que está sometida la Argentina de hoy?
Yo sé, pero es políticamente incorrecto...
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La nota fue realizada en Febrero 2002
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* Alberto Buela (nacido en Buenos Aires en 1946) es un filósofo argentino que ha trabajado sobre tres temas específicos:
Metapolítica, teoría del disenso y teoría de la virtud.
Su filosofía es el resultado de una fuerte influencia del pensamiento existencialista de Martin Heidegger, del nacionalismo popular iberoamericano y de la doctrina social católica, ligados al movimiento peronista en la Argentina.
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