EDITORIAL II - LA NACIÓN
En lugar de condenar la agresión de Guillermo Moreno a militantes de PRO, la Presidenta ha ponderado al funcionario
En plena campaña electoral, el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, apoyado por una patota oficial, agredió físicamente en forma brutal a un grupo de militantes de PRO que repartía volantes en el barrio de Núñez.
Mariano Urcelay, coordinador de la logística de campaña de PRO, relató que fue Moreno quien lo agarró del cuello y lo arrojó contra un automóvil, situación que provocó la correspondiente denuncia ante la comisaría 35a.
En un país de mayor desarrollo institucional, ese comportamiento de un secretario de Estado habría ocasionado el inmediato apartamiento de su cargo y un pedido de disculpas de todo el arco oficial. Es de tal gravedad el hecho que era esperable un pedido de renuncia por parte de la Presidenta, para enviar así un mensaje a toda la sociedad de que hay límites que no pueden cruzarse, más tratándose de un funcionario público de primera línea y con un poder aún superior al que se desprende de su cargo formal.
Muy por el contrario, la Presidenta, fiel a su estilo, formuló declaraciones en las que brillaron por su ausencia las disculpas y hubo loas al agresor. Al afirmar que Moreno "es honesto y cumple sus funciones", envió un pésimo mensaje en medio de un panorama convulsionado. Primero, porque las cualidades que ella destacó en el funcionario parecerían ser de excepción y, por eso, dignas de ser subrayadas. Pero la honestidad es una obligación y debería darse por descontada. A menos que en el Gobierno se la considere una virtud tan poco frecuente que por eso llama la atención. Segundo, porque al asegurar que Moreno "cumple sus funciones", cabría deducir que entre esas funciones se encuentra la de agredir a los opositores, tal vez por orden de la propia Presidenta.
Las manifestaciones de Gabriel Mariotto, Andrés Larroque y otros representantes del kirchnerismo, ignorando el grave episodio y exaltando la figura del secretario de Comercio, son otra muestra del servilismo oficial. Se expone una vez más la incapacidad crónica para reconocer y denunciar estos hechos tan perjudiciales para la vida democrática del país.
La agresión de Moreno a militantes de PRO es uno de los muchos y gravísimos episodios en los que estuvo involucrado este funcionario, quien anteriormente protagonizó similares episodios de violencia en el Indec, amenazas con guantes de boxeo en una asamblea de Papel Prensa y exhibición de armas de fuego ante empresarios.
A pesar de las certezas generalizadas sobre la ilicitud de muchas de sus conductas, Moreno luce inamovible en su cargo, ampliando incluso su poder a otras áreas y sin recibir un mínimo reproche desde lo más alto del Poder Ejecutivo. Es preocupante que la sociedad, adormecida ante la seguidilla de actos sin condena, comience a tomar estos hechos como habituales.
Funcionarios como Moreno deberían ser apartados de inmediato para comenzar a cumplir con la ya lejana declamación de la Presidenta de avanzar hacia mayores niveles de institucionalidad. Alentar actitudes salvajes desde lo más encumbrado del poder político constituye, también, un pésimo mensaje a la sociedad: que el poderoso puede ejercer la violencia con impunidad
Boletín Info-RIES nº 1116
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Hace 3 semanas

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