En un reportaje que le hizo la revista Veja de Rio de Janeiro Brasil el 21 de septiembre del 2011 edición 2235 – año 44 – No 38
El filósofo inglés Roger Scruton, de 67 años, es presencia constante en los debates realizados en su país cuando es preciso tener en la mesa un pensador independiente y con coraje.
Autor de 42 libros de ensayos. Scruton es una piedra en el zapato de la ideología políticamente correcta que predomina masivamente en la Europa.
¿Multiculturalismo? Un desastre.
¿El arte moderno? Detestable, y por ahí esta el filósofo que enseñó en las universidades de Oxford en Inglaterra, Boston en los Estados Unidos y atrajo para si el nombre de “defensor de los indefendible”.
Uno de los fundadores del Consertive Action Group , que ayudó a elegir la primera ministra Margaret Thatcher, Scruton publicó recientemente un nuevo libro, “Las ventajas del Pesimismo”…
RV: Un buen número de intelectuales ingleses interpreto la onda de vandalismo en Londres y alrededores como actos de jóvenes nihilistas sin mayores repercusiones. Ud. ¿Está de acuerdo?
Roger Scruton: Creo que esa explicación es demasiado simplista.
Muchos de esos manifestantes son realmente nihilistas, que no creen en nada y no se identifican con ninguna institución, creencia o tradición capaz de hacer florecer en cada uno de ellos el sentido de responsabilidad y respeto por el próximo.
Algunos no tienen empleo.
Pero, en la mayor parte de los casos, ellos actuaron por una elección deliberada.
Desempleo y nihilismo siempre existirán.
Nadie mencionó como una de las causas, una conmoción por la deformación causada en esos jóvenes por las políticas de estado del bienestar social.
Diversos estudios muestra con claridad las vinculación de esos programas asistencialistas con la proliferación de una clase baja resentida, rabiosa y dependiente.
No quiero ser liviano y culpar solo a las políticas socialistas por esos tumultos. Entre los jóvenes la revuelta es una condición inherente, un patrón de comportamiento. Pero es preciso un poco más de honestidad intelectual para buscar una respuesta más concreta sobre lo que ocurre en Londres.
Por debajo del barniz de civilidad, todo hombre tiene dentro de sí un animal al acecho.
Infelizmente, si ese barniz fuera arrancado, el animal va mostrar su cara.
La promesa de concesión de derechos sin la obligatoriedad de deberes y de recompensas sin méritos, fue lo que arrancó el barniz en esa reciente eclosión de episodios de vandalismos.
RV: ¿Los disturbios en Londres y las protestas en el Cairo, en Atenas, en Madrid y en Tel-Aviv son los
mismo “gritos de los excluidos”?
RS: Soy escéptico en relación a la idea de que las protestas que eclosionaron en diversos puntos del mundo tienen que ver con la exclusión, con el supuesto aumento el número de pobres o con la concentración de la renta.
Los agresores de Londres son por los padrones del siglo XVIII, ricos.
Discúlpeme, pero es resultado de una eclosión depredar una ciudad porque usted tiene un auto, un departamento pequeño por el cual no paga alquiler, recibe una mensualidad del gobierno sin tener que hacer nada para cobrarla, compra tres cervezas, me gustaría beber cuatro y ¿piensa que tener un solo televisor es poco?
No.
Ver exclusión en esos episodios solo tiene sentido en la cabeza de un profesor de sociología.
Es un absurdo también comparar los tumultos de Londres con los eventos en el Medio Oriente.
Los jóvenes de Egipto exigían algo del gobierno.
Los jóvenes ingleses no exigieron un mínimo para el gobierno o las instituciones.
RV: En su último libro, Ud. Afirma que el optimismo es más nocivo para los individuos y para las naciones que el pesimismo. ¿Como el optimismo puede ser tan perjudicial?
RS: No hablo del optimismo como virtud, ni de la esperanza o la fe que sirven para la elevación espiritual; del individuo y fomentan innovaciones y avances.
El optimismo perjudicial es el desmedido o, como dice el filósofo Arthur Schopenhauer, el optimismo mal intencionado, inescrupuloso.
Es el tipo de pensamiento que está por detrás de todas las tentativas radicales de transformar el mundo, de superar las dificultades y perturbaciones típicas de la humanidad por medio de un ajuste en larga escala, de una solución ingenua y utópica, como el comunismo, el fascismo y el nazismo.
Optimismo y utopía en exceso generalmente acaban en nada.
O peor, dan en el totalitarismo.
Lenin, Hitler y Mao pertenecen a esa categoría de optimistas inescrupulosos.
La crisis financiera e institucional de Europa es la más reciente consecuencia del pensamiento utópico y del optimismo exagerado que son la base, el fundamento y la fuerza propulsora de la Unión Europea.
RV: ¿Se puede reducir la Unión Europea en solo una manifestación de optimismo utópico e insensato?
RS: Es una ilusión si no una locura, creer que los alemanes y los griegos puedan pertenecer a la misma organización y adecuarse a las mismas normas financieras.
¿Cómo imponer la misma moneda, el mismo sistema y el mismo modo de vida al alemán trabajador, cumplidor de las leyes, respetuoso de las jerarquías, y los griegos fanfarrones y transgresores de las normas?
Me arriesgo a decir que la Unión Europea es un fracaso porque contiene las mismas dolencias institucionales del viejo experimento comunista.
Así como el comunismo soviético, la Unión Europea es un objetivo inalcanzable, pues fue escogido por su pureza, que exige que todas las diferencias sean atenuadas, los conflictos superados, y en el cual la humanidad se debe encontrar como debajo de una unidad metafísica que jamás puede ser cuestionada o puesta a prueba.
RV: A pesar del colapso del comunismo y todas las otras tragedias semejantes, las personas continúan cayendo por causas utópicas. ¿Por qué?
RS: El pensamiento utópico sobrevive porque no se trata, de hecho, de una idea.
Algo que sirve de alivio para la difícil tarea de ver las cosas como ellas son realmente, pero generalmente es depresivo.
Es una forma de vicio, un corto circuito que aparta a los individuos de la razón y del cuestionamiento racional y efectivo.
El pensamiento utópico nos remite directamente para un objetivo, pasando por la cima de la viabilidad del proyecto.
Es fácil digerirlo y embeberse de su optimismo mal intencionado y sin fundamento.
El problema viene después, cuando la utopía termina en el fiasco
RV: ¿El ambientalismo es la gran utopía moderna?
RS: Hay dos tipos de ambientalistas.
El primero sueña con soluciones amplias.
Inalcanzables, cuyo objetivo real no es promover el bien de nadie ni del planeta.
Pero si agrandar el ego de sus creadores.
El segundo es realista, sigue el camino conservador y reconoce que lo que debe hacerse en pro del ambiente es difícil, llega a un número limitado de personas o de lugares y exige sacrificios reales.
El problema es que la cuestión ambiental fue a parar a manos erradas.
La izquierda transformó la protección del medio ambiente en una causa, en un movimiento que necesita de intervenciones estatales, en un asunto en el cual hay culpables y víctimas.
Para el caso los culpables son los capitalistas y la víctima es el planeta.
La izquierda adora el culto a la víctima
RV: ¿Qué tradición es ésa?
RS: Es una tradición izquierdista que viene del siglo XIX y de Karl Marx, en particular.
Consiste en juzgar toda forma de suceso humano a partir del fracaso de los otros.
Con esa base, engendra un plan de salvación para los más débiles.
Ese es uno de los motivos por los cuales los movimientos de izquierda continúan teniendo éxito.
Ellos siempre ofrecen una causa justificable y una víctima a ser rescatada.
En el siglo XIX la izquierda pretendía salvar el proletariado.
Y en los años 60 a la juventud.
Después vinieron las mujeres y por último los animales.
Ahora pretenden rescatar el planeta, la mayor de todas las víctimas que encontraron para justificar sus actos.
No obstante, que las cuestiones ambientales son reales y no pueden quedar enclaustradas en la ideología de la izquierda.
Tenemos el deber de cuidar del ambiente y sacrificar nuestros deseos para garantizar un lugar, un futuro para las próximas generaciones.
El problema es radicalizar la cuestión en el centro de un movimiento hasta religioso.
Preservar el ambiente se volvió en una cuestión de fe.
Es el momento de acabar con el pensamiento de que la sociedad es un juego de suma cero, según el cual si uno gana el otro tiene que perder.
Con prácticas ambientales sustentables todos ganan.
RV: ¿Dónde más se revela esa teoría de “suma cero” de las relaciones humanas?
RS: Ella es la expresión central de los socialistas, es el principal enemigo de la caridad, de la gentileza y la justicia.
En la política internacional, esa forma de pensar se expresa con toda claridad en el antinorteamericanismo. Los Estados Unidos, la mayor economía del mundo, el mayor poderío militar se convirtieron en el blanco de los resentidos, de los que se consideran fracasados por causa del éxito ajeno.
El ataque a las Torres Gemelas, de hace diez años, es una demostración de que el resentimiento colectivo estimulado por la falacia de la suma cero es capaz de causar.
RV: ¿Por qué Ud. critica tanto la política de inmigración de los países europeos?
RS: La inmigración en masa no es un asunto fácil.
Basta escribir la palabra inmigración para ser mal interpretada.
No estoy en contra de la inmigración.
Mi opinión es que los inmigrantes solo se adaptaron a un país donde se incorporaron legales y culturalmente a la nación que los recibe.
Para que eso sea correcto, los forasteros necesitan superar el sentimiento de la distancia que ellos poseen en relación al nuevo país.
Fue lo que sucedió en los Estados Unidos en el pasado.
Los países europeos hacen justamente lo opuesto al no incentivar el multiculturalismo: animan a las comunidades de extranjeros a mantener su cultura y su identidad, no a mezclarse.
De esa forma los inmigrantes pasan a definirse como diferentes, apartados, excluidos de la comunidad y solo crecen las tensiones entre los grupos étnicos.
Los recientes tumultos en Londres se deben en parte al multiculturalismo.
RV: Análisis como ese, su visión ha sido atacada por, potencialmente, fomentar atentados como lo que traumatizó a Noruega en julio.
RS: ¿Eso es justo?
¿Alguien culpa a Jean-Paul Sartre por el genocida camboyano Pol Pot?
¿Karl Marx debe ser culpado por el asesinato de Stalin?
¿Los socialistas alemanes son responsables por los actos de la organización terrorista Facción del Ejército Rojo?
Extremistas como el noruego Anders Breivik pueden actuar en parte motivados por ideas, si, de la misma forma que yo o cualquier otra persona.
Siempre que un lunático de la extrema derecha practica un crimen terrible, los intelectuales de la izquierda se unen para en coro decir: es culpa del pensamiento conservador.
Ellos se olvidan de los crímenes muchos más graves que fueron cometidos en nombre de las ideas de la izquierda.
Individuos como Breivik cometen crímenes no por causa de las ideas que ellos comulgan con otras personas, sino por causa de algo que los aparta, aísla o diferencia de otras personas.
Ellos matan por total y absoluto desprecio por vidas inocentes.
RV: ¿Qué es ser parte de una minoría en el mundo académico?
RS: Yo desperté de mi delirio socialista durante los tumultos de 1968, en París.
En el medio de la destrucción, de las barricadas de las ventanas quebradas, percibí que aquellos estudiantes estaban intoxicados por el simple deseo de destruir cosas e ideas, sin la mínima preocupación en colocar algo relevante en su lugar.
Fue difícil aceptar que en mi futuro me volvería un paria intelectual en medio de esa mayoría abrumadora de izquierdistas.
En todo el mundo, las universidades tienen una declarada inclinación por la izquierda.
Es difícil explicar el motivo de esa propensión a la izquierda, algo persiste desde el Iluminismo.
En mi tentativa de develar ese misterio, llegué a la siguiente conclusión:
"Cuando una persona comienza a pensar sobre las grandes cuestiones que afligen al hombre y a la sociedad, tiende a aceptar la posición de la izquierda, pues ellas parecen ofrecer soluciones"
Al pensar además, al profundizarse, la persona aprende a dudar y rechazar el argumento izquierdista.
En las universidades mucha gente piensa, pero pocas reflexionan profundamente.
RV: Qué es un conservador?
RS: Es alguien que considera la libertad un valor, un objetivo, pero no lo llama a eso ideal.
El conservador reflexiona sobre las cosas reales y sabe que la libertad verdadera es la obtenida bajo leyes y reglas.
Pues sin instituciones no hay libertad, sino salvajismo.
Boletín Info-RIES nº 1102
-
*Ya pueden disponer del último boletín de la **Red Iberoamericana de
Estudio de las Sectas (RIES), Info-RIES**. En este caso les ofrecemos un
monográfico ...
Hace 3 meses
No hay comentarios:
Publicar un comentario