"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

jueves, 27 de octubre de 2011

El vacío

El protagonismo de Felipe González hace que se note más la ausencia de Zapatero en los mítines


FERNANDO ÓNEGA

El mitin fue de una elocuencia imponente.
Las estrellas eran Felipe González y Alfredo Pérez Rubalcaba.
El ex presidente se ha convertido en el gran valedor del candidato socialista, canta sus excelencias y dice de él que "todo lo hace bien".
Hasta ahí, ningún problema ni novedad: ambos son amigos, fueron compañeros de gobierno y son compañeros de partido.
Lo menos que puede esperar Rubalcaba de su primer líder es su apoyo, su compañía y su empuje en estos momentos decisivos.
El problema es la foto.
Y el gran problema, la foto repetida: aparecen los dos, y no está Zapatero.
Nunca está Zapatero.
Y lo peor: no hay para él una palabra de recuerdo.
No lo disculpan siquiera con aquello que dijo Elena Valenciano en 59 Segundos al justificar el resultado de las municipales: "es que está salvando a España"

Hay que entenderlo.
Zapatero lleva muchos meses viendo los sondeos que denuncian su desgaste personal.
Ha asumido o le han hecho asumir que está quemado.
Escuchó decir a sus propios líderes regionales que no lo querían en sus campañas de mayo, y él mismo se preocupó de anunciar su retirada antes de la consulta: no quería ser el responsable de la previsible debacle. Y ahora, ante el 20-N, hace lo mismo: se aparta de los focos, apenas dará mítines y será el gran ausente. Es insólito que quien sigue siendo secretario general de su partido tenga que quedar fuera de una campaña donde se juega nada menos que la supervivencia.
Para este desenlace, hubiera sido mejor una renuncia total, convocar congreso extraordinario, y que fuese lo que Dios quisiera.
Por lo menos se evitaban estas escenas.

Si Rubalcaba consiguiera con esto desprenderse de la imagen más negativa del gobierno, estaría bien empleado.
Pero no lo consigue.
Con silencio o sin él, con distancia programada o natural, su imagen pública es la de hombre básico del equipo Zapatero y artífice de buena parte de su política.
En concreto, de la política que logró apartar a ETA de la actividad armada.
Silenciar a Zapatero sólo consigue dos efectos perversos, a cual peor: avergonzarse de una etapa y transmitir una impresión de complejo de mal gobierno.
Recuerda a esas familias antiguas que ocultaban a un hijo deforme.
En campaña hay que convertir el agua en vino y presentar como un éxito el mayor fracaso.
De lo contrario, se regala el poder.

En cuanto al padrino Felipe González, qué quieren que les diga: puede ser y es la cara visible de la mejor socialdemocracia española; pero, por muy querido que sea por sus militantes, para el resto de la sociedad es un personaje rescatado de la historia.
Se aprecian sus dictámenes, pero no mueve votos.
Y no acaba de llenar el vacío de Zapatero en los mítines ni quizá en el corazón socialista.
Al revés: su protagonismo hace que ese vacío se note más.
Y tiene narices que haya tenido que ser Urkullu quien, con su visita de ayer, recuerde que sigue siendo el presidente del país.

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